Redacción Farmacosalud.com
A partir de este viernes 2 de abril entra en vigor la legislación que limita el uso de grasas trans a un máximo de 2 gramos por cada 100 gramos de grasa en los alimentos. Se trata de una medida que la Comisión Europea adoptó en abril de 2019 y que fue aplaudida por la Fundación Española del Corazón (FEC), organización que, como otras entidades, venía reclamando la limitación de este tipo de sustancias en los alimentos por sus efectos perjudiciales para la salud, en especial para la salud cardiovascular.
La medida entra en vigor en todo el mercado de la Unión Europea y la industria alimentaria ha tenido tiempo para adaptarse a esta nueva regulación desde el momento de su anuncio hace dos años. Hasta ahora, únicamente existía una normativa europea que limitaba la cantidad de ácidos grasos trans en preparados para lactantes y de continuación, que no podían superar el 3% del contenido graso total. Solo Dinamarca, Austria, Suiza e Islandia tenían establecido un marco legal que obligaba a la industria a limitar la cantidad de grasas trans utilizada en productos alimentarios, no pudiendo superar el 2% del total, como regula ahora la nueva normativa.
Los ácidos grasos trans provienen de dos fuentes: una natural y otra artificial o industrial. La fuente natural proviene de los animales rumiantes como la vaca, la oveja o la cabra. “Aproximadamente un 5% del consumo total de ácidos grasos trans que consumimos proviene del consumo de grasa de rumiantes, a través de productos como la mantequilla, crema, nata, leche entera o carne grasa”, explica la Dra. Marisa Calle, integrante del Comité de Nutrición de la FEC y Profª de Medicina Preventiva y Salud Pública en la Universidad Complutense de Madrid.
Hidrogenación parcial de los aceites vegetales
Por otro lado, la fuente industrial de ácidos grasos trans ocurre al hidrogenar parcialmente aceites vegetales. “Mediante un proceso de hidrogenación logran mejorar el sabor, la textura y la durabilidad de los alimentos cocinados o elaborados con ellas”, detalla la Dra. Calle. “Si bien algunos alimentos pueden tener grasa trans de manera natural y esta no es provocada siempre por procesos tecnológicos, este tipo de grasa se encuentra principalmente en productos procesados”, especifica la experta.
La evidencia científica demuestra que las trans son las peores grasas para la salud cardiovascular, ya que aumentan los niveles de colesterol ‘malo’ (LDL) y triglicéridos, además de disminuir los niveles de colesterol ‘bueno’(HDL). Una vez consumidas, las sustancias trans “se absorben por el aparato digestivo y pasan a la sangre. Se incorporan a las membranas de las células y sustituyen a las grasas que componen esas membranas, que acaban perdiendo o disminuyendo su flexibilidad y fluidez. Esto provoca que otras moléculas, como las del colesterol, no puedan acoplarse a la membrana y queden libres, aumentando así los niveles de colesterol en sangre”, concreta la Dra. Calle.
Por otro lado, las grasas trans también aumentan los niveles de triglicéridos en sangre y la hipertrigliceridemia está asociada de forma independiente con el riesgo de enfermedad cardiovascular. Además, se ha observado que los ácidos grasos trans aumentan la inflamación y los factores inflamatorios tienen un papel importante en el desarrollo de diabetes, aterosclerosis, ruptura de placa y muerte súbita cardiaca. Es por todo ello que la Dra. Calle valora muy positivamente la entrada en vigor de la nueva normativa, que, “sin duda, redundará en beneficio de la salud de la población”.