Redacción Farmacosalud.com
El doctor Jordi Miró, director de la Unidad para el Estudio y Tratamiento del Dolor del Instituto de Investigación Sanitaria de la Universidad Rovira i Virgili de Tarragona*, es capaz de sacar los colores a los adultos de una sociedad occidental que se autodenomina avanzada. Sus revelaciones sobre el dolor crónico infantil son, sencillamente, alarmantes: “Lo que está sucediendo todavía es que el dolor en los niños está siendo ignorado por la sociedad y también por los especialistas. No hay especialistas bien formados para atender las necesidades de esta población. En España no existe ningún Unidad especializada, al menos de relevancia parecida a las destinadas a adultos, para el dolor crónico infantil”. “Si los especialistas no prestan mucha atención a este problema, no es de extrañar que los padres o las madres de los niños afectados tampoco le hagan mucho caso”, asegura Miró, quien añade que el calvario de los menores con dolor crónico puede manifestarse con especial virulencia en los patios de las escuelas, donde estos pacientes “dejan de quejarse porque sus compañeros les tratan mal, los rechazan, no quieren jugar con ellos”. Según el doctor, el dolor crónico infantil tiene mayor incidencia en “las niñas, o cuando menos las niñas informan de forma más habitual de este tipo de problemas”. En esta entrevista Miró tiene tiempo también para echar la vista atrás y narrar un panorama estremecedor, digno de una película de terror: “hasta mediados de los años 80 en muchos sitios del mundo las intervenciones quirúrgicas a menores de dos años se realizaban sin ningún tipo de anestesia”, práctica que se basaba en la teoría de que “los niños no experimentaban dolor o que, en cualquier caso, el que experimentaban no era muy importante”.
-El 30% de la población infantil tiene problemas crónicos de dolor. ¿De qué tipos de dolor estamos hablando?
En ese 30% podemos incluir cualquier tipo de dolor. De hecho, esos datos pertenecen a un estudio epidemiológico que realizamos en los que se incluía cualquier tipo de dolor que cumpliera los criterios de cronicidad. Las molestias más habituales son dolor de cabeza, dolor abdominal y dolor de extremidades, tanto inferiores como superiores. Estos datos son coincidentes con todos los estudios epidemiológicos que se han publicado a nivel internacional.
-¿El dolor crónico afecta más a niños o a niñas?
Hay diferencias en cuanto a sexo, afecta más a las niñas, o cuando menos las niñas informan de forma más habitual de este tipo de problemas. El dolor acaba afectando más a las mujeres que a los hombres, algo que observamos a lo largo de todo el ciclo vital, y así también se manifiesta en la población infantil. Hay problemas de dolor que, sin duda, están ligados al sexo de las personas: la fibromialgia afecta particularmente a las mujeres, mientras que la lumbalgia afecta más a los hombres.
-¿A qué edades empiezan a manifestarse dichas molestias en los menores?
Se pueden presentar a cualquier edad. Hace unos años, el límite temporal para establecer un criterio de dolor crónico eran seis meses, ahora el criterio está establecido en tres meses. Es decir: estamos hablando de un problema de dolor crónico ante cualquier dolor que vaya más allá de los tres meses y que no se resuelva satisfactoriamente aun utilizando los tratamientos médicos más sofisticados. Por lo tanto, eso puede aparecer en cualquier momento del ciclo evolutivo.
-¿Ese 30% de menores están condenados a seguir sufriendo dolor en la edad adulta teniendo en cuenta la cronicidad de las patologías? ¿Existe alguna manera de mitigar o erradicar esas molestias?
Sí, existen maneras, hay formas. Está bien establecido qué y cómo deberíamos hacerlo… otra cosa es si se hace. Y tengo que decir que en estos momentos, en España, desgraciadamente no se están aplicando los conocimientos que tenemos disponibles. Por otra parte, sabemos que un dolor mal controlado en esta etapa del desarrollo es uno de los predictores más importantes de dolor crónico y de discapacidad en edades adultas. Sabemos que si el dolor se ha cronificado es difícil que desaparezca completamente. Hay un grupo de pacientes en los que incluso los tratamientos más elaborados y más sofisticados no funcionan. Para ese grupo de pacientes podemos conseguir reducir la intensidad del dolor y reducir el impacto del dolor en su calidad de vida, lo que también está relacionado con menores problemas en edades adultas o en la ancianidad.
-En España no existe ninguna Unidad Multidisciplinar de Dolor especializada en dolor crónico infantil. ¿Cómo es posible que haya ese ‘vacío’ asistencial?
Sinceramente, no tengo una respuesta simple a esa pregunta. Pero si nos fijamos de dónde venimos, quizás podamos entender un poco dónde nos encontramos: hasta hace relativamente poco se consideraba que los niños no experimentaban dolor o que, en cualquier caso, el que experimentaban no era muy importante. Por tanto, en cierta medida ese dolor era despreciado. Como ejemplo, podemos recordar que hasta mediados de los años 80 en muchos sitios del mundo las intervenciones quirúrgicas a menores de dos años se realizaban sin ningún tipo de anestesia. Es tremendo. En la mayoría de los lugares del mundo se hacía así. No ha pasado tanto tiempo desde entonces. Hay que recordar expresiones como ‘los niños son de goma’, ‘los niños no se hacen daño’, ‘son dolores del crecimiento’... Estoy dispuesto a aceptar el hecho de que crecer puede provocar dolor, pero otra cosa distinta es no hacer nada al respecto. Lo que está sucediendo todavía es que el dolor en los niños está siendo ignorado por la sociedad y también por los especialistas. No hay especialistas bien formados para atender las necesidades de esta población. En España no existe ningún Unidad especializada, al menos de relevancia parecida a las destinadas a adultos, para el dolor crónico infantil.
-¿Qué propone usted para llenar dicho ‘vacío’ a corto y medio plazo?
Nosotros, en el Hospital Universitario Sant Joan de Reus (Tarragona), tenemos algo que sería muy parecido a esa Unidad a la que yo aludía. Estamos administrando programas de tratamiento que vienen a intentar ayudar a estos niños y a sus familias a resolver estos problemas; pero no es una Unidad reconocida como tal, sino que es fruto de nuestros programas de investigación, que están financiados por diferentes entidades. Lo que yo propondría es intentar trasladar esta experiencia a otros hospitales y contribuir a la formación de especialistas. De hecho, hay un estudio canadiense que comparaba la formación de los veterinarios con la de los médicos dedicados al dolor. Los datos son bastante reveladores: los veterinarios recibían cinco veces más horas de formación que los médicos sobre el dolor. Me parece muy bien que los animales no sufran, pero lo mismo deberíamos esperar o exigir de los especialistas que atienden a las personas con problemas de dolor, y particularmente los niños, porque además éstos tienen menos recursos para hacer frente a dichos problemas. Es decir, el dolor infantil está siendo poco considerado y poco atendido.
-Así pues, los adultos tienden a no prestar toda la atención que sería deseable a los menores con dolor. ¿Quiere añadir algo más al respecto?
Si los especialistas no prestan mucha atención a este problema, no es de extrañar que los padres o las madres de los niños afectados tampoco le hagan mucho caso. Si, por ejemplo, el especialista está diciendo ‘este niño no tiene nada’ a pesar de que ese niño/a se queje de dolor, ¿qué va a hacer un padre o una madre, que no tienen una formación especializada? Pues seguir los consejos que el médico le da. Hay que promover también la investigación en dolor infantil. España es uno de los territorios de los países de nuestro entorno que genera menos investigación en ese ámbito… esto debería cambiar. Somos muy pocos los que estamos generando resultados en investigación sobre dolor infantil.
-Los niños con dolor, por su parte, tienden a dejar de quejarse tras un reclamo de atención fallido. ¿Hasta qué punto esa circunstancia puede agravar los cuadros dolorosos en la población infantil?¿Puede generar un mal control crónico del dolor?
Exacto, ese es otro de los problemas con el que tenemos que lidiar. Si a un niño un especialista le dice ‘tú no tienes ningún problema’ y por tanto se asume y está implícito que ‘no deberías quejarte’, el niño acaba por dejar de quejarse o por dejar de pedir ayuda, porque el rechazo que recibe de los demás es muy importante. En las escuelas hemos observado que los niños con problemas de dolor dejan de quejarse porque sus compañeros les tratan mal, los rechazan, no quieren jugar con ellos, les faltan al respeto de múltiples formas. Los niños pueden llegar a ser muy crueles al no ser conscientes del daño que pueden causar; es decir, no es que sean crueles, sino que puedan llegar a ser muy crueles sin pretender llegar a esa crueldad. Si el niño afectado no demanda ayuda, es muy difícil que la ayuda se llegue a concretar, el dolor tiende a empeorar y seguramente será causa de problemas crónicos y de discapacidad cuando el niño sea adulto.
* El Instituto de Investigación Sanitària Pere Virgili (IISPV) ha colaborado a la hora de contactar con el Dr. Miró