Redacción Farmacosalud.com
La fragilidad es un síndrome asociado al envejecimiento que afecta a diferentes sistemas y aumenta el riesgo de la persona mayor de desarrollar discapacidad, dependencia, institucionalización, caídas, hospitalizaciones e incluso la muerte. Para combatir ese tipo de vulnerabilidad, representantes de un grupo de expertos de 22 países y 34 instituciones han reclamado, con motivo de la presentación de la primera estrategia europea sobre envejecimiento saludable, ADVANTAGE JA, que a todos los mayores de 70 años (edad a partir de la cual existe mayor riesgo de deterioro) se les realice un diagnóstico precoz de fragilidad. Una de las pruebas recomendadas para el cribado es el test Short Physical Performance Battery o SPPB, un examen muy completo por cuanto que mide parámetros como el equilibrio y la velocidad de la marcha.
“ADVANTAGE recomienda que a todas las personas mayores de 70 años que acuden al sistema de salud por cualquier causa se les realicen las pruebas para descartar que tengan fragilidad. Sin duda, el mejor lugar es Atención Primaria”, señala en declaraciones a www.farmacosalud.com la Dra. Cristina Alonso, coordinadora adjunta de ADVANTAGE JA.
Dos etapas para el diagnóstico
El diagnóstico de la fragilidad debe llevarse a cabo en dos pasos:
• Primero, debe realizarse un cribado. Para este paso se realizan pruebas muy sencillas que, habiendo sido validadas para el screening, duran pocos minutos y no requieren equipamiento especial. ADVANTAGE recomienda varias, entre otras, la medición de la velocidad de la marcha, el Short Physical Performance Battery o SPPB (un test que mide equilibrio, velocidad de la marcha y tiempo que tarda la persona mayor en levantarse cinco veces de la silla), o una serie de cuestionarios cortos como la Escala clínica de Fragilidad (CFS); Escala de Fragilidad de Edminton (EFS); Índice FRAIL; Inter-Frail; Prisma-7; Cuestionario de Sherbrooke o el Índice del Estudio de Fracturas Osteoporóticas (SOF).
• En caso de que la prueba de cribado sea positiva, se debe llevar a cabo un examen un poco más complejo para confirmar el diagnóstico de fragilidad. ADVANTAGE recomienda los criterios de Fragilidad de L.P Fried, el Índice de Fragilidad o el Rasgo de Fragilidad. “Tras la confirmación del diagnóstico, es muy importante completar la evaluación con una evaluación multidimensional o valoración geriátrica integral, para conocer las causas y desencadenantes de la fragilidad y diseñar una intervención individualizada y efectiva”, explica Alonso.
En definitiva, la estrategia ADVANTAGE apuesta por la realización de pruebas basadas en la evidencia científica, seguidas de una valoración multidimensional o Valoración Geriátrica Integral (VGI), evaluación que “sólo es realizada en algunos centros sanitarios españoles a pesar de que debería efectuarse en todos los lugares donde son atendidas personas mayores, desde hospitales hasta centros de salud y residencias”, declara mediante un comunicado la Dra. Alonso.
Los expertos advierten que la fragilidad, además de constituir la principal causa de dependencia, es una de las mayores amenazas para el gasto sanitario. Tanto es así, que los pacientes con esta vulnerabilidad gastan el 40% del total de recursos a pesar de representar solamente el 10% de todas las personas mayores. Según un estudio reciente, el coste durante tres meses de tratar a un paciente anciano sin fragilidad es de 642 euros, mientras que el gasto se quintuplica al tratar la fragilidad ya avanzada (presencia de 4 o 5 síntomas), ascendiendo hasta los 3.659 euros.
La iniciativa ADVANTAGE JA, liderada por España, y en la que ha participado el Ministerio de Sanidad y diversas comunidades autónomas, ha presentado las conclusiones de tres años de trabajo. Los autores del consenso advierten que, con una población cada vez más envejecida, el coste de no diagnosticar y frenar la fragilidad será inasumible para los sistemas sanitarios. En particular, España puede convertirse en el país más envejecido del mundo para 2050, con un 40% de población por encima de los 60 años, por lo que recomiendan actuaciones públicas para un envejecimiento saludable.
Uno de cada diez mayores presenta síntomas de fragilidad, como falta de energía, pérdida de peso, lentitud y limitaciones de movimiento, si bien la mayoría desconoce su riesgo de dependencia. Los expertos alertan que tampoco los profesionales sanitarios suelen actuar ante estos síntomas, “ya que existe falta de formación en este ámbito y se tratan, con frecuencia, como signos asociados al envejecimiento”, comenta Alonso. El resultado del infradiagnóstico es una limitación de la autonomía personal y una mayor morbimortalidad.
Dos medidas para frenar el infradiagnóstico
Según la coordinadora adjunta de ADVANTAGE JA, “el desconocimiento y la falta de concienciación sobre la fragilidad es una de las principales barreras para lograr un adecuado manejo de las personas que sufren esta condición”. A su juicio, son prioritarias, fundamentalmente, dos medidas para combatir el infradiagnóstico de este problema de salud:
• La primera, lograr que todos los profesionales sanitarios reciban formación de calidad en envejecimiento, y por lo tanto en fragilidad, tanto en el pregrado, como en postgrado y, por supuesto, durante la carrera profesional (formación continuada). “Esta es la única manera de garantizar que los profesionales, tanto los que ya están en el campo de trabajo como los que están saliendo a él, tengan el conocimiento actualizado y las herramientas necesarias para trabajar con personas mayores”, expone.
• La segunda, fomentar la concienciación sobre fragilidad y su papel clave para lograr un envejecimiento saludable. “Los profesionales -sostiene Alonso-, pero también la población general, especialmente las personas mayores y gestores y políticos, tienen que saber qué es el envejecimiento normal y qué se puede esperar de este momento de la vida. Hay que luchar contra la visión negativa del envejecimiento y las actitudes ageístas o de discriminación por edad. Es importante crear una masa crítica dentro y fuera del ámbito sanitario que impulse a resolver las necesidades detectadas en el envejecimiento y la fragilidad”.
Vivir solos por elección o vivir solos sin desearlo
En cuanto a la posible vulnerabilidad de los ancianos que viven solos -cada vez hay más personas mayores que no conviven con nadie, sea por la razón que sea-, la Dra. Alonso advierte que “es importante diferenciar la soledad deseada frente a la soledad no deseada. Existen cada vez más personas mayores que viven solas porque esa es su elección, manteniendo un rol social y un adecuado nivel de relaciones y actividades. Esto, en principio, no es un problema, es el ejercicio de una libertad que tenemos todas las personas. Un buen entorno social ayuda a prevenir el desarrollo de fragilidad y ayuda a detectar los primeros signos”.
“El problema no es vivir solo, sino vivir aislado. Es cierto que esto ocurre con mucha frecuencia cuando los ancianos viven solos, pero también pasa en determinadas instituciones y en algunas familias. Y ese aislamiento constituye por sí mismo un signo no ya de fragilidad, sino de las consecuencias de la misma. Generalmente, ya en estas situaciones existe cierto grado de dependencia que no está siendo bien abordado”, subraya la facultativa.
La buena noticia, según las conclusiones de ADVANTAGE JA, es que la fragilidad, si se diagnostica, puede ser frenada o incluso revertida. Para eso, es importante indicar un tratamiento individualizado que, centrándose en la capacidad funcional, tenga en cuenta el manejo de los eventos agudos y las enfermedades crónicas, así como la prescripción de ejercicio físico y una nutrición adecuada. En el caso de los pacientes polimedicados es necesario, además, “un especial control para intentar evitar los efectos secundarios y las interacciones”, precisa la especialista.
¿Esa vigilancia destinada a combatir la fragilidad debería intensificarse -mediante algo así como una especie de ‘servicio de control a domicilio’- en el caso de los ancianos que viven solos? Alonso insiste en diferenciar entre los que viven así por elección de los que están sometidos a una soledad no deseada: “Las personas mayores robustas y saludables que viven solas por elección son tan capaces como cualquier otra persona. Me cuesta creer que aceptasen ‘servicios de control a domicilio’. Las personas mayores que viven aisladas lo están, generalmente, por algún tipo de discapacidad y/o dependencia, que son consecuencias de la fragilidad. En estos casos son importantes, además de medidas para evitar que la dependencia vaya a más y haya complicaciones de la misma, medidas de soporte encaminadas a cubrir la discapacidad y aminorar, si es posible, la situación de dependencia. En este sentido, en determinadas ocasiones, según las causas del aislamiento, los servicios de apoyo para mejorar la adherencia farmacológica pueden ser de ayuda”.
Por último, los impulsores de ADVANTAGE JA indican que las personas mayores tienen derecho a una atención de calidad, especializada y adaptada a sus necesidades, y aconsejan seguir un estilo de vida saludable, basado en la dieta mediterránea, abundante actividad física y la evitación del alcohol y el tabaco. Asimismo, reclaman más recursos financieros, tanto públicos como privados, para investigar sobre las causas de la fragilidad e impulsar mejoras para su detección y diagnóstico, acorde con la prioridad de salud que todo ello supone.