Dr. Pedro Juan Ibor / Redacción Farmacosalud.com
Para determinar la prevalencia del Dolor en la Atención Primaria española, el doctor Pedro Juan Ibor alude a un estudio datado del año 2010 y que califica como el “más reciente publicado con rigurosidad científica”: en ese informe se habla de una prevalencia del 13% de la población, de la que un 64% corresponde a dolor moderado, un 24% a dolor severo/moderado y un 11% a dolor severo, con una prevalencia ligeramente mayor en mujeres (un 51%). En cuanto a la localización, el dolor de espalda es el más frecuente, llegando a representar el 60% del total.
Por lo que respecta al manejo del Dolor por parte de un médico de Atención Primaria, el doctor Ibor considera que “el paciente con dolor debe ser visto desde un punto integral, estableciendo siempre un diagnóstico y una evaluación previa del dolor. Se debe plantear un plan terapéutico con unas metas. Dicho plan debe ser multimodal, es decir, abarcando tanto tratamientos farmacológicos como no farmacológicos individualizados, en función de cada paciente y siempre basado en la evidencia, asegurando su seguimiento y valorando la derivación a Unidades del Dolor cuando sea preciso. El abordaje del dolor, fundamentalmente el crónico, ya que constituye en sí mismo una enfermedad, requiere unas intervenciones no solo farmacológicas -que son el eje-, sino también en la esfera psíquica y del entorno social del paciente”.
Escalas de evaluación del Dolor
Según el miembro de SEMERGEN, el Dolor debe clasificarse, básicamente, “en función de su mecanismo de producción, ya que todos los dolores no comparten el mismo mecanismo y el tratamiento va a depender de esos mecanismos, sin dejar de valorar la duración, la intensidad, la localización, enfermedades concomitantes, etc...” Atendiendo a esos parámetros, el dolor en función del tiempo es agudo o crónico en el caso de una duración superior a 3 meses; en función de la intensidad será leve, moderado o severo; en función de la localización será lumbar, cervical, torácico... y por último, en función del mecanismo se producción podrá ser nociceptivo, neuropático o mixto, explica el doctor.
Uno de los grandes retos a que se enfrentan los médicos en sus consultas es la medición de la intensidad del Dolor. “Se utilizan las escalas de evaluación, que están basadas en preguntar al paciente por su percepción del dolor, y son básicamente subjetivas, puesto que el dolor es una experiencia que transmite el paciente y no tenemos un método cien por cien objetivo para medir esa intensidad”, argumenta el facultativo. Y añade: “es interesante valorar, también con escalas, la calidad de vida del paciente, ya que este dato es mucho más objetivo y nos permite valorar indirectamente la repercusión del dolor sobre la autonomía del paciente”.
Tres escalones analgésicos del Dolor
La escalera analgésica del Dolor promulgada por la OMS define qué tratamientos hay que prescribir en cada caso. La estrategia empleada en el primer escalón de dolor pasa por “la utilización de fármacos como el paracetamol, el metamizol, o los antiinflamatorios no esteroideos (ibuprofeno, naproxeno, diclofenaco, celecoxib, etoricoxib...), junto con medicamentos coadyudantes (gabapentina, pregabalina, amitriptilina, carbamazepina, duloxetina...)”, detalla Ibor. En el segundo ‘peldaño’ terapéutico, “se amplía el primer escalón con la utilización de los denominados opioides menores, tramadol y codeína, denominándose menores por su menor intensidad analgésica” con respecto a “los denominados mayores, aunque comparten el mismo mecanismo de acción”, especifica. Y a partir de aquí se llega al tercer escalón (dolor más intenso), en el que, “aparte de poder utilizar cualquier fármaco de los anteriores escalones, el eje es la utilización de los opioides mayores, tanto de acción corta como retardada; los más utilizados son la morfina, el fentanilo, la oxicodona, la buprenorfina, la hidomorfona y el tapentadol. En la actualidad -prosigue Ibor- los efectos secundarios de estos fármacos han sido muy minorados con respecto a los que se utilizaban hace algún tiempo, sobre todo los opioides de acción retardada, en los que el efecto adictivo es prácticamente nulo y el efecto sobre el tránsito intestinal, estreñimiento, muy minorado”.
El experto, además, explica que un médico de Atención Primaria debe tener en cuenta otros preceptos en el manejo del Dolor: “en primer lugar, un buen diagnóstico del tipo de dolor en función del mecanismo de producción del mismo; en segundo lugar, medir el dolor, fundamentalmente la intensidad… estas dos actuaciones condicionarán el tratamiento. Nunca perder de vista la visión integral del paciente, tanto en su esfera física, como psíquica y social, ya que todas influyen en el dolor. Y por último, saber que el dolor es una experiencia sensorial y emocional desagradable, individual y subjetiva que tiene cada paciente individualmente”.
Medidas no farmacológicas en Atención Primaria para el dolor crónico
Preguntado por las medidas no farmacológicas que se contemplan para tratar el dolor crónico, Ibor expone que “estas medidas deben ser incluidas dentro del tratamiento global del tratamiento del dolor”. Entre ellas destacan la fisioterapia, TENS, educación sobre el dolor, estrategias de control del estrés, psicología... “todas estas acciones son llevadas dentro del ámbito de la Atención Primaria”, señala el especialista, quien agrega que “hay otras técnicas no farmacológicas, denominadas invasivas, que se realizan en las Unidades del dolor hospitalarias, técnicas como los bloqueos de raíces nerviosas, rizólisis y electroestimulacion nerviosa… deben realizarse en centros hospitalarios”.