Redacción Farmacosalud.com
Según el Informe ‘Depresión y Neurología’, presentado en la LXXIV Reunión Anual de la Sociedad Española de Neurología (SEN), celebrada recientemente en Sevilla, en los últimos 10 años se ha producido en Europa ‘un aumento en la tendencia suicida entre los pacientes con enfermedades neurológicas (11% vs 3%) […] El mayor riesgo de suicidio se produce en los 3 meses posteriores al diagnóstico, disminuyendo posteriormente’. Para el Dr. Javier Camiña, vocal de la SEN, ante estos datos lo que habría que hacer inicialmente debería ser “acoger y entender a todos los pacientes que alguna vez han tenido pensamientos suicidas y ofrecer, desde la consulta, el tratamiento psicoterapéutico, farmacológico o el acompañamiento oportunos. De manera productiva, deberíamos interrogar de manera dirigida a nuestros pacientes al respecto, ya que son pensamientos frecuentes, especialmente en los primeros meses tras el diagnóstico y en enfermedades crónicas y con alta carga de discapacidad”.
También tendría que identificarse, de manera clara, la tendencia suicida “como parte del síndrome depresivo, que es la condición que influye de manera más clara en dicho pensamiento”, agrega Camiña.
Un 30%-50% de quienes sufren una afección neurológica también padecen depresión
El Informe revela, asimismo, que un 30%-50% de las personas que sufren una patología neurológica también padecen depresión. “Se trata de una proporción claramente superior respecto a la población general, tanto si hablamos de las personas con enfermedades neurológicas en su conjunto como si hablamos de cada enfermedad por separado. Además, son presentaciones de depresión habitualmente más prolongadas, dado que suelen relacionarse con afecciones habitualmente crónicas o progresivas, por lo que a menudo son cuadros que pueden acompañar a los pacientes durante años”, advierte el vocal de la SEN.
‘Parece demostrado, pues, que la depresión es un proceso que se observa más frecuentemente en personas con enfermedades neurológicas que en la población general’, dice textualmente el nuevo documento dando la razón al Dr. Camiña. A juicio del especialista, en la actualidad el sistema sanitario no está del todo preparado para afrontar esta realidad: “Más allá de los recursos necesarios -es evidente que actualmente son insuficientes-, nuestros pacientes presentan esta sintomatología y debemos gestionarla de la mejor manera posible. No se trata únicamente de más disponibilidad de atención con Psiquiatría o Psicología; también es necesario más tiempo por consulta y una mayor periodicidad de las visitas con Neurología que permita hacer un seguimiento más completo de todos los aspectos de su enfermedad, y no solamente el síntoma más destacado de la patología en cuestión (por ejemplo: no solo hablar de crisis epilépticas con el enfermo aquejado de epilepsia)”.
“Nuestra intención es que todos los profesionales implicados en la atención de nuestros pacientes (Atención Primaria, Enfermería, Trabajo Social, Neurología, Rehabilitación, Geriatría,…) tengan presente la depresión como síntoma asociado, simultáneo e incapacitante, y ayuden, desde su campo competencial de acción y posibilidades, a mejorar globalmente la calidad de vida de nuestros pacientes”, señala el facultativo.
Elevada tasa de trastorno depresivo tras un ictus
Otro tema muy preocupante del Informe alude al hecho de que la tasa de trastorno depresivo en personas que han sobrevivido a un ictus es casi 8 veces mayor que la tasa de la población general.
"La prevención primaria y fundamental" de esos altos índices de depresión en sujetos que han padecido un accidente cerebrovascular debería pasar, de manera ideal, por “evitar la aparición de un primer evento cerebrovascular: priorizar la actividad física, la abstención de tabaco y alcohol y adoptar un control estricto de los factores de riesgo vascular serían, de manera indirecta, una manera adecuada de prevención de la depresión tras ictus”, apunta.
En caso de haberse producido el evento cerebrovascular, la vigilancia activa por parte de todo el equipo multidisciplinar que sigue habitualmente a estos enfermos (Neurología, Atención Primaria, Rehabilitación, Terapia Ocupacional) es fundamental “para la identificación precoz de los síntomas que permitan establecer un diagnóstico y un tratamiento, pero también para favorecer la recuperación completa de las eventuales secuelas, ya que se ha demostrado que es un factor muy destacado en el éxito de la neurorrehabilitación”, sostiene Camiña.
Pero es que, además, ‘la depresión también puede preceder a las enfermedades neurológicas y puede suponer un factor de riesgo para sufrir enfermedades neurológicas’, según indica el documento. ¿Se impone, pues, el abordaje compartido entre Psiquiatría y Neurología en determinadas personas cuya depresión pueda dar lugar a una patología neurológica? En opinión del experto, “es evidente que deberíamos trabajar en circuitos más ágiles que faciliten la comunicación bidireccional entre ambas especialidades e, incluso, el seguimiento conjunto (como una consulta física por ambos especialistas o mediante comités). Debería facilitarse el seguimiento conjunto de aquellos pacientes con depresión y un mayor riesgo de desarrollo de enfermedad neurológica, del mismo modo que sería muy recomendable disponer de un acceso preferente a los especialistas de Salud Mental para los individuos con patologías neurológicas y un mayor riesgo de depresión”.