Redacción Farmacosalud.com
Un estudio retrospectivo realizado durante una década en el Hospital Universitario de Guadalajara ha puesto de manifiesto que los pacientes con patología isquémica en el sector femoropoplíteo (extremidades inferiores) tratados con cirugía endovascular consiguieron salvar su extremidad intervenida en un porcentaje que ronda el 90% de las ocasiones. El 72,5% de los enfermos analizados eran hipertensos, el 57,1% diabéticos y el 61,5% fumadores. Los investigadores se encontraron con un hecho inesperado, tal y como remarca la doctora Mercedes Guerra, jefa del Servicio de Angiología, Cirugía Vascular y Endovascular del Hospital Universitario de Guadalajara: “Los pacientes diabéticos evolucionaron mejor que los no diabéticos, al contrario de lo que cabía esperar, sin encontrar ninguna explicación adicional a este dato”.
La investigación ha sido presentada en el II Congreso Internacional del Capítulo de Cirugía Endovascular de la Sociedad Española de Angiología y Cirugía Vascular (SEACV), celebrado en Zaragoza.
Que no tenga éxito la técnica endovascular no siempre implica perder la extremidad
El estudio se centró en individuos que padecían problemas de riego sanguíneo en las piernas. Así, se analizó a un grupo de pacientes que presentaban una obstrucción arterial en los MMII, en concreto aquellos en los que el sector arterial afectado era el femoropoplíteo. Esta obstrucción arterial conlleva una disminución del riego de la extremidad que, a su vez, supone un estadío clínico que engloba desde la limitación a la deambulación (claudicación intermitente) hasta la posible aparición de heridas por falta de este riego (gangrena). La etiología más frecuente de esta enfermedad es la arteriosclerosis.
Una vez intervenidos, los enfermos presentaron una tasa de salvamento de su extremidad del 89,9% a los seis meses de la operación y del 85,9% al año y a los 18 meses de haber llevado a cabo la intervención endovascular. “Se han analizado los posibles factores que pudieran influir en la evolución de los pacientes tras la intervención, tanto los que favorecen la buena evolución como los que pudieran influir en una mala evolución. En el caso de los pacientes que salvaron la extremidad, el buen resultado se debió al éxito técnico del procedimiento endovascular llevado a cabo, si bien hubo pacientes en los que no pudo concluirse la técnica con éxito y no todos perdieron la extremidad… esto ocurrió en un 8,8% de los pacientes a los que se les indicó e intentó el tratamiento”, explica la angióloga.
El 72,5% de los enfermos estudiados eran hipertensos, el 57,1% diabéticos y el 61,5% fumadores. “Al analizar -comenta Guerra- los distintos factores que potencialmente pueden influir en la evolución de los pacientes, sólo encontramos que los pacientes diabéticos evolucionaron mejor que los no diabéticos, al contrario de lo que cabía esperar, sin encontrar ninguna explicación adicional a este dato. No hubo diferencias en el grupo de hipertensos y fumadores”.
En el estudio se resalta la presencia de personas fumadoras porque “existen distintos factores de riesgo que inciden en el desarrollo de la arteriosclerosis y, de ellos, el tabaco es uno de los principales aceleradores de la enfermedad”.
Ningún paciente sufrió una amputación bilateral
En cuanto a la minoría de pacientes a los que no se pudo salvar su extremidad, la doctora precisa que “el único factor que tuvo influencia en la mala evolución de la intervención fue el tipo de lesión existente en la arteria. Aquellas lesiones más complejas y desfavorables, más largas y ocluidas que suelen estar más calcificadas, evolucionan peor. Son las denominadas lesiones TASC tipo C y D”. Obviamente, cuando se dice que no se salva la extremidad se está diciendo que hubo la necesidad de practicar una amputación mayor de la misma. En la serie presentada ningún paciente sufrió una amputación bilateral (de las dos piernas).
Las técnicas usadas para tratar la patología isquémica -y a la postre para intentar salvar las piernas de los pacientes- fueron angioplastia simple (un 33%) o crioplastia (3,3%) y destacó el uso del stent de nitinol (37,4% de las veces). Según la especialista, “las diferentes técnicas se indican en función del tipo de lesión en la arteria que nos encontremos, más que en función del paciente. De este modo, las lesiones cortas son más adecuadas para tratamiento con angioplastia simple y las lesiones más largas con stent de nitinol. Por otra parte, suele ocurrir que grupos específicos de pacientes, como en el caso de los diabéticos, no suelen presentar lesiones arteriales cortas favorables a angioplastia, sino que presentan lesiones más complejas”.
El stent de nitinol está realizado a partir de una aleación de níquel y titanio. “Los stents de nitinol son preferidos habitualmente para el tratamiento de este sector arterial por su flexibilidad y capacidad de adaptación a la arteria femoral superficial, ya que esta arteria tiene la peculiaridad de que está sometida a distintas fuerzas de tracción por el movimiento, la flexión, elongación y la torsión cuando caminamos. Los stents de nitinol, por este motivo, han ido mejorando a lo largo del tiempo para hacerse más resistentes a las fracturas originadas por estos movimientos de la pierna”, afirma la doctora Guerra.
Cirugía endovascular en sector infrapoplíteo: se salva la extremidad en un 70% de veces
Otra de las investigaciones que se han presentado en el II Congreso Internacional del Capítulo de Cirugía Endovascular de la SEACV alude a la isquemia crítica en el sector infrapoplíteo, han apuntado fuentes de esta sociedad médica. En concreto, el estudio -retrospectivo y realizado a lo largo de diez años en el Servicio de Angiología y Cirugía Vascular del Hospital Ramón y Cajal de Madrid- ha constatado que aquellos afectados que padecen una isquemia crítica en el sector infrapoplíteo (lo cual se identifica con un dolor en reposo en una de las extremidades inferiores, una úlcera o gangrena en dicha localización) y que son intervenidos con cirugía endovascular (en concreto se les practica una angioplastia) consiguen salvar su extremidad en casi un 70% de las ocasiones.
Asimismo, tras pasar por quirófano, la permeabilidad de los vasos tratados fue del 72% entre los seis meses y el año después de haber sido intervenidos, reduciéndose al 47,2% a partir del primer año de la operación y al 26,4% a los 24 meses de la intervención. El porcentaje más alto de amputación mayor (infracondílea) de las extremidades tratadas no superó el 23,6%.
Dos embolizaciones reducen el riesgo de ruptura de un aneurisma
Por otra parte, la endofuga tipo II es la complicación más frecuente que se puede presentar tras la realización del EVAR (reparación mediante cirugía endovascular de un aneurisma de aorta abdominal). Dicha endofuga mantiene la presurización del saco aneurismático, pudiendo favorecer así su crecimiento y posterior ruptura.
Un estudio retrospectivo elaborado por la Unidad de Gestión Clínica de Angiología y Cirugía Vascular del Complejo Hospitalario Universitario de Granada a lo largo de 10 años ha puesto de manifiesto que la embolización transarterial o la translumbar se presentan como opciones de éxito para disminuir el riesgo de rotura ante endofugas tipo II, especialmente en aquellos casos en los que aumenta el tamaño del saco aneurismático, ya que aquellas en las que no se detectó un crecimiento del aneurisma no fue necesario aplicar terapia alguna, puesto que la endofuga se suele resolver espontáneamente. La investigación también ha sido presentada en el Congreso mencionado anteriormente.