Reyes Martínez, autora del libro ‘El centinela’ (HaperCollins Ibérica): Reyes Martínez (Madrid, 1972) desde hace años reside en Gijón y compagina su trabajo en un hospital como especialista en radiodiagnóstico con su afición a la escritura. Hasta el momento tiene más de diez obras publicadas destinadas al público infantil, juvenil y adulto. Entre las policiacas, destaca ‘Una pieza de más’, y entre las infantiles y juveniles, ‘Candela y el misterio de la puerta entreabierta’ y ‘El centinela’, publicada por primera vez en el 2018. Ahora se presenta en una edición revisada.
Redacción Farmacosalud.com
Según un estudio social realizado en España por la Unidad de Psicología Preventiva de la Universidad Complutense de Madrid junto a la Fundación ColaCao, casi dos estudiantes por clase de promedio reconocen sufrir acoso escolar (una forma de maltrato conocida también como bullying). Este dato significa que el 6,2% de los estudiantes de entre 4º de Primaria y 4º de Secundaria manifiestan haber padecido acoso escolar en los últimos meses. En contraposición, la investigación también apunta que el 2,1% de los encuestados se reconocen como acosadores, lo que refleja que hay un hostigador por cada dos clases.
El bullying es un fenómeno tremendamente complejo, por cuanto que no todo lo que se denuncia es acoso escolar, y además hay hostigadores que actúan fuera de las horas de clase, por lo que la detección y el control de tales comportamientos queda, en principio, fuera del alcance de los docentes. También hay conductas pasivas que no ayudan a combatir esta lacra, sino más bien todo lo contrario, como por ejemplo la actitud mostrada por los denominados ‘espectadores’, quienes, a pesar de ser testigos de los episodios de acoso, no intervienen por no resultar directamente afectados por los mismos. En todo este contexto, el libro ‘El centinela’, de Reyes Martínez, adquiere un tono que fomenta la búsqueda de soluciones mediante una pedagogía recubierta de entretenimiento, inherente al formato de novela. No hay nada como aprender mucho leyendo un poco.
-Su libro se inspira en un caso real: usted se entera de que la hija de una amiga ha sido denunciada por acosar a una compañera de instituto. Después se conoce que el total de chicos denunciados son 8, quienes de presuntos acosadores pasan a acosados, ya que, según parece, la chica denunciante en realidad no había sufrido ningún hostigamiento, aunque ella lo hubiera percibido como tal. ¿Por qué la denunciante percibía que estaba siendo hostigada, qué le ocurría en realidad?
Bueno, eso lo supimos después de un tiempo. Pero esta alumna en cuestión tenía problemas de todo tipo, y lo peor era que cada vez que tenía un percance, llegaba a casa diciendo que la estaban acosando. Y sus padres, en lugar de hablar con el centro, iban directamente a la policía a poner una denuncia. Esta chica lo que tenía era una cantidad enorme de complejos, sentía miedo de todo y de todos y tampoco era capaz de enfrentarse a las consecuencias de sus propios actos porque sus padres eran los que lo hacían por ella desde siempre.
En un capítulo cuento cómo varias alumnas juegan a poner insultos en la pizarra. El juego era poner y borrar insultos (no destinados a nadie) mientras llegaba el profesor. Cuando este llegara, la que hubiera puesto el último insulto, perdía. Desde luego, como juego es bastante estúpido, pero intención de hacer daño a alguien no la había (de hecho, un profesor en prácticas se encontraba en el aula cuando este episodio se produjo en la vida real y fue él quien lo contó). La alumna de la que hablábamos -la que se sentía hostigada- demandó a esas dos compañeras porque, según decía, los insultos estaban destinados a ella. Y, como esta, fueron el resto de las denuncias.
-Más allá de este caso en concreto… ¿la persona que es acosada puede llegar a ser incluso más despiadada que sus agresores si se venga de ellos?
Creo que sí, estamos hartos de verlo en la violencia de género… ¿cuántos maltratadores han sido maltratados de pequeños, verdad? El problema que veo ahora mismo es que no todo es acoso, y que cuando lo hay de verdad, se intenta solucionar cuando ya se ha producido… y la clave está en la prevención.
Quiero que quede claro que estoy en completo desacuerdo con el acoso escolar. Pienso que, si no se llega a la raíz de lo que lleva a un acosador a hacer daño a un compañero, jamás se podrá acabar con esta clase de hostigamiento. Es primordial proteger a la víctima y analizar la conducta del agresor. Por supuesto, toda acción conlleva una reacción. El acosador tendrá que asumir las consecuencias de lo que ha hecho, pero no se puede olvidar que también es un joven al que, algo, le lleva a hacer daño.
-Usted apuesta por impulsar la figura del ‘centinela’, una especie de vigilante anónimo que vela para que las conductas de atosigamiento no se lleguen a producir. ¿Quién debería ejercer esa función en escuelas e institutos?
En muchos centros educativos en los que he tenido el placer de que lean ‘El centinela’ han implantado esta figura, haciendo cambios. Hay un montón de programas en los que un alumno se encarga de otro para que no tenga problemas durante sus años de instituto. Creo que esto debería ser voluntario. Si todos los alumnos velaran por un compañero, el acoso tendría los días contados. Soy consciente de lo utópico de la propuesta -soy una persona muy realista, tengo los pies en la tierra-, pero la teoría sería así: un estudiante que vele por el bienestar de otro y observe quién puede estar en peligro y quién está provocando esa situación de riesgo.
Hay institutos en los que han pedido voluntarios para este proyecto y se ha presentado toda la clase.
-Cuidado porque, si al final algún agresor se entera de que el centinela es un alumno, inevitablemente el vigilante será visto como un chivato y las represalias del acosador contra él podrían ser terribles, resultando el remedio peor que la enfermedad…
Claro. Pero si los centinelas son todos menos el agresor, ¿éste se va a enfrentar a toda la clase? En realidad, el problema mayor, a mi parecer, es la cantidad de alumnos y docentes que se quedan al margen porque los casos que ven no les afectan directamente, comportamiento que encaja en la famosa figura del ‘espectador’.
En este libro pretendo demostrar que todos tenemos un papel que asumir en el acoso escolar, y que está en nuestras manos elegir ser espectador o centinela. No sirve decir “no puedo hacer nada…” TODOS podemos aportar nuestro granito de arena. Además, el centinela no es un chivato, eso queda muy claro tras leer la novela.
-¿El centinela podría ser incluso algún tipo de Inteligencia Artificial (IA)?
Mientras la IA carezca de empatía, no, no puede ser. Es básico potenciar la inteligencia emocional desde pequeños, para que los niños de edades tempranas sean capaces de discernir entre lo que duele y lo que no, entre lo que provoca dolor y lo que no lo provoca. La IA seguro que puede ayudar a dar soluciones a ciertos problemas, pero jamás ayudará a hacernos ver lo que siente un compañero.
-El sufrimiento de los padres del estudiante acosado son tremendos, pero, ¿quién se ocupa del padecimiento de los progenitores del hostigador? Porque debe ser muy duro saber que tu hijo se comporta de ese modo tan sádico…
Precisamente fue esta idea la que me llevó a escribir el libro. Cuando mi amiga me llamó llorando porque acababa de recibir la noticia, directamente comunicada por la policía, de que su hija había sido denunciada por acosar a una compañera, yo me puse en su lugar. Pienso que, como padres, es horrible saber que a tu hijo le están haciendo daño, pero, por otro lado, estamos preparados para que eso ocurra y saltar a defenderlo si llegara a pasar. Es algo que te llega en cuanto tienes a tu crío en brazos, es la necesidad innata de protegerlo.
Pero no estamos preparados para pensar que nuestro hijo es un monstruo que está provocando ese daño a los demás. Es como un doble fracaso: ser incapaces de protegerlo y ser incapaces de darle una educación y unos valores que le permitan elegir no lastimar a un compañero.
-En su libro, Toño, el director de un instituto de Gijón (Asturias), está convencido de que en su centro no hay ningún caso de acoso escolar, pero la realidad es distinta, puesto que más adelante se da cuenta de que no ha sido capaz de detectar ciertos episodios de hostigamiento. ¿La dirección y profesores de los centros educativos siempre son los últimos en enterarse de esta clase de situaciones?
Creo que no, si bien es muy complicado estar al tanto de lo que ocurre con nuestros jóvenes, porque, sobre todo a ciertas edades muy cercanas a la adolescencia, los chicos ven a los adultos como a un enemigo. Por supuesto, no siempre es así, pero es algo bastante general.
La mayor parte de los docentes saben cuándo está ocurriendo algo y cuándo no, por las señales que desprenden los alumnos, pero no siempre pueden actuar. Y, en algunas ocasiones, prefieren no hacerlo. Por suerte, cada vez encuentro más docentes implicados en esta lucha contra el acoso escolar, la verdad. Pero sí he de decir que, en el caso real que inspiró ‘El centinela’, el director del instituto prefirió mirar hacia otro lado y sólo actuó cuando se le obligó a hacerlo. Por eso me inventé a Toño, que para mí sería el director ideal.
-Claro que, los maestros, en algunos casos, puede que no tengan ninguna responsabilidad por no haber detectado nada. Es decir, si el acoso contra un compañero de instituto se produce a la salida de las clases, ya en la calle o en escenarios de ocio, pues a ver qué mecanismos tienen los profesores y personal de dirección para poder enterarse…
Sí, muchas veces no pueden detectarlo, es cierto. Lo que tenemos que hacer es, en caso de que se den cuenta de que esos episodios ocurren, luchar para que no miren hacia otro lado, que a veces pasa. Es igual que en las familias. ¿Cuántas veces escuchamos que no sabían nada de lo que les estaba ocurriendo a sus hijos? No sirve de nada echarse la culpa, pero todo ello sí que nos tiene que llevar a una reflexión, aquella que nos permita darnos cuenta de que el diálogo puede prevenir muchas cosas, en clase y fuera de ella. Y, para poder desarrollar tal estrategia preventiva, los espectadores tienen un papel clave.
-En esta nueva edición de la novela se incluye material inédito.
La novela incluye un cuadernillo de trabajo con supuestos prácticos para trabajar el libro en el aula. Incluye preguntas y retos que invitan a la reflexión, a dar soluciones y a proponer más preguntas y ejercicios para los alumnos.
Creo que es imprescindible que nuestros jóvenes reflexionen sobre los sentimientos que les generan las situaciones que propongo en ‘El centinela’, dado que he elegido casos muy generales pero muy importantes que pueden llevar a situaciones muy graves: suplantación de identidad en redes sociales, problemas asociados a la formación de tribus, trastornos de alimentación, personajes populares o no… De esta forma, todos los alumnos eligen con quién se sienten más identificados y proponen soluciones para el bienestar de ese alumno ficticio, que en realidad no es más que una solución para su propio bienestar.
-¿Y qué me dice de la expresión, en ocasiones escuchada, “ese profe me tiene manía”? ¿Hay casos de acoso o algo parecido de un maestro con respecto a un alumno? ¿Y viceversa, hay estudiantes que hostigan sistemáticamente a algún docente?
Como decía antes, todos tenemos un papel en el acoso escolar. Desde luego, hay -y siempre ha habido- algún caso en que un profesor acose a un alumno, o viceversa. Y la clave está en elegir qué papel tiene cada uno. Si un alumno está convencido de que un profesor le está hostigando porque “le tiene manía”, el libro le invita a ver por qué piensa eso… y muchas veces va a llegar a la conclusión de que ninguno de los dos lo está haciendo bien.
Tendemos a proteger de más a nuestros hijos (y yo la primera)… frente a ello, tenemos que conseguir que nuestros jóvenes se responsabilicen de las consecuencias que les traen sus propias decisiones. ¿Te pasas el día fastidiando a ese profe y te ha cogido manía? Te aguantas. ¿Eres un alumno modelo y el profesor te tiene manía? Primero: analiza junto con el resto de tus compañeros la actitud del maestro… ¿sigues pensando lo mismo? Habla con él-ella. ¿Las cosas no cambian? Habla con el jefe de estudios.
En cuanto al caso contrario, alumnos que hostigan a profesores, que los hay, creo que el problema es que esos actos no tienen consecuencias. El acoso no es más que un abuso de poder, perpetrado por alguien que se siente más poderoso que otro y, por ese motivo, el acosador hostiga a la víctima, para minimizarla.
También hay que partir de la base de que no todo es acoso; el centinela ha nacido para detectarlo y todos podemos ser centinelas si nos lo proponemos.