Redacción Farmacosalud.com
Nadie nace inteligente, ni tan siquiera los dispositivos considerados inteligentes. Así, se ha creado un sensor que, si bien en origen tiene capacidad de alertar del riesgo de que los residentes en centros geriátricos se caigan al levantarse de la cama, dispone también de un potencial de mejora que le permite perfeccionarse a sí mismo aprendiendo de sus posibles falsos positivos. La solución anticaída detecta la posición corporal y los movimientos del usuario cuando éste está tumbado y, cuando identifica que la persona está realizando los movimientos previos a incorporarse, emite una alarma que avisa al personal del centro, con lo que se minimizan posibles situaciones de riesgo. “El sensor en desarrollo no solamente detectará la posición y emitirá una alarma en los casos necesarios, sino que aprenderá con los usos. Se van a implementar algoritmos de aprendizaje e inteligencia artificial que serán capaces de aprender de sus propios falsos positivos, para depurar cada vez más los umbrales de detección. Además, el sistema aprenderá de cada usuario, por lo que será específico para cada paciente, pudiendo reducir los posibles errores mucho más que los sistemas que toman umbrales universales”, explica Carlos Gimeno Asín, Project Manager de Ibernex.
Esta empresa, perteneciente al Grupo Pikolin, ha desarrollado el novedoso sensor a través del Proyecto SEPRE, en colaboración con AEI Clúster TIET, iA Soft Aragón y la Universidad San Jorge. La nueva solución cobra enorme importancia porque las consecuencias negativas de una caída no implican solamente consecuencias físicas, sino también psicológicas. Cuando una persona mayor se cae, lo que ocurre después es que pierde seguridad y comienza a sentir miedo ante cualquier maniobra aparentemente sencilla como levantarse de la cama o de un sillón. Esto provoca una restricción voluntaria de la movilidad, aumentando por tanto el tiempo de sedestación. Y, como si de un círculo vicioso se tratara, la disminución de la movilidad habitual conlleva una degeneración de las capacidades motrices y, por tanto, aumenta el riesgo de que se produzcan nuevas caídas.
En un centro con 20 personas se producen unas 30 caídas al año
Es por ello por lo que la mayoría de los ancianos que sufren este tipo de accidentes tienen una gran tasa de reincidencia. 1/3 de los mayores de 65 años se cae al menos una vez al año, aumentando esta incidencia con el paso del tiempo. Los estudios toman como valor medio una incidencia de 1,5 caídas por residente al año. “Centrándonos en las consecuencias, se estima que entre un 5% y un 10% de las caídas de personas con edades de en torno a los 65 años ocasionan fracturas, aumentando progresivamente hasta el 30% en las caídas a los 80 años. La edad media de los residentes de centros geriátricos es cercana a los 80 años, por lo que podemos considerar que la probabilidad de que estas personas sufran una fractura con una caída ronda el 25%”, detalla Gimeno.
En un centro con 20 personas se producen, según los datos comentados, unas 30 pérdidas de equilibrio de esta índole al año, por lo que se puede hablar de entre 5 y 10 fracturas anuales. En otras palabras, “entre un 10% y un 20% de los residentes sufren una fractura al año por caídas”, afirma.
El programa AEI del Ministerio español de Industria, Comercio y Turismo ha valorado el proyecto relativo al sensor con la tercera mejor puntuación en España y la primera en el área sanitaria. “La convocatoria del programa se centra especialmente en incorporar las nuevas tecnologías y el concepto de industria 4.0 a cualquier sector -señala Gimeno-. Frente a otros ámbitos, como la banca o el sector de las empresas energéticas, el mundo socio-sanitario todavía no ha completado su migración digital. Este proyecto es un demostrador clave para probar que la tecnología y el concepto de industria inteligente es capaz de aplicarse al sector socio-sanitario para generar valor donde realmente importa: en el tratamiento de los usuarios y en la mejora de la calidad de vida de la población”.
La digitalización socio-sanitaria, clave para afrontar el envejecimiento poblacional
“Desde Ibernex, esperamos que esto sea sólo un pequeño paso en la digitalización del sector, la cual, tarde o temprano, será necesaria para poder hacer frente a retos como el envejecimiento poblacional”, sostiene el Project Manager. Está previsto que el nuevo dispositivo sea completamente funcional el próximo mes de marzo, cuando se termine el proyecto. Las pruebas en entornos reales se realizarán a lo largo de 2019. “Por ello, pensamos que en aproximadamente un año este sistema podría ser un producto comercial que cualquiera podría instalar en sus centros, comenzando por las camas de los pacientes más vulnerables y ampliando posteriormente la solución a todo el centro”, adelanta Gimeno.
Según el experto, este sensor de advertencia también podrá tener un uso domiciliario, más allá del uso residencial en centros geriátricos: “De hecho, la monitorización de usuarios en el propio hogar es una línea estratégica de Ibernex. El nuevo paradigma sanitario pone al paciente en el centro del modelo, buscando siempre su confort y haciéndole partícipe de todas las decisiones. Una de las principales aplicaciones de este principio se basa en que el paciente o residente habite el mayor tiempo posible en su domicilio y hoy, gracias a la tecnología, somos capaces de ofrecer unos servicios que permiten prolongar la estancia de nuestros mayores en sus hogares, lo que mejora su calidad de vida y se traduce en unos enormes ahorros para el sistema socio-sanitario”.
“Los desarrollos de Ibernex buscan ser capaces de monitorizar en todo momento el estado del usuario y generar y enviar las alarmas pertinentes a quien sea necesario según su naturaleza. Por ejemplo, el sensor de cama estará preparado para avisar al personal del centro o, en un uso en el hogar, a alguien que viva en el mismo domicilio (en este último caso, no tiene sentido avisar a un pariente que no convive con el usuario, ya que lo que se busca es una reacción rápida como es acudir a ayudar al anciano a levantarse)”.
Sin embargo, otros sensores como los que detectan actividad (apertura de puertas, uso de electrodomésticos o presencia en diferentes habitaciones de la casa) pueden comunicar a los familiares que la persona monitorizada no está llevando su rutina habitual, con lo que se ponen las bases para que dichos familiares puedan acercarse al domicilio del anciano y comprobar si todo va bien. “De este modo, la tecnología nos facilita atender a nuestros mayores de una forma remota, implementando soluciones y aplicaciones sencillas para usuarios, cuidadores y familiares”, remarca Gimeno.