Redacción Farmacosalud.com
España se prepara para la inminente vacunación frente al coronavirus y, a este respecto, el nuevo presidente de la Sociedad Española de Medicina Interna (SEMI), el Dr. Jesús Díez Manglano, señala que habrá que observar si la administración de esta vacuna “ayuda a la desaparición de los síntomas de COVID-19 Persistente”. Y es que el COVID-19 es una enfermedad altamente compleja, como lo demuestra el hecho de que haberla padecido pueda comportar sufrir “síntomas asociados con lo que podríamos llamar un cuadro de estrés postraumático”, revela el nuevo presidente de la SEMI. En relación a la eutanasia y el suicidio asistido como opciones para personas que están en fase terminal o que están sometidas a grandes sufrimientos debido a una enfermedad incurable, Díez Manglano cree que “hay individuos que van a sentirse más cómodos -por decirlo de algún modo- con la eutanasia, y hay otros que se sentirán más cómodos con el suicidio asistido”.
-Entre sus prioridades como nuevo presidente de la Sociedad Española de Medicina Interna (SEMI) se encuentra contribuir a la sostenibilidad del sistema sanitario y apostar por la bioética. ¿Cómo llevará a cabo tales objetivos?
El principal objetivo, en cuanto a la sostenibilidad del sistema sanitario, es lograr que haya una buena formación entre los especialistas, en este caso los internistas. Es conocido que prácticamente un 30% de los recursos que se utilizan en sanidad aportan muy poco valor a los pacientes. Entonces, lo que queremos es priorizar el uso de todos aquellos procedimientos, fármacos o pruebas que aporten un valor añadido, porque eso va a permitir eliminar prácticas que son ineficaces, y eso es algo que siempre contribuye a la sostenibilidad del sistema sanitario.
Y con respecto a la bioética, lo que vamos a hacer es una reflexión clara que dé lugar a una formación en aquellos aspectos nuevos que la pandemia de COVID ha planteado a los internistas en el marco de su trabajo para atender a esta enfermedad, dado que esos profesionales han tenido que tomar decisiones que, en ocasiones, han sido difíciles desde del punto de vista ético… hay que abordar y hablar de estas decisiones, hay que consensuarlas.
-Su organización ha impulsado la creación de un protocolo de seguimiento a largo plazo y con continuidad asistencial de los pacientes con COVID-19. ¿Cómo ve la problemática del denominado COVID-19 Persistente (padecimiento de síntomas una vez superada la infección aguda de la patología)?
Lo primero que hay que hacer es lanzar un mensaje tranquilizador: el COVID-19 Persistente, aunque existe, es muy poco frecuente. La mayoría de los pacientes de COVID evolucionan bien y, cuando pasa un tiempo prudencial -como en cualquier enfermedad aguda-, no presentan ningún síntoma. Con todo, sí que es cierto que hay un pequeño número de personas que presentan síntomas más allá del tiempo que parece que pudiera ser prudencial. Aunque en algunos pacientes estos síntomas pueden ser más limitantes o incapacitantes, también es verdad que esos casos son escasos.
Ahora bien, en algunas cuestiones todavía existe incertidumbre sobre lo que va a ocurrir a los afectados de COVID-19 Persistente: por ejemplo, la recuperación de los sentidos del gusto y el olfato en las personas que los pierden, porque suelen tardar meses en recuperarlo, y sin que ahora mismo se sepa hasta qué nivel los van a recuperar. Y por otro lado también es cierto que estamos viendo muchos síntomas asociados con lo que podríamos llamar un cuadro de estrés postraumático -o algo parecido- en personas que han padecido una enfermedad nueva (el COVID-19) para la que no se conocían tratamientos, una patología grave que, sobre todo en la primera ola, se asociaba a una mortalidad importante y no desdeñable. Todo ello ha comportado que la situación se viva con angustia, hasta el extremo de que en muchas ocasiones persistan algunas de estas secuelas psicológicas como ocurre cuando uno tiene un accidente grave o vive una situación muy estresante.
-¿Una vez empiece la anunciada campaña de vacunación frente al coronavirus en España, desde Medicina Interna será necesario estudiar cómo evolucionan los pacientes que se han vacunado y que padecen COVID-19 Persistente?
Habrá que ver cómo serán las estrategias de vacunación que ya están definiendo las autoridades sanitarias. Se van a establecer una serie de prioridades en la administración de la vacuna. Indudablemente, los colectivos más afectados o más susceptibles de enfermar gravemente van a ser los primeros en recibirla. Sin lugar a dudas, la persona que ha sufrido el COVID-19 ha generado, en principio, inmunidad a esta patología durante un tiempo que todavía no es conocido. Los sujetos que han padecido el COVID-19 probablemente no sean los más prioritarios a la hora de iniciar la vacunación. Pero eso lo irán definiendo las autoridades sanitarias en función de cómo vaya el ritmo de vacunación, en función de la disponibilidad de vacunas y en función de cómo vayan evolucionando los grupos de riesgo. En definitiva, los individuos que han tenido el COVID-19 no quedan excluidos de la vacunación, es decir, aunque probablemente no sean los primeros en recibir la protección, no se les excluirá de ella.
Una vez que haya empezado la vacunación, nosotros y los médicos de Atención Primaria fundamentalmente, tendremos que hacer un seguimiento tanto de los sujetos que han padecido el COVID-19 como de los que no lo han padecido, para ver si aparecen efectos secundarios o cualquier otro problema derivado de la vacuna. En el caso de los que han sufrido esta enfermedad y se han vacunado, habrá que ver cómo evolucionan, y, en el caso de los que presentan síntomas de COVID-19 Persistente, habrá que ver también cómo se modifican esos síntomas, o sea, habrá que observar si la vacuna ayuda a la desaparición de los síntomas de COVID-19 Persistente, o bien contribuye a la recuperación -por poner un ejemplo- del gusto y del olfato en los que los hayan perdido. Los internistas hemos atendido al 80% de los pacientes con COVID-19 que han ingresado en hospitales en una situación no crítica, por lo que es evidente que estaremos pendientes de la vacunación para observar qué es lo que ocurre y estudiar cómo evoluciona la patología.
-Usted ha sido elegido presidente con motivo de la reciente celebración del 41 Congreso de la SEMI. ¿Si tuviera que destacar un avance o novedad conocido en esta reunión, cuál sería?
Nuestro Congreso es tan multidisciplinar en cuanto a los temas que se abordan que destacar un solo tema es realmente muy difícil. Uno de los avances que más impacto ha tenido por la situación que estamos viviendo es el Registro SEMI-COVID-19, que es un registro que hemos hecho los médicos internistas incluyendo datos de pacientes que han sido ingresados por COVID-19. Hemos incluido ya 19.000 casos, por lo que es uno de los registros más importantes del mundo. Esta herramienta está dando un rendimiento científico y de conocimiento muy importante porque ha permitido describir las características de los pacientes con COVID ingresados. Sin ir más lejos, hemos visto que los hipertensos tienen peor pronóstico, si bien con la toma de determinados medicamentos ese mal pronóstico no es tan grande y se atenúa; hemos detectado que los diabéticos tienen también peor pronóstico, y no sólo eso, incluso hemos observado que los que no son diabéticos pero ingresan con el azúcar muy alto en el hospital también evolucionan peor.
SEMI-COVID-19, asimismo, nos ha permitido conocer y caracterizar 4 grupos diferentes de pacientes que ingresan por una neumonía por COVID. En función de la pertenencia a uno de esos grupos, la evolución y la mortalidad registrada entre los pacientes es mejor o peor. Como botón de muestra: las personas hospitalizadas por una neumonía asociada a COVID que tienen una pérdida del gusto y del olfato tienen mejor pronóstico que aquellas que ingresan con otros síntomas. SEMI-COVID-19 constituye un avance muy importante.
-En el encuentro de la SEMI se ha comentado que la regulación de la eutanasia es una demanda social y profesional amplia, si bien debe ir acompañada del refuerzo de los cuidados paliativos. Precisamente, el Congreso de los Diputados acaba de aprobar la ley que regula la posibilidad de que un enfermo, en determinados supuestos, pueda pedir ayuda para acabar con su propia vida. ¿La sociedad española, la ciudadanía, está preparada para la eutanasia y/o el suicidio asistido?
Hay que distinguir entre eutanasia y suicidio asistido porque no son lo mismo, aunque a veces se puedan llegar a asociar. La eutanasia está bastante unida con la llamada ortotanasia o buena muerte [muerte digna]. Claramente, la eutanasia es algo que había que regular con las medidas correspondientes. La impresión que tengo yo personalmente y que vivimos los médicos, es que habitualmente la sociedad va por delante de lo que es la comunidad profesional… quiero decir que las demandas sociales y el debate social suelen ser en general previos. Un tema de esta importancia merece un debate social muy amplio, muy sosegado y muy objetivo.
-En la eutanasia, el profesional sanitario pone fin a la vida de un paciente de manera deliberada por petición expresa de dicho paciente (quien está en fase terminal o sufre un gran padecimiento causado por una afección incurable), mientras que en el suicidio asistido el enfermo -también en situación terminal o que sufre grandes padecimientos- se autoadministra la sustancia letal facilitada por un profesional facultativo, por ejemplo en el domicilio del paciente. ¿Cuál de las dos fórmulas cree que puede aceptar mejor la ciudadanía?
El concepto de suicidio asistido tiene una amplitud mayor porque sugiere que uno quiere acabar con su propia vida de manera asistida, pero siempre -como ocurre con la eutanasia- porque hay una enfermedad importante que está disminuyendo la calidad de vida, una afección que, además, presenta mal pronóstico a corto o medio plazo.
Habrá personas que entenderán mejor la eutanasia, y habrá personas que preferirán ser actores de su último acto vital, que será quitarse la vida… lo harán de una manera asistida, pero no dejará de ser un acto en el que uno se quita la vida. Todo ese conjunto de procesos no sólo implican a la sociedad y a la población general, sino que también implican a la comunidad médica y a los profesionales sanitarios. Porque, a ver… no es lo mismo ejecutar una maniobra que sirve para quitar la vida a una persona que lo ha pedido y que sabe que, actuando de esta manera, pondrá fin a su sufrimiento, que el que se quita la vida a sí mismo. En todos estos casos, no es lo mismo ser colaborador que actor. Y las conciencias de la sociedad y de los profesionales sanitarios van a ser diferentes según las personas. Hay individuos que van a sentirse más cómodos -por decirlo de algún modo- con la eutanasia, y hay otros que se sentirán más cómodos con el suicidio asistido.
-En el encuentro científico, asimismo, se ha abordado la necesidad de cubrir los requerimientos médicos y asistenciales del colectivo transgénero. ¿La SEMI, como institución médica, tiene previsto elaborar algún protocolo o consenso sobre esta cuestión?
Ahora, a corto plazo, no lo tenemos previsto, pero estamos abiertos a ello. Lo que pasa es que también entendemos que esta iniciativa no debería ser una actividad única y exclusiva de la SEMI. Es decir, en caso de que se elabore un protocolo de atención a las personas del colectivo transgénero, el texto resultante tendrá que haber sido consensuado entre médicos de Atención Primaria y otros especialistas -endocrinólogos, ginecólogos, etc.- que atienden a personas que presentan este perfil.