Graeme Macrae Burnet, autor de la novela ‘Caso clínico’ (Editorial Impedimenta): Graeme Macrae Burnet nació en Kilmarnock, Escocia, en 1967. Antes de consagrarse a la escritura, fue profesor de Literatura Inglesa en diversas ciudades de Europa. Su primera novela, ‘La desaparición de Adèle Bedeau’ (2014; Impedimenta, 2021), ganó el Scottish Book Trust New Writers Award; la historia continuaría en 2017 con la publicación de su secuela, ‘The Accident on the A35’, y ese mismo año fue nombrado Autor del Año en los Sunday Herald Culture Awards. Su aclamada segunda novela, ‘Un plan sangriento’ (2015; Impedimenta, 2019), quedó finalista del Man Booker Prize en 2016 y ha sido traducida a más de veinte lenguas. ‘Caso clínico’ (2021; Impedimenta, 2022) es su cuarta novela. Actualmente vive en Glasgow.
Redacción Farmacosalud.com
Una mujer que investiga el suicidio de su hermana por sospechar que el autor intelectual de su muerte es un terapeuta de la denominada ‘antipsiquiatría’ es el punto de partida de la novela ‘Caso clínico’. Escrita por Graeme Macrae Burnet, la obra teje un drama psicológico en el que el juego del gato y el ratón invita a dudar entre la verdad y el engaño. El relato profundiza en cuestiones como la locura, la identidad, la dualidad y el fingimiento en medio de un decorado coloreado con una controvertida terapia que se erige como un personaje más del rompecabezas. Aires pop sesenteros, tintes hitchcockianos y destellos de humor negro para una historia en la que doctor y paciente, narrador y personaje, cazador y cazado, se confunden mientras coquetean con emociones de alto voltaje en una consulta de lo más noir.
‘El hombre más peligroso de Gran Bretaña’
«A Finales de 2019 recibí un correo electrónico de un tal Martin Grey, de Clacton-on-Sea. Obraban en su poder varios cuadernos manuscritos por su prima, que, en su opinión, podrían servir de base para un libro interesante». Así empieza el prólogo de la novela ‘Caso clínico’, y, Macrae Burnet, como buen novelista, mantiene el pulso ya desde el principio al no aclarar a www.farmacosalud.com si de verdad él mismo, el autor, recibió ese correo o algo parecido que le inspirara para escribir la obra, o bien el prólogo fue fruto de su prolífica imaginación: “creo que corresponde al lector decidir lo que puede o no ser ‘cierto’ en la novela”.
Lo que sí es seguro es que Macrae Burnet se sumerge en el material documental narrado, fechado en los años 60 del siglo pasado, y descubre la historia de una mujer que, en el Londres de la época, parece albergar sospechas de que el suicidio de su hermana fue incentivado por su psiquiatra, el famoso terapeuta A. Collins Braithwaite.
Así lo relata dicha mujer en ‘Caso Clínico’: «Animada por este espíritu, empezaré por exponer los hechos. El peligro al que he hecho alusión radica en la persona de Collins Braithwaite. Ustedes mismos habrán oído a los medios describirlo como ‘el hombre más peligroso de Gran Bretaña’ en relación con sus ideas sobre la psiquiatría. Yo creo, sin embargo, que es peligroso no solo por sus ideas. Y es que, verán, estoy convencida de que el doctor Braithwaite mató a mi hermana, a Veronica. No me refiero a que la asesinara en el sentido literal de la palabra, sino que, a pesar de todo, él es tan responsable de su muerte como si la hubiese estrangulado con sus propias manos. Hace dos años, Veronica se tiró desde el paso elevado de Bridge Approach, en Camden, y murió atropellada por el tren de las 16:45 a High Barnet. Cuesta imaginar a una persona menos inclinada a cometer un acto semejante. Tenía veintiséis años, era inteligente, le iba bien y poseía un atractivo pasable. A pesar de todo esto, y sin que lo supiéramos mi padre y yo, llevaba varias semanas acudiendo a la consulta del doctor Braithwaite. Esto lo sé porque él mismo me lo contó».
¿Collins Braithwaite, un insaciable come-cocos?
Con estos antecedentes inquietantes sobre míster Braithwaite, es inevitable revolver entre los ejemplares de la biblioteca y recuperar otros célebres personajes ficticios de la Psiquiatría, como el doctor Hannibal Lecter, el psiquiatra psicópata aficionado al canibalismo. ¿Así pues, Collins Braithwaite -sea o no un asesino o un inductor al suicidio- come pensamientos de la gente en lugar de comer carne humana, como hacía Lecter? “Realmente no lo creo”, contesta lacónicamente Macrae Burnet. Vamos, que cada terapeuta -o antiterapeuta, como veremos- en su sitio y cada uno a lo suyo…
«Braithwaite había sido contemporáneo de R. D. Laing y una especie de enfant terrible del movimiento ideológico conocido como ‘antipsiquiatría’ de la década de 1960», apunta el prólogo. “Para mí -sostiene Macrae Burnet-, la antipsiquiatría era un movimiento que cuestionaba muchas de las prácticas (como la lobotomía, la prescripción excesiva de fármacos, el uso de la TEC*) y estrategias de la psiquiatría hasta ese momento (el término se acuñó en 1968)”. Con respecto a la contradicción que supone ejercer la psiquiatría mediante la antipsiquiatría -si es que en realidad es así de contradictorio-, el escritor comenta que “no me corresponde a mí decir cómo debe practicarse la psiquiatría: soy novelista, no un profesional de la medicina”.
*TEC: terapia electroconvulsiva
‘El primer cuestionamiento de la antipsiquiatría fue el manicomio y sus prácticas de encierro’
La antipsiquiatría ha hecho correr ríos de tinta, en la que se han zambullido estudiosos como Juan Carlos Cea Madrid y Tatiana Castillo Parada. Según explican, ‘el primer objeto de cuestionamiento de la antipsiquiatría fue el manicomio y sus prácticas de encierro. Experiencias locales como las comunidades terapéuticas que se desarrollaron en Inglaterra de la mano de David Cooper y Ronald Laing representaron alternativas de abordaje comunitario en el campo de la locura […] Este nuevo referente del movimiento antipsiquiátrico comprendía una batalla cultural en el campo de la subjetividad, e integraba una perspectiva crítica hacia las formas de dominación que dependían de la coerción directa para mantener el consenso social y del control social a distancia bajo los parámetros de normalidad establecidos’.
‘En este nuevo escenario -prosiguen Cea y Castillo-, se comprendía que junto a la segregación brutal y la exclusión manicomial, la marginación de los individuos también pasaba por la negación de su capacidad de sujeto y por la destrucción de su historia. Así, junto a las prácticas abusivas de restricción física o química, este movimiento también denunciaba la supresión de las voces subalternas, el régimen dominante de la narrativa psiquiátrica omnipresente de la “enfermedad mental” y la negación de las historias de vida de las personas etiquetadas con diagnósticos psiquiátricos’.
Anti- anti- anti-…
El caso es que la mujer que sospecha que su hermana se suicidó por el influjo devorador de Braithwaite está plenamente decidida a descubrir la verdad, y para ello asume una identidad falsa, un nuevo nombre, adopta una nueva personalidad y acude a la consulta del facultativo para someterse a terapia. O, mejor dicho, a antiterapia. Ella misma muestra su animadversión hacia este gurú de la antipsiquiatría tras haberlo visto en una entrevista televisiva: «Los periódicos del día siguiente condenaron sin excepción el comportamiento del doctor Braithwaite: era la personificación de lo peorcito de la Gran Bretaña moderna; sus libros estaban repletos de ideas terriblemente obscenas y exhibían la vertiente más ruin de la naturaleza humana. El día después, como es natural, me pasé por la librería Foyle’s a la hora del almuerzo y pedí un ejemplar de su último libro, un tocho con el título nada atractivo de ‘Antiterapia’».
Ante tanto anti-esto, anti-aquello (antipsiquiatría, antiterapia), Macrae Burnet se apresura a decir que “'Caso clínico’ es sin duda una novela y no una antinovela. Utiliza técnicas y estrategias (como los documentos encontrados y el encuadre metaficcional) que han existido desde los inicios de la novela”. Entendido… nada mejor que leer detenidamente sus páginas. Anti-lectores, abstenerse… o no...