Artículo del Dr. Miguel Casals
En los pacientes oncológicos la respuesta al dolor puede ser poco predecible y estar influenciada de un cortejo sintomático que supera el entorno físico y se adentra en terreno emocional y psíquico.
El dolor oncológico tiene la característica de ser dinámico y variable en intensidad y localización. Esta inestabilidad sintomática es debida a la evolución del proceso canceroso y se ve progresivamente incrementada a medida que se acerca a las etapas finales de su evolución.
El tratamiento del dolor en este tipo de pacientes debe ser individualizado y adaptado a su propia situación, entorno físico y psíquico y familiar.
Con la finalidad de aunar criterios y procedimientos con una base científica sólida, se siguen las recomendaciones de guías clínicas o de procedimientos terapéuticos recomendados desde la medicina basada en la evidencia. Para la elaboración de estas directrices se tienen en cuenta los estudios diseñados para este fin. Buscando un dintel más amplio que el estadístico y que esté basado en la experiencia clínica, no se olvidan las aportaciones de las sociedades científicas o comités de expertos, así como las publicaciones con descripciones clínicas de casos.
El método científico es difícil de aplicar en este tipo de pacientes con dolor oncológico por la falta de homogeneidad, la dificultad de tener un periodo de seguimiento suficiente y la aparición de complicaciones intercurrentes debidas a la evolución del proceso.
Hay que reconocer los avances que aportan las multinacionales en todos los campos de la investigación sobre analgesia y el esfuerzo y coste que representa, pero la corta experiencia en la práctica de estas nuevas formulaciones va asociado a un mercado de difusión y política de instauración que hacen que sucumban los productos de uso mas clásicos hasta entonces empleados.
Desde el punto de vista economicista, las guías clínicas tienen diferente interpretación. Los sistemas sanitarios públicos recomiendan los tratamientos más efectivos y de menor coste en contraposición a la industria farmacéutica. Ésta defenderá el uso de los preparados de más reciente comercialización alegando una eficacia superior y una reducción de riesgo y efectos secundarios.
En 1986, la OMS propone unas pautas de actuación encaminadas al control del cáncer. Una de las prioridades era el control del dolor mediante un limitado grupo de analgésicos utilizados de forma escalonada en función de la intensidad del dolor.
A esta modalidad de tratamiento se le ha de reconocer el éxito y la difusión universal obtenida y que, con algunas modificaciones, aún persiste en nuestros días.
Esta escala terapéutica estaba pensada para el tratamiento con analgésicos en pacientes de países subdesarrollados, donde se debían tener en cuenta aspectos como el bajo coste y la facilidad de obtención, transporte, almacenamiento y administración.
La escalera analgésica no tenía evidencia clínica alguna, estaba diseñada por un comité internacional de expertos que buscaba compaginar el tratamiento del dolor interrelacionando factores de coste, efectividad, facilidad de instauración y uso universal.
Este tratamiento escalonado ha sufrido numerosas mejoras a lo largo del tiempo con la inclusión de los nuevos fármacos analgésicos, la administración parenteral y las técnicas analgésicas intervencionistas que en la actualidad, más que un escalón, corresponden a un gran ‘rellano analgésico’ para el alivio del dolor.
Para obtener alguna conclusión más personalizada les recomiendo reflexionar sobre estas cuestiones:
¿Perdemos iniciativa y creatividad al seguir las guías clínicas de la medicina basada en la evidencia?
¿La facilidad y comodidad que proporciona el seguimiento de una guía clínica nos hace menos ágiles en la toma de decisiones resolutivas en situaciones particulares que no estén contempladas en las mismas?