Redacción Farmacosalud.com
Un individuo con trastorno mental que se ve envuelto en un altercado de orden público y que no se comporta dentro de los cánones de lo que se considera ‘normal’ puede llegar a ser malinterpretado por la autoridad. Así, su conducta puede llegar a juzgarse como desobediencia o como una falta de educación o respeto. A juicio del Dr. Celso Arango, presidente de la Sociedad Española de Psiquiatría (SEP), “hay una falta de formación no solamente en los cuerpos de seguridad del Estado”, sino también en el personal de seguridad de los propios hospitales y en los profesionales de ambulancias a la hora de abordar y manejar este tipo de situaciones.
“Por cada persona con trastorno mental grave que comete un homicidio hay cien personas con esos problemas mentales que se suicidan”, asegura Arango con ánimo de recordar la complejidad que rodea a las patologías psiquiátricas. Es más -viene a decir el presidente de la SEP-, que nadie achaque a estos pacientes la violencia que pueda imperar en nuestro entorno, dado que “la inmensa mayoría de casos de violencia en la sociedad no están causados por personas con trastorno mental, sino por otros individuos”.
-En 2020… ¿se sigue vinculando -ni que sea inconscientemente- problemas de salud mental con la posibilidad de que alguno de estos pacientes pueda acabar protagonizando algún cuadro o escena de violencia o agresividad?
Sí, sin duda. Hay un falso reconocimiento de la relación entre violencia y trastorno mental que hace mucho daño a las personas que padecen este tipo de alteraciones y a sus familiares. Aunque es cierto que en momentos agudos y en fases de descompensación psicopatológica hay un riesgo incrementado de problemas de violencia, esto no sucede así durante la mayor parte de la vida de estas personas, ni tampoco con la mayoría de esos pacientes.
Lo que pasa es que es fácil que en los medios de comunicación se identifique trastornos psiquiátricos con problemas de agresividad. Se difunde más aquello que no se puede prevenir o prever -el sujeto que mata a su madre sin que haya explicación- que los actos cometidos por los que actúan con maldad para robar, por poner un ejemplo. Ahora mismo, en cada segundo, en cada minuto, hay niños muriendo de hambre en el mundo, pero eso no saldrá en las noticias. Los muertos por coronavirus también saldrán en los informativos, porque eso nos puede pasar a usted y a mí, o sea, nos podemos infectar, y nos preocupa. Pero como nuestros hijos no morirán de hambre porque eso es algo que ocurre en África, no nos llama la atención.
La inmensa mayoría de casos de violencia en la sociedad no están causados por personas con trastorno mental, sino por otros individuos, y ahí, en esos casos en los que no hay patologías psiquiátricas de por medio, sí que podemos prever dónde es más probable que suceda un episodio hostil (por ejemplo, evitamos ir a un sitio donde sabemos que hay pandillas o bandas violentas). No obstante, si alguien mata a su madre de una forma inesperada sale en todos los medios de comunicación, porque es algo que nos podría pasar a nosotros y que no se puede prever.
-¿En líneas generales, cómo abordan los cuerpos policiales en España aquellos conflictos (altercados de orden público, etc) en los que están involucradas personas con trastornos mentales? ¿Los agentes están debidamente entrenados para manejar este tipo de pacientes en esas situaciones?
Hay una falta de formación no solamente en los cuerpos de seguridad del Estado, sino también en el personal de seguridad de los propios hospitales, en profesionales de ambulancias… El día a día nos indica que se malinterpretan como faltas a la autoridad o como falta de educación o de respeto cosas que tienen que ver con la propia psicopatología. Por ejemplo: en la puerta de un hospital, un profesional de seguridad se encuentra con un paciente con esquizofrenia que está alucinando, y como el paciente piensa que el guardia le va a hacer daño, le contesta mal, y el miembro de seguridad piensa que está en una discoteca y entonces le contesta ‘tú más’ o ‘tu familia peor’.
Otro caso: un policía llega ante una persona con autismo -discapacidad intelectual- y esa persona no sigue las órdenes que le da el agente, no responde, no levanta las manos o no actúa de una forma ‘normal’. Relacionando policía y autismo en un buscador de internet, hay vídeos grabados en Estados Unidos en los que a un paciente autista le pegan dos tiros por el simple hecho de no levantar las manos. O sea, hay que comprender que determinados comportamientos, actitudes y respuestas de sujetos con trastorno mental no están hechos con maldad, es decir, no están hechos a propósito para perjudicar o para fastidiar a alguien, sino que parten de la propia sintomatología de la enfermedad.
-Luego están los suicidios de los pacientes…
Por cada persona con trastorno mental grave que comete un homicidio hay cien personas con esos problemas mentales que se suicidan. El problema de la violencia y la agresividad en ese ámbito no es bidireccional, sino fundamentalmente unidireccional. Cuando una persona con trastorno mental grave comete un crimen se queda en el sitio, la ‘pillan’ siempre. A los que no cogen son aquellos que roban y matan para conseguir dinero, o las mafias que asaltan casas matando incluso a sus habitantes. El paciente psiquiátrico no actúa con maldad, sino que quizás piensa que la otra persona es el demonio, o bien oye una voz que le dice ‘¡hazlo!’, etc.
Así pues, en primer lugar, los pillan a todos. Y, en segundo lugar, como son muy poquitos casos pero muy mediáticos, dan esa falsa impresión… pero la mayor parte de violencia y agresividad de esta sociedad no tiene nada que ver con los trastornos mentales. Los pacientes estabilizados y que no están en situación aguda no son más violentos que la población general. Lo que sí tienen es mucho más riesgo de sufrir acoso, mobbing o agresividad y violencia, porque son individuos distintos y muchas veces son el target o la diana en la que se ceban las malas personas.
-¿La empatía y escucha atenta de los agentes policiales es la estrategia a seguir?
Absolutamente. Nosotros tenemos experiencia en este sentido con personal de seguridad del hospital… damos cursos sobre autismo a profesionales que trabajan en ambulancias o en controles de seguridad. Las propias federaciones de autismo de España dan cursos a los cuerpos de seguridad del Estado para poder humanizar el trato que se da a las personas que tienen este trastorno.
-Suponemos que cada caso varía en función de la patología psiquiátrica y de la gravedad de la misma. ¿Si se produce un altercado, cómo puede saber un agente de policía de qué modo actuar en base a ese trastorno o enfermedad mental? ¿Hay que aplicar el sentido común?
El sentido común hay que aplicarlo siempre, se tenga o no un trastorno mental. Después hay que tener en cuenta que no es lo mismo tener una discapacidad intelectual que tener una fase maníaca en un trastorno bipolar, una depresión mayor o un trastorno obsesivo-compulsivo. Los agentes de policía no tienen por qué saber lo que es la esquizofrenia o lo que es el autismo, pero sí que tienen que saber que uno puede actuar de forma muy distinta a lo esperado (ya sea por comportamiento enlentecido, o por falta de comprensión de lo que le dicen, etc).... y no porque el individuo en cuestión esté intoxicado por drogas, que es lo que se piensa muchas veces. Conocer 4-5 grandes síndromes y trabajar formas de actuación distintas a las adoptadas para la población general para ponerlas en práctica en función de una psicopatología en concreto -si el paciente escucha voces, por ejemplo- es algo que se puede explicar en dos horas.
-¿Cuándo hay que usar la fuerza ante una persona con un trastorno mental que se está comportando con agresividad?
Usar la agresividad, nunca. Y la fuerza, tampoco. Al final, lo que hay que hacer es una desactivación verbal, una comprensión de la situación, involucrar a especialistas, etc. Que en un momento determinado, en una situación puntual y excepcional, alguien tenga que hacer una reducción para evitar que esa persona se haga daño a sí misma o haga daño a otros, es otra valoración… pero hay que intervenir siempre de una forma profesional, coordinada, explicando por qué se están haciendo las cosas, y no como vemos muy frecuentemente, actuando de forma despectiva o tratando al paciente mental como a un delincuente común.
-¿Es partidario de usar, como último recurso, la pistola eléctrica -aturde pero no provoca heridas propias de un arma de fuego- en pacientes psiquiátricos que se comportan con gran agresividad?
No. Eso es algo que no debe utilizarse nunca.
-Supongamos que una persona de la que se sabe que padece un trastorno o patología mental está protagonizando un conflicto de orden público. ¿Qué aconsejaría hacer a un ciudadano que no es ni policía ni profesional sanitario para tranquilizarla?
La palabra tiene unos efectos terapéuticos impensables. El hablar de forma pausada, relajada, es vital. Para una persona que está enajenada, fuera de sí, escuchar una voz tranquila que le dice algo así como ‘¿puedo ayudarle’? es terapéutico.