Dra. María de la Calle Fernández / Redacción Farmacosalud.com
En la actualidad no existen muchos estudios que confirmen que los probióticos sean necesarios antes del embarazo, pero sí hay estudios que demuestran que modificando la flora vaginal y uterina se consiguen más tasas de embarazos en algunas pacientes con fallos de implantación o abortos de repetición. “El útero no es estéril y contiene microorganismos que podrían desempeñar un papel en la reproducción. En estos casos, debería hacerse antes un estudio sobre la flora vaginal y uterina de la paciente que desee embarazarse”, comenta la Dra. María de la Calle Fernández, jefa de Sección de Obstetricia Médica del Servicio de Obstetricia y Ginecología del Hospital Universitario La Paz (Madrid).
El ecosistema vaginal es muy complejo, pues está formado por diferentes tipos de bacterias, dominando los lactobacillus (95% de todas las bacterias en un microbiota vaginal normal). Se conoce a la microbiota como el conjunto de microorganismos localizados en distintas zonas del cuerpo. Se sabe que la microbiota vaginal cambia en cada momento del ciclo menstrual, dependiendo de la edad y de la actividad sexual y también en el embarazo. “Los cambios en el embarazo son fisiológicos y si existe colonización por patógenos externos disminuyen los lactobacillus y se produce la llamada disbiosis, que es la alteración de la microbiota. Aunque al principio del embarazo los lactobacillus de la vagina están muy aumentados, van disminuyendo hasta el parto y el postparto. También se sabe que la microbiota oral e intestinal cambia en el embarazo, aumentando la cándida y la P. Gingivalis en la boca y la actinobacteria y proteobacteria en el intestino”, establece la Dra. De la Calle Fernández.
La microbiota vaginal actúa como barrera
La vagina es la puerta de entrada de posibles patógenos que pueden ascender hasta el útero e infectar al feto (la llamada corioamnionitis). Por otro lado, la microbiota de la vagina actúa como barrera frente a infecciones ascendentes, por lo que garantizar una normalidad en la misma podría evitar infecciones vaginales en el embarazo y secundariamente la infección fetal. Según la facultativa, “la administración de probióticos puede ayudar a mantener esta microbiota en un estado normalizado. Actualmente, los administramos tras intervenciones en el embarazo que puedan alterar la microbiota vaginal como el cerclaje, la biopsia corial o en casos de sangrados vaginales por otros motivos (amenaza de aborto o placenta previa oclusiva). Los probióticos en el embarazo también han demostrado disminuir el riesgo de dermatitis atópica en los niños”.
De acuerdo con la jefa de Sección de Obstetricia Médica del Servicio de Obstetricia y Ginecología del Hospital Universitario La Paz, los probióticos que son beneficiosos para la salud de la mujer encinta son “todos aquellos que garanticen un microbiota vaginal y uterina normal”. Es decir, los ricos en lactobacillus spp, lactobacillus crispatus, lactobacillus gasseri, lactobacillus jenseii y lactobacillus vaginalis.
Los probióticos sirven para reponer y estabilizar frente a carencias o alteraciones de la microbiota, ayudando así a evitar la aparición de complicaciones en el embarazo como la corioamnionitis -infección del líquido amniótico y las membranas que lo contienen-, candidiasis vaginales y cistitis, pero también la diabetes gestacional y la preeclampsia. Según De la Calle Fernández, en su hospital las recomendaciones actuales para la administración de probióticos en embarazadas son las siguientes:
• tras la toma de antibióticos, en infecciones urinarias o vaginales
• tras procedimientos que produzcan sangrado vaginal y alteración de la flora de la vagina, como puede ser una biopsia corial o cerclaje cervical
• en amenazas de aborto o presencia de hematomas retrocoriales o retroamnióticos sangrantes
• también se están utilizando en gestantes con antecedentes en gestaciones previas de rotura prematura de membrana, corioamnionitis o prolapso de la bolsa amniótica
• asimismo, cada vez hay más evidencia de los beneficios de la administración de probióticos en gestantes obesas con el fin de disminuir el riesgo de diabetes gestacional y la preeclampsia
Productos altamente seguros
El uso de probióticos no debe generalizarse y, aunque su perfil de seguridad es muy bueno, no se recomienda su ingesta sin supervisión del especialista a pacientes con sistema inmune muy debilitado, a personas inmunocomprometidas o a personas con sangrado intestinal[1]. “El perfil de los probióticos es altamente seguro y está avalado por numerosos estudios y, además, hasta el momento no se han descrito efectos adversos en relación con el empleo de estos productos durante el embarazo. Por eso, en las situaciones que consideramos oportunas, podemos administrarlos tanto desde el inicio del embarazo como hasta justo antes del parto. Pero no debe transmitirse la idea de que todas las mujeres embarazadas deben tomar probióticos”, advierte la Dra.
La composición de la microbiota digestiva de la madre puede tener consecuencias sobre la salud del feto o del niño[2]. Hasta hace poco se pensaba que la colonización gastrointestinal del recién nacido comenzaba en el canal del parto y que el intestino del feto era estéril. Actualmente se sabe que el desarrollo de la microbiota intestinal se inicia en la vida intrauterina a través de la placenta y el líquido amniótico. Esto está influenciado por el estado nutricional, metabólico e inmunológico de la madre. “Recientemente se han publicado estudios en ratones que demuestran que la microbiota intestinal de la madre tiene el potencial de colonizar la vagina o pasar a la sangre y llegar al feto. Por eso cada vez está más extendida la idea de que el mantenimiento de una correcta microbiota intestinal también puede garantizar la ausencia de complicaciones fetales”, destaca De la Calle Fernández.
A todo esto, “la alteración de la microbiota vaginal puede favorecer la colonización por agentes patógenos que pueden ascender hasta el útero y causar una infección de las membranas amnióticas y del feto. Esto puede producir desde una rotura prematura de membranas, contracciones uterinas, parto prematuro y sepsis fetal, hasta la muerte fetal o neonatal secundaria a la infección y la prematuridad”, afirma.