Redacción Farmacosalud.com
Un estudio publicado en ‘JAMA Network Open’ establece que aquellos hombres y mujeres que dan unos 7.000 pasos / día o más experimentan tasas de mortalidad prematura por cualquier causa entre un 50% y un 70% más bajas en comparación con las personas que dan menos de 7.000 pasos / día. En términos de tiempo empleado, si bien esos 7.000 pasos están sujetos a variabilidad dependiendo de la velocidad y longitud del paso, “podríamos decir que supondrían unos 45 minutos” de paseo, calcula el Dr. Pedro Manonelles, presidente de la Sociedad Española de Medicina del Deporte (SEMED) y titulado con la Cátedra Internacional de Medicina del Deporte de la UCAM (Universidad Católica San Antonio de Murcia).
El nuevo estudio recogió datos de más de 2.000 personas. El seguimiento medio a los participantes fue de casi 11 años.
Para el Dr. Manonelles, parece evidente que esa reducción de la letalidad prematura obedecería a la relación entre los beneficios de caminar unos 7.000 pasos diarios con respecto a la salud cardiovascular: “Sin duda, la relación de actividad física de cierta duración, como la que estamos tratando, y la reducción de la mortalidad cardiovascular y general, así como otros beneficios sobre la salud, están directamente relacionados”.
“El caminar no es un deporte, pero es verdad que es el modelo de ejercicio físico básico”
La edad media de los sujetos estudiados era de 45 años. De acuerdo con esta investigación, titulada ‘Steps per Day and All-Cause Mortality in Middle-aged Adults in the Coronary Artery Risk Development in Young Adults Study’, no hubo una asociación entre la intensidad del paso con la mortalidad. En otras palabras, lo que viene a decir este trabajo es que andar más o menos rápido no influye en las cifras de letalidad, de ahí que cada persona deba caminar a su ritmo si quiere obtener beneficios en salud. “Las mejoras que provoca el ejercicio, salvo algunas circunstancias, no están relacionadas con su intensidad y, efectivamente, cada persona, en función de sus cualidades y edad, debe seguir su propio ritmo y obtendrá tales beneficios”, manifiesta el experto.
A juicio del Dr. Manonelles, el estudio es “correcto” y viene a confirmar otros trabajos previos. Ahora bien -especifica-, que nadie se confunda y llegue a conclusiones equivocadas, como por ejemplo pensar que caminar es uno de los deportes más sanos que existen: “Es importante ser preciso en los términos. El caminar no es un deporte. Pero es verdad que el caminar es el modelo de ejercicio físico básico, a partir del cual se plantean los demás. Además, es la forma de ejercicio físico para las personas que pueden tener dificultades para hacer otros tipos de ejercicio. Los casos más claros son los ancianos y las personas con obesidad que, con mucha frecuencia, no se pueden plantear otras formas sencillas de actividad física, como sería el correr, por las limitaciones de su situación particular”.
La ínsula del cerebro, con influencia como reguladora cardíaca
Por otro lado, cabe decir que el cerebro y el corazón tienen una relación más estrecha de lo que hasta ahora se sospechaba. Así se desprende de un estudio liderado por el Dr. Rodrigo Rocamora, director del Centro de Epilepsia del Hospital del Mar (Barcelona), en colaboración con el Servicio de Cardiología del mismo centro, que demuestra la influencia que una parte casi desconocida del cerebro como la ínsula tiene sobre la actividad cardíaca.
Los investigadores han descubierto que la estimulación de una estructura del cerebro, llamada ínsula, hace variar diversos factores de la actividad del corazón. La ínsula está situada en la profundidad de la masa cerebral y está considerada un cerebro dentro del cerebro, a pesar de que se conocen poco sus funciones. La evidencia de su influencia como reguladora cardíaca, tanto de la frecuencia como de la capacidad de contracción del músculo cardíaco, abre la puerta a nuevos estudios en el campo del fallo cardíaco, las arritmias y la muerte súbita.
"Después de tres años analizando los registros electrofisiológicos de pacientes intervenidos quirúrgicamente por epilepsia refractaria, hemos podido relacionar una región cerebral llamada ínsula con la regulación del sistema cardiovascular. La ínsula cerebral modula la frecuencia cardíaca, el gasto cardíaco y la fracción de eyección (la cantidad de sangre que el corazón bombea en cada latido)", apunta el Dr. Álvaro Sánchez-Larsen, primer firmante del trabajo.