Lluís Bohígas
La diabetes es una enfermedad muy prevalente. Los datos del estudio epidemiológico ‘Di@betes’ de Soriguer y otros, publicado en 2012, indicaba que hay 5,3 millones de personas afectadas, de las que el 43% desconoce que padece la enfermedad. El hecho de conocer que se padece diabetes no es indicativo de buen control, pues Martin Vaquero y otros determinan que entre el 40 y el 70% de las personas con diabetes están mal controladas.
El control de la diabetes la realizan profesionales sanitarios en atención primaria o en el hospital. A los pacientes se les hacen exámenes y analíticas, y en su caso se prescriben medicamentos o insulina. Algunos pacientes se autocontrolan mediante tiras reactivas y en caso de una descompensación, acuden a urgencias. El coste del control de la diabetes ascendió en el año 2013 a 2.575 millones de euros, según el estudio de Crespo y otros. Este importante coste sirve para evitar o retrasar las complicaciones de la diabetes, pero la situación de mal control conduce a que el coste de tratar las complicaciones sea incluso más alto que el control, y en el mismo estudio del año 2013 se evaluó en 3.234 millones de euros.
La diabetes es una enfermedad progresiva que a medida que avanza va provocando complicaciones que aumentan el coste del tratamiento. En la ‘Estrategia Navarra de la Cronicidad’ se evaluó que un paciente diabético en un estado inicial tenía un coste anual de 1.778 €; cuando este paciente se complicaba y alcanzaba un nivel moderado de cronicidad, el coste ascendía a 5.145€, pero cuando las complicaciones eran ya muy graves, el coste anual del paciente podía ascender a 19.613€.
Los costes sanitarios de la diabetes son solo una parte del coste de la enfermedad, pues la sociedad ha de costear las jubilaciones anticipadas, las bajas laborales y los servicios sociales con un coste muy elevado, según un estudio de la ‘London School of Economics’.
La gestión de la diabetes requiere un esfuerzo coordinado de diferentes niveles asistenciales y del propio paciente. La educación diabetológica es fundamental para tener un paciente activo, que cambie su estilo de vida y mejore su ejercicio y su dieta. El paciente debe controlar su glucemia y tomar los medicamentos y la insulina prescritos. Este esfuerzo se traduce en un buen control de la diabetes que se mide por una hemoglobina glicosilada de acuerdo con los objetivos marcados por el médico. Este buen control tiene una repercusión económica directa. En un estudio de Mata y otros sobre más de 200.000 pacientes tratados en el sistema público en Catalunya se comprobó que el paciente bien controlado tiene un coste anual en servicios sanitarios inferior (500€ menos) respecto al que tiene mal control.
Se dedican más recursos a tratar las complicaciones de la diabetes que a un buen control de la misma, y sin embargo el buen control ahorra costes. Para lograr un buen control es necesaria la cooperación del paciente.