Redacción Farmacosalud.com
“A nadie le gusta medicar a los niños TDAH porque los medicamentos que damos son estimulantes y la gente tiene la sensación de que si a un niño que anda entre ‘desaguisados’, que es hiperactivo y que no deja de moverse le estimulas más, va a acabar cometiendo tropelías, y no es verdad… cuando le hiperestimulas con medicación se tranquiliza, pero eso a la gente le cuesta entenderlo, y sólo por ello hay campañas de prensa en contra”. Así se expresa el profesor Miquel Casas, catedrático de Psiquiatría de la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB) y jefe del Servicio de Psiquiatría del Hospital Universitario Vall d'Hebron de Barcelona en relación a la aparente contradicción que implica tratar con estimulantes a niños pacientes de TDAH. Sus explicaciones, a menudo, chocan contra un muro de incomprensión y desconfianza por parte de las instituciones, los padres de los pacientes de ese trastorno y la opinión pública en general, pero Casas sigue luchando por convencer a todo el mundo de que la psiquiatría no es el enemigo, sino todo lo contrario, de las personas que sufren el Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH).
El TDAH es una alteración del neuropsicodesarrollo que comporta una disfunción del sistema dopaminérgico a nivel cerebral, lo que provoca trastornos de atención, concentración y abstracción y asimismo toda una serie de conductas compensatorias para suplir los problemas que causa dicha falta de atención. Este proceso puede desembocar en dos vías, una positiva y otra negativa. Empezaremos por esta última. “El niño afectado está inatento y por tanto tiene muchos problemas con el rendimiento escolar; al mismo tiempo, va generando poquito a poco conductas desadaptadas que pueden llegar incluso a la violencia para hiperestimularse y encontrarse mejor. El resultado es un niño desadaptado en casa y en clase y con problemas de relación. Si no se trata a este menor, cuando tenga 12-13-14 años tendrá muchas probabilidades de empezar con el consumo de cannabis”, comenta Casas. Esta sustancia “le calma el malestar interior” pero al mismo tiempo “agrava, naturalmente”, todas las disfunciones en cuanto a atención, concentración y abstracción, “con lo cual el fracaso escolar está asegurado”, arguye el profesor. “El consumo de cannabis es catastrófico en esos individuos”, insiste. A medida que el afectado de TDAH va sumando años a su edad “se va marginando de alguna forma de sus compañeros, no reúne las condiciones para entrar en la universidad y puede iniciar conductas marginales que le pueden llevar a accidentes diarios, o sea, a impulsividad no controlada”, llegando incluso a “terminar en la cárcel”, explica Casas.
“La humanidad, llena de TDAH que son figuras del arte o los negocios”
La otra vía es, como quien dice, la otra cara de la moneda. Según el psiquiatra, “si ese individuo no desarrolla trastornos de conducta, los TDAH son muy impulsivos pero también muy creativos… tienen un nivel intelectual habitualmente alto, y por lo tanto aunque sean siempre ‘mal asalariados’ (tener dificultades para aceptar una jerarquía situada por encima), son lo que hoy en día se llama muy ‘emprendedores’, y pueden ser muy brillantes; la historia de la humanidad está llena de TDAH que son grandes figuras de la pintura, arte o de los negocios”.
A pesar de la existencia de esa segunda vía, siempre hay la posibilidad de que el paciente desarrolle la otra opción, el lado ‘oscuro’. “La mayoría de la población en general y las instituciones -señala el profesor- siguen diciendo que somos un país que hiperdiagnosticamos y sobremedicamos a estos niños, cuando somos el país de Europa que menos diagnosticamos y menos tratamos. Es decir, aunque parezca absurdo y un contrasentido, lo que se dice aquí a nivel popular es exactamente lo contrario de lo que pasa. No hay una verdadera conciencia social sobre el TDAH y los trastornos relacionados con el neurodesarrollo, que son unas alteraciones que comportan una gran problemática en la vida cotidiana porque favorecen el consumo de tóxicos y pueden generar accidentes, maltrato, embarazos indeseados, accidentes de tráfico, conductas marginales, etc.”
“‘Un primito suyo estaba igual que él o peor y ahora es ingeniero’”
Y, por si todo esto fuera poco, el abordaje terapéutico del Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH) se presenta a menudo como una carrera de obstáculos para los psiquiatras. De hecho, hay padres de pacientes con TDAH que prefieren acudir a una parafarmacia (establecimiento en que se dispensan productos medicinales que no sean medicamentos) en lugar de acudir a un psiquiatra infantil. Casas tiene el porqué de ese comportamiento: “hablar de psiquiatra siempre asusta y además hay grandes campañas en contra de considerar que una gran parte de los problemas de la vida cotidiana no son producto de un problema social, o sea, que los padres no sepan educar, que falten valores sociales, que los maestros sean malos, etc, ya que molesta aceptar que se está ante un problema cerebral”. Para el experto, no enfocar el TDAH desde un punto de vista neurocientífico supone que “el fracaso escolar campe a sus anchas” y que las listas del paro engorden. Porque, según argumenta, los informes internacionales revelan que el 16% del 25% de la desocupación que existe en España es estructural, es decir, “es gente que no puede ni trabajará nunca porque no tiene capacidad para recibir una formación suficiente… esos son individuos que de pequeños tenían TDAH y otros trastornos (del neurodesarrollo). ¿Por qué acuden a la parafarmacia? Pues influenciados por los amigos, por las corrientes políticas que muchas veces prefieren argumentar que todo el mal es social y no aceptan que existe la medicina y la psiquiatría, y también por el hecho de que el TDAH como trastorno es un trastorno muy singular: es singular porque en el 30-40% de los casos los síntomas van disminuyendo en cuanto esos niños llegan a la edad adulta; sin saberse si el TDAH se cura o no, sí que disminuye mucho su sintomatología”.
A veces, para los psiquiatras iniciar una actuación antiTDAH resulta algo así como una misión imposible. “Cuando intentas tratar a un niño de una forma ortodoxa, es decir, no hay que hacer una ‘higiene’ desde un punto de vista familiar y escolar, aunque sí que hay que dar al paciente, sobre todo, una medicación, siempre te encuentras con padres que dicen que ‘un primito suyo’, puesto que en el TDAH hay mucha carga genética, ‘estaba igual que él o peor y ahora es ingeniero de montes y caminos’, por poner un ejemplo. Y sí, tienen razón… hasta en un 40% de casos pueden remitir los síntomas, pero eso es peligrosísimo, porque quiere decir que en un 60-70% no remiten, y jugártelo todo a la carta de que a los 18 años remitirán los síntomas, perdiendo así casi 12 años para tratar ese problema, es un suicidio, es absurdo”, se justifica Casas. Así pues, los 12 años que transcurren entre los 6 años de edad hasta la mayoría de edad, los 18 años, pueden convertirse en terreno abonado para que los afectados de TDAH padezcan “problemas de comprensión, cálculo y lectura y desarrollen la mayoría de las veces conductas impulsivas y agresivas que a los 18 años ya son muy difíciles de tratar”, precisa el especialista.
Terapia ya a los 5-7 años, si bien el trastorno puede aparecer a los 12
Las resistencias mostradas por algunos progenitores a la hora de tratar psiquiátricamente a los niños con TDAH llevan al profesor a exclamar una frase más que elocuente: “estamos cansados ya de predicar”. Pero acto seguido, este experto coge aire y sigue con lo suyo, que es tratar de ayudar a los pacientes y, además, sin desfallecer en el intento. Y advierte: “no está claro que los síntomas remitan al 100% cuando remiten, pero si no remiten (en un grado apreciable) permanecerán en la edad adulta. Entonces se necesita un tratamiento y cuidado continuado a lo largo de la vida para ir encauzando al individuo con programas educativos y de control de los problemas de conducta que seguramente se van a presentar, encaminándolo hacia la vida creativa”. En internet existen páginas en las que la gente propaga a los cuatro vientos ‘yo soy TDAH’ con el fin de ayudar a los que por sufrir esta alteración piensan que van a tener un futuro incierto o dramático. El tratamiento para el TDAH debe empezar ya a los 5-6-7 años y, si bien “se acepta que el trastorno pueda aparecer un poquito más tarde, a los 12 años, en la mayoría de casos aparecen entre los 5-7-8 años”, advierte el profesor.
En determinados casos, poder llegar a medicar a esos pacientes es algo así como una heroicidad teniendo en cuenta los prejuicios existentes entre la población en general. “A nadie -prosigue Casas- le gusta medicar a los niños TDAH porque los medicamentos que damos son estimulantes y la gente tiene la sensación de que si a un niño que anda entre ‘desaguisados’, que es hiperactivo y que no deja de moverse le estimulas más, va a acabar cometiendo tropelías, y no es verdad… cuando le hiperestimulas con medicación se tranquiliza, pero eso a la gente le cuesta entenderlo, y sólo por ello hay campañas de prensa en contra”. En la aparente contradicción entre niño con hiperactividad y una medicación hiperestimulante está, según el profesor, la clave del enfoque terapéutico: “hay un sistema hipofuncionante que genera trastornos de atención y junto a ellos aparecen una serie de conductas impulsivas que, cuando estimulas al paciente, se reducen y llegan casi a 0… es lo que hay. Desde un punto de vista científico está perfectamente fundamentado. Hay que dar un tratamiento estimulante que puede ser antidepresivo o con fármacos estimulantes”. En el terreno de las novedades farmacológicas, el psiquiatra destaca la reciente difusión de medicamentos que “ya llevan años en el mercado internacional pero que no habían llegado a España porque en España todo lo que son anfetaminas estaban prohibidas desde hace 20 años”. Se trata de la prodroga o profármaco* lisanfetamina (llamada también lisdexanfetamina). De todos modos, el mejor conocimiento de las circunstancias y los efectos que rodean al TDAH ha permitido afinar en procedimientos como la psicoterapia, que es “muy efectiva” y por lo tanto “no siempre hay que dar medicación”, explica. Sin ir más lejos, “en un estudio que hemos terminado ahora con 4.000 escolares, hemos dado medicación a un 30%-35% de los niños”, revela Casas, quien agrega que “el 70% se regula con un buen diagnóstico”.
Diferenciar a un menor con TDAH de un niño inquieto o nervioso
La importancia del diagnóstico en el ámbito TDAH toma mayor envergadura desde el momento en que algunos padres acuden a las consultas pensando que sus hijos son hiperactivos, cuando simplemente son inquietos o nerviosos y sólo necesitan unas pautas de educación. Los doctores Luis Caballero, jefe del Servicio de Psiquiatría de HM Hospitales, María Valeria Costarelli y Sara Izquierdo, psiquiatra y psicóloga del equipo Infanto-Juvenil, responsables del programa de Trastornos de Conducta Infantil, explican las diferencias entre un niño inquieto y uno con TDAH. “El TDAH es un síndrome que se caracteriza por síntomas de inatención, hiperactividad motriz, impulsividad y que suele empezar en la edad escolar, aunque no hay un patrón homogéneo de los síntomas. Por ejemplo, puede existir una falta de atención pero no una hiperactividad motriz”, declaran los expertos. Para el diagnóstico de TDAH, los síntomas deben darse en todos los ámbitos del niño, tanto en casa como en el colegio, y provocar un malestar psicológico, dificultades para la adaptación social y afectar al rendimiento académico. Asimismo, el TDAH puede cursar simultáneamente con otros trastornos psiquiátricos propios de la edad infantil, como los trastornos de conducta, emocionales o afectivos y de aprendizaje.
Por el contrario, el niño inquieto o nervioso no presenta dificultades en ninguno de estos ámbitos, se relaciona bien con los demás y también en el entorno familiar. Es decir, la diferencia principal es que no presenta un malestar psicológico significativo, sostienen desde HM Hospitales.
*Prodroga o profármaco: sustancia farmacológica que se administra en forma inactiva o poco activa y que al metabolizarse se transforma en un medicamento