Redacción Farmacosalud.com
Que a un chico a o una chica le estén ‘machacando’ en redes sociales sus compañeros de clase es, sin lugar a dudas, un potencial factor de riesgo para la ideación de ideas suicidas por parte de la víctima de tales comentarios. Ahora bien, si se le da la vuelta a la tortilla mediante una estrategia adecuada, esos canales de comunicación pueden convertirse en una herramienta para combatir los efectos del acoso escolar. De hecho, eso es lo que viene a decir uno de los fragmentos del Libro Blanco ‘Depresión y suicidio 2020. Documento estratégico para la promoción de la Salud Mental’: ‘El uso generalizado en población infanto-juvenil de internet, las redes sociales y otras tecnologías de la información y comunicación, a pesar de ser considerado un potencial factor de riesgo, podría permitir enfoques innovadores para la prevención del suicidio, así como de intervenciones realizadas en tiempo real’1.
En el manual se apuesta por la ‘formación’ como método para evitar que los adolescentes se planteen quitarse la vida2. Y qué mejor formación para este grupo de edad que la que se pueda recibir -mediante mensajes adecuados y adaptados a su perfil- a través de internet y redes sociales, sus canales de comunicación favoritos. Pero, para que todo ello fructifique, la sociedad en su conjunto también debe implicarse. Por ejemplo, “las escuelas son determinantes a la hora de la prevención del suicidio en estos grupos de edad”, recuerda la Dra. Mercedes Navío, coordinadora de la Oficina de Salud Mental de la Comunidad de Madrid y uno de los dos coordinadores del Libro Blanco.
Facilitación de la resiliencia
Otro de los factores que salen a la palestra en ese escenario de prevención es el que gira en torno a la facilitación de la resiliencia (capacidad de adaptación de un ser vivo frente a un agente perturbador o un estado o situación adversos*), tanto a nivel individual como a nivel socio-educativo. La posibilidad de que una persona mejore su capacidad de afrontamiento durante una etapa de desarrollo significativo de la vida como es la juventud “pasa por la promoción de la salud mental”, afirma la Dra. Navío. Todo ello, argumenta la experta, “tiene que ver con la mejora de la autoestima, la percepción de la autoeficacia y también con aspectos relacionados con el sentimiento de pertenencia e inclusión en sus medios, en los escolares en este caso”, pero también “en la sociedad en su conjunto”.
Sin ir más lejos, aquellos países que han logrado reducir sus tasas de conductas suicidas en general lo han conseguido mediante la combinación de dos estrategias: sensibilizando a la población de que “el suicidio es un problema de todos”, y aprovechando las virtudes de un sistema sanitario eficiente, tal y como remarca el Dr. Víctor Pérez Sola, director del Instituto de Neuropsiquiatría y Adicciones del Hospital del Mar (Barcelona) y otro de los dos coordinadores del Libro Blanco ‘Depresión y suicidio 2020. Documento estratégico para la promoción de la Salud Mental’.
Y es que, para el Dr. Pérez Sola, la actitud y la ‘vigilancia’ del entorno social son aspectos cruciales a la hora de impedir desenlaces fatales en sujetos que han pensado en la posibilidad de quitarse la vida: “Tendríamos que conseguir lo mismo que se ha conseguido con el tráfico: con el tráfico, si tú bebes un par de copas de más, siempre hay un compañero al lado que te dice ‘oye, no cojas el coche que te llevo yo, o coge un taxi… en el suicidio eso no ocurre. Cuando alguien comenta que no tiene ganas de vivir, o que ojalá no se despertara, o que está pensando en hacer alguna barbaridad, la mayoría de la gente que hay alrededor lo que le viene a decir es -lo sabemos por las encuestas- ‘qué tonterías dices’, ‘no pienses en eso’, etc. Lo que tenemos que conseguir es que, socialmente, seamos capaces de transmitir nuestra capacidad (como sociedad) en la prevención del suicidio. Hasta que no consigamos eso, realmente yo soy bastante pesimista”.
¿El COVID-19 aumentará las tasas de suicidio?
En cuanto a la posibilidad de que la crisis sanitaria, social y económica derivada de la pandemia por COVID-19 pueda dar lugar a un incremento en la tasa de suicidios, el Dr. Pérez Sola, obviamente, no piensa adivinar el futuro recurriendo a una "bola de cristal”. Con todo, advierte que, ateniéndose a lo sucedido en otros períodos críticos vividos en el pasado, “por cada punto que aumentan las tasas de paro en un país, aumenta un punto el porcentaje de riesgo de suicidio”, con lo cual es de prever que, por desgracia, “van a aumentar las tasas de suicidio en nuestro país y en todos los países occidentales”.
Para afrontar esta nueva realidad, Pérez Sola no cree oportuno crear unidades médicas dedicadas específicamente al binomio depresión-suicidio, sino que lo que hay que hacer es procurar que la actual “red de salud mental y Primaria”, que ya “está bien dimensionada en nuestro país, se haga cargo de estas situaciones”. Según añade, “en este caso no hablamos de enfermedades especialmente complejas”, sino de “enfermedades relativamente sencillas de tratar, en las que lo importante de verdad es estar ahí, detectarlas, y asegurarse de que los enfermos tienen una accesibilidad muy rápida” a los servicios; en otras palabras, que en cuanto esos pacientes tengan problemas, "podamos actuar sin demoras… eso se hace mucho mejor en una red que funcione correctamente como la que tenemos actualmente, que montando centros específicos que sólo llegan a los enfermos a los que se deriva".
* Según el RAE
Referencias
1. Depresión y suicidio 2020. Documento estratégico para la promoción de la Salud Mental. 2020. Wecare-u. Healthcare Communication Group. ISBN: 978-84-09-23078-5
2. Wasserman, D., Hoven, C. W., Wasserman, C., Wall, M., Eisenberg, R., Hadlaczky, G., Carli, V. School-based suicide prevention programmes: The SEYLE cluster-randomised, controlled trial. The Lancet. 2015; 385(9977), 1536–1544.