La Enfermedad Inflamatoria Intestinal (EII), que incluye la enfermedad de Crohn y la colitis ulcerosa, es una patología crónica que afecta profundamente la calidad de vida de quienes la padecen. Aunque se asocia principalmente a síntomas digestivos, su impacto trasciende a las dimensiones emocionales, sociales y sexuales, aspectos que suelen quedar en segundo plano en las consultas médicas. La disfunción sexual, definida como la dificultad persistente para experimentar relaciones sexuales satisfactorias, afecta a más del 50% de las mujeres y hasta al 39% de los hombres con EII, cifras que superan notablemente las observadas en la población general1,2. A pesar de su alta prevalencia, la disfunción sexual en EII sigue siendo un tema poco abordado de forma sistemática en la práctica clínica, lo que perpetúa su impacto negativo en la percepción global de bienestar de los pacientes.

Dra. Marta Calvo Moya
Fuente: Dra. Calvo Moya
El manejo de la disfunción sexual en el contexto de dicha enfermedad requiere una aproximación interdisciplinar, en la que el gastroenterólogo juega un papel destacado como coordinador de estrategias que incluyen la colaboración con otros profesionales de la salud. En este artículo se pretende analizar el impacto de la EII en la función sexual y las barreras para abordar esta problemática, y proponer posibles estrategias para conseguir un manejo integral y fundamentado en las recomendaciones actuales2.
Impacto de la EII en la función sexual
Vivir con EII genera desafíos que inciden directamente en la esfera sexual de los pacientes. Los síntomas físicos, como el dolor abdominal, la diarrea crónica o la incontinencia, pueden dificultar la posibilidad de disfrutar de una intimidad plena y satisfactoria3. Estos aspectos no solo afectan a la esfera física, sino que también minan la confianza para relacionarse, lo que acaba creando barreras emocionales4. Por otro lado, los cambios en la imagen corporal, las cicatrices quirúrgicas o la presencia de un estoma, resultado tanto de la enfermedad como de las posibles cirugías asociadas, pueden causar inseguridad y vergüenza, factores que limitan la conexión interpersonal3-5. Además, los efectos secundarios de ciertos tratamientos, como los corticoides, que pueden causar aumento de peso o cambios en la distribución de la grasa corporal, agravan esta situación, afectando la percepción del propio atractivo y la conexión emocional con uno mismo y con los demás5,6.
En el ámbito psicológico, la EII incrementa la prevalencia de trastornos como la ansiedad y la depresión, alteraciones que, además de estar estrechamente relacionadas con una menor satisfacción sexual, afectan la dinámica relacional7,8. La fatiga, un síntoma frecuente, pero a menudo subestimado, agrava esta problemática al reducir la energía para actividades sociales y sexuales8,9. Además, la percepción de estigma, especialmente en pacientes jóvenes, refuerza los sentimientos de aislamiento y evita el establecimiento de relaciones por miedo al rechazo6. Estas dinámicas complejas subrayan la necesidad de un enfoque que contemple tanto los aspectos físicos como emocionales de la sexualidad.
La actividad inflamatoria también juega un papel clave en la disfunción sexual. Durante los episodios en los que la afección activa tiene expresión clínica, los síntomas físicos, junto con el malestar emocional vinculado con el miedo, la vergüenza y las conductas evitativas, aumentan significativamente la disfunción sexual, especialmente en mujeres8,10. No obstante, incluso en remisión, muchos pacientes de EII continúan experimentando dificultades sexuales debido al impacto psicológico de la patología, lo que subraya la multidimensionalidad de la sexualidad y la necesidad de abordarla desde múltiples perspectivas11.

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El papel del gastroenterólogo: barreras y oportunidades
El gastroenterólogo desempeña un rol esencial en la identificación de la disfunción sexual, pero existen barreras significativas que limitan el abordaje de este trastorno en la consulta. En muchos casos, los médicos suelen tener una formación limitada sobre este tema, lo que lleva a priorizar los problemas físicos relacionados con la enfermedad y a minimizar la importancia de los problemas sexuales12. Esta falta de preparación genera incomodidad e inseguridad en el manejo de dicha problemática, lo que a menudo se traduce en evitar activamente el abordaje del tema en consulta. Por su parte, los pacientes también tienen sus propias barreras, como vergüenza, desconocimiento del impacto de la EII en su vida sexual y la percepción de desinterés por parte de su médico, lo que les lleva a desestimar el inicio de conversaciones. Una comunicación inadecuada entre ambas partes perpetúa la invisibilidad de estas preocupaciones13.
Para superar estas barreras, es esencial que los gastroenterólogos adopten un enfoque proactivo, creando un espacio seguro en el que los pacientes se sientan escuchados y comprendidos. Incorporar preguntas abiertas, sistemáticas y específicas en la anamnesis, como ‘¿siente que su enfermedad influye de alguna manera en su vida sexual?’, puede romper el hielo y generar confianza. Este tipo de estrategias no solo facilitan la identificación de problemas que de otro modo pasarían desapercibidos, sino que también refuerzan la relación médico-paciente, ofreciendo una atención más integral y centrada en las necesidades reales de cada uno de los enfermos de EII13-15.
Control de la inflamación y manejo integral
El control de la inflamación es un aspecto central del manejo de la EII y tiene un impacto directo en la función sexual. Conseguir la remisión clínica no solo alivia los síntomas digestivos, sino que también mejora la calidad de vida global, incluido el bienestar emocional y sexual. Este logro puede devolver a los pacientes una sensación de estabilidad sobre su cuerpo, favoreciendo con ello la recuperación de la confianza y la autoestima12,16. Del mismo modo, es importante minimizar el impacto de los efectos secundarios de los tratamientos, como aquellos derivados del uso prolongado de corticoides, ya que son eventos adversos que pueden alterar la imagen corporal y el estado emocional del paciente9,17.

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Sin embargo, abordar la disfunción sexual en el contexto de la EII requiere ir más allá del control de la inflamación. Es fundamental integrar un enfoque interdisciplinar que contemple las múltiples dimensiones implicadas. Este enfoque no solo amplía la atención más allá de los aspectos físicos, sino que también asegura que las necesidades individuales sean atendidas de manera holística, involucrando a diferentes profesionales que desempeñan roles complementarios2. Los psicólogos son fundamentales para ayudar a los pacientes a manejar la ansiedad, la depresión y los problemas de autoestima que frecuentemente acompañan a la EII y a la disfunción sexual18,19. Por su parte, los profesionales de enfermería especializados actúan como un enlace clave entre el paciente y el equipo médico al ofrecer educación accesible y detectar problemas de manera temprana20.
De la mano de los estomatoterapeutas, si es necesario, se proporciona un apoyo práctico en el manejo de los estomas. Ginecólogos y urólogos desempeñan un papel fundamental al abordar problemas específicos como la dispareunia, la disfunción eréctil y otras alteraciones anatómicas o funcionales del aparato genital. Su intervención asegura un tratamiento personalizado y adaptado a las necesidades únicas de cada enfermo21,22. Por último, los cirujanos son fundamentales en casos en los que las intervenciones quirúrgicas son necesarias para el manejo de complicaciones de la EII. Su rol no solo se limita a la resolución técnica de estos problemas, sino que también contempla la planificación de estrategias que minimicen el impacto sobre la imagen corporal y la calidad de vida, promoviendo siempre un enfoque centrado en el paciente23,24.
Educación del paciente e investigación
La educación del paciente constituye un elemento esencial en el manejo integral de la EII y sus implicaciones en la función sexual, y, en esta línea, el gastroenterólogo desempeña un papel clave al informar a los pacientes sobre recursos útiles y accesibles.
Es importante que el gastroenterólogo dé a conocer la existencia de plataformas formativas como Educainflamatoria, ya que son herramientas que ofrecen una información práctica y confiable que puede ayudar a los afectados de EII a comprender mejor cómo manejar los desafíos que la enfermedad plantea en su vida sexual25. Este tipo de recursos no solo facilitan la autogestión, sino que también fortalecen la confianza del paciente, empoderándolo para establecer un diálogo más abierto y constructivo sobre estos temas durante la consulta. Asimismo, el gastroenterólogo puede destacar los beneficios de participar en grupos de apoyo, como los organizados por asociaciones de pacientes como la Confederación de Asociaciones de Enfermos de Crohn y Colitis Ulcerosa (ACCU)26. Estos espacios seguros permiten a los pacientes compartir experiencias, expresar sus dudas y recibir apoyo emocional, lo que ayuda a abordar los desafíos relacionados con la sexualidad y la EII. Este tipo de interacción no solo facilita una mayor aceptación y comprensión de su situación, sino que también fortalece el sentido de comunidad, al tiempo que reduce el aislamiento y mejora significativamente la calidad de vida global19.

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Impulsar la investigación sobre disfunción sexual en el contexto de la EII es igualmente importante. Estudios que evalúen la prevalencia, los factores asociados y las intervenciones más efectivas son fundamentales para desarrollar estrategias más personalizadas y basadas en evidencia. La investigación no solo amplía nuestro conocimiento, sino que también permite traducir estos hallazgos en herramientas prácticas y aplicables en la consulta, facilitándose así una identificación y abordaje más efectivos de la disfunción sexual. Además, la formación continuada de gastroenterólogos y otros profesionales de la salud asegura que estos avances se integren en la práctica clínica diaria. De este modo, puede garantizarse una atención más integral y sensible que contemple la esfera sexual como una dimensión prioritaria en el bienestar del paciente.
En conclusión, la disfunción sexual en personas con EII representa un desafío clínico relevante que va más allá de los aspectos digestivos de la enfermedad. Como gastroenterólogos, tenemos la responsabilidad de liderar un cambio en el abordaje de esta problemática, integrando la esfera sexual como un componente esencial de la atención médica. A través de un enfoque interdisciplinar, estrategias proactivas en consulta y el empoderamiento y apoyo al paciente, podemos contribuir a mejorar no solo la función sexual, sino también la calidad de vida global de los sujetos con EII. Este compromiso, respaldado por la investigación y la formación continuada, es clave para transformar la experiencia de nuestros pacientes y ofrecerles un cuidado más completo y humano.
Referencias
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