Redacción Farmacosalud.com
Un análisis llevado a cabo por el Institut d'Investigacions Biomèdiques August Pi i Sunyer (IDIBAPS) y el Hospital Clínic de Barcelona, presentado en el Congreso de las Enfermedades Cardiovasculares de la Sociedad Española de Cardiología (SEC), sostiene que el ejercicio físico de elevada intensidad ha demostrado ser dañino a nivel de las aurículas y el ventrículo derecho (no así el izquierdo), incrementando el riesgo de padecer arritmias. “Nuestra hipótesis es que esta diferencia resulta de las distintas características en la estructura y función del ventrículo derecho y el izquierdo”, señala el Dr. Eduard Guasch, uno de los firmantes del estudio. Desde hace años varios estudios ya demostraron el riesgo de arritmias en deportistas de élite, si bien “lo que se está demostrando ahora es que este riesgo no es solo para profesionales del deporte, sino también para gente que practica ejercicio intenso de forma habitual”, precisa Guasch.
“El ventrículo izquierdo tiene una pared más gruesa que lo protege del exceso de trabajo durante el ejercicio y le confiere mayor capacidad de adaptación, mientras que las paredes del ventrículo derecho y las aurículas son mucho más delgadas. Estos últimos sufrirían mucho más (incremento de tensión de pared) durante el ejercicio y cada episodio de éste dañaría microscópicamente el ventrículo derecho y las aurículas, desarrollando a la larga fibrosis miocárdica”, aclara el especialista.
Pruebas en casos de sedentarismo, ejercicio moderado y ejercicio intenso
Para el estudio se separó a 60 ratas en tres grupos: 20 sedentarias, 20 que practicaban ejercicio moderado (recorriendo 35cm en cinta en 45 min) y 20 que practicaban ejercicio intenso (recorriendo 60cm en cinta en 60 min). El protocolo de ejercicio se llevó a cabo una vez al día, cinco días a la semana, con descanso de dos días por semana, hasta completar 16 semanas. Mediante estudios electrofisiológicos similares a los que se realizan en humanos, los expertos lograron cuantificar la facilidad para desarrollar arritmias en los modelos animales. Pudieron inducir taquicardias ventriculares en un 42% de las ratas sometidas a ejercicio intenso y solo en un 6% de las ratas sedentarias, e indujeron fibrilación auricular en un 64% de ratas entrenadas y solo un 15% de ratas sedentarias.
“Demostramos que el efecto del ejercicio físico intenso en el ventrículo izquierdo es similar al del ejercicio moderado, y cualitativamente distinto al de la insuficiencia cardiaca. En este trabajo nos centramos en el remodelado molecular, pero no cuantificamos la inducibilidad de arritmias”, explica la Dra. Montserrat Batlle, coautora del estudio. “Es importante remarcar que no podemos extrapolar estos porcentajes directamente a los atletas”, puntualiza. Por su distinta longevidad, es difícil comparar la duración de ejercicio en ratas con la de los humanos. Sin embargo, “el modelo de rata durante 16 semanas es un intento de equiparar 10 años en humanos, teniendo en cuenta que la vida media de las ratas con las que solemos trabajar es de poco más de 2 años”, apunta el cardiólogo del Hospital Clínic.
Los deportes de equipo y fuerza (pesas, gimnasio…) no se asocian a riesgo de arritmias
En trabajos previos, este grupo de especialistas estudió qué ocurría con periodos más cortos de ejercicio, detectando que, tras 8 semanas de ejercicio, el corazón experimentaba cambios adaptativos evidentes, pero aún no aparecían los efectos perjudiciales. Tras las 16 semanas de ejercicio sí emergió la fibrosis (cicatrices) en la aurícula y el ventrículo, confirmando que solamente el ejercicio prolongado llega a ser perjudicial. Para Guasch, esto “sugiere que el daño se produce y acumula lentamente, a lo largo de años”.
Del mismo modo, los estudios existentes hasta la fecha apuntan que, en caso de revertirse los daños con el cese de la actividad intensa, lo hacen de forma incompleta. El Dr. remarca que “se ha observado con este mismo tipo de ratas que después de acabar el protocolo de ejercicio y descansar 8 semanas, persiste la fibrosis tanto del ventrículo derecho como de las aurículas. Sin embargo, el riesgo de fibrilación auricular parece reducirse”.
Los deportes que conllevan un mayor riesgo de arritmias son aquellos considerados de resistencia, como el ciclismo o el atletismo, al multiplicar por cinco los litros de sangre que bombea el corazón cada minuto. Los de equipo y de fuerza (pesas, gimnasio…) “no han demostrado ser perjudiciales en este sentido”, según Guasch. Como ejemplo, explica que “los corredores de maratón tienen 8 veces más riesgo de padecer fibrilación auricular que la población general”. Como conclusión, el facultativo apunta que “cuando se realiza con intensidad y cantidad moderada, cualquier tipo de ejercicio es beneficioso. En términos generales, casi siempre hacer “mucho” deporte es mejor que no hacer nada y seguir un estilo de vida sedentario.