Redacción Farmacosalud.com
Desde luego, el colesterol no deja descansar… ni aunque uno esté sano… o aparentemente sano. De hecho, el colesterol LDL (o colesterol ‘malo`) puede favorecer que individuos aparentemente sanos -sin factores de riesgo cardiovascular- puedan sufrir un infarto o un ictus. Así las cosas, un estudio apuesta por una reducción más eficaz de los valores de LDL en ese perfil de personas. ¿Ahora bien, de qué disminución estaríamos hablando? Según la doctora Leticia Fernández-Friera, primera autora de la investigación, reducir el colesterol malo a 130 mg/dl “podría ser razonable”, si bien la individualización de cada caso se debería imponer al concepto de generalización, puesto que “es necesario calibrar los riesgos y beneficios de reducir agresivamente” los valores de LDL en sujetos que, recordémoslo, presentan parámetros cardiovasculares óptimos.
El estudio en cuestión, que ha sido publicado en el ‘Journal of the American College of Cardiology (JACC)’, es un subanálisis del trabajo PESA (Progresión de Aterosclerosis Subclínica Precoz), elaborado por el Centro Nacional de Investigaciones Cardiovasculares Carlos III (CNIC). En este subanálisis -liderado por el Dr. Valentín Fuster dentro del marco colaborativo entre el CNIC y el Banco Santander- se estudió a personas que no presentaban factores de riesgo cardiovascular -hipertensión, tabaquismo, obesidad, dislipemia o diabetes- y que no habían tenido previamente ningún síntoma cardiovascular; o sea, eran sujetos aparentemente sanos. “Hemos demostrado que aun con valores normales de tensión arterial, colesterol total y azúcar, o incluso más bajos de lo que hoy en día definimos como normal, el colesterol LDL puede predecir el desarrollo de placas de aterosclerosis. Por tanto, hablamos de controlar los niveles de LDL en individuos que aún no han desarrollo factores de riesgo o la enfermedad clínica cardiovascular”, detalla Fernández-Friera.
Valoración de parámetros biométricos, analíticos y de estilo de vida
El objetivo principal del subanálisis, en el que se ha evaluado a 1.779 individuos sin los citados indicadores de riesgo, ha sido definir predictores de aterosclerosis subclínica en este escenario. Así, los investigadores valoraron un gran número de parámetros biométricos, analíticos y de estilo de vida para definir la relación de dichos factores con la presencia de aterosclerosis en las arterias. Los resultados demuestran que el más destacable, además de la edad y el sexo masculino, es el colesterol LDL. “Incluso en aquellos individuos con niveles óptimos de tensión arterial, glucosa en sangre y colesterol total, se ha observado una asociación independiente entre el aumento del colesterol LDL en sangre y la presencia y extensión de la aterosclerosis subclínica”, recalca el Dr. Javier Sanz.
“En el estudio hemos demostrado que el colesterol malo es el único predictor independiente y modificable del desarrollo de placas de colesterol en nuestras arterias. Es decir, que si reducimos sus valores podemos ayudar a reducir la carga de aterosclerosis. La presencia de placas de aterosclerosis se ha relacionado en grandes estudios (como el estudio americano del “High Risk Plaque”, cuyo principal investigador es el Dr. Valentín Fuster) con un riesgo aumentado de infartos o ictus, por lo que indirectamente podemos deducir que si no controlamos el colesterol LDL podemos favorecer el desarrollo de placas de colesterol, lo que aumentaría el riesgo de infartos o ictus”, asegura a www.farmacosalud.com Fernández-Friera.
Si bien la experta ya ha calculado qué reducción de los valores de LDL sería, en principio, idónea para esas personas aparentemente sanas -y con riesgo cardiovascular óptimo- afectadas de ateroesclerosis subclínica, no deja en ningún momento de aportar varios matices a su propuesta por razones más que evidentes: “Hoy en día, en las guías clínicas se define colesterol LDL normal como valores inferiores a 160 mg/dl, y el límite alto entre 130-160 mg/dl. Quizá plantearnos reducir los valores a 130 mg/dl podría ser razonable, aunque serían necesarios más estudios que lo avalen, e individualizar a cada persona, porque es necesario calibrar los riesgos y beneficios de reducir agresivamente el colesterol LDL, por lo que resulta difícil generalizar. De hecho, según la Sociedad que emite las guías, por ejemplo, americana o europea, esos valores pueden variar, siendo necesario llegar a un consenso internacional”.
“En nuestro estudio -agrega a renglón seguido- proponemos una reevaluación de los valores actualmente definidos en las guías como normalidad, aunque como hemos comentado, no es sencillo dado que cada individuo responde de una manera diferente y es importante estudiar la importancia de nuestros hallazgos a largo plazo con un seguimiento de eventos clínicos”. Por su parte, los doctores Fuster y Borja Ibáñez secundan la idea de plantearse una reducción de las cifras de LDL: “Deberíamos ser más restrictivos y quizá plantearnos bajar los puntos de corte que muestran las guías”. Naturalmente, el artículo publicado en JACC puede ayudar a redefinir valores de normalidad más bajos.
Integrar marcadores de imagen y moleculares, e introducir estudios genéticos
Fernández-Friera sostiene, además, que habría que definir nuevos marcadores de aterosclerosis precoz en estos individuos aparentemente sanos. Según la doctora, “el objetivo final radica en la prevención de infartos e ictus, y para ello debemos empezar con la prevención precoz de las placas de colesterol, mecanismo subyacente en la mayoría de los casos. Dado que hoy en día la prevención continúa siendo un reto con las herramientas que tenemos, pues es difícil predecir con exactitud qué individuo va a desarrollar un infarto, es importante explorar otros marcadores. Quizá un abordaje razonable podría ser integrar marcadores de imagen y moleculares, o introducir estudios genéticos, con el fin de optimizar la detección del individuo en riesgo real de sufrir el infarto”.
La investigación publicada en JACC, asimismo, ha observado una relación de los niveles de colesterol LDL, considerados normales por las guías clínicas, con la extensión de estas placas de aterosclerosis en múltiples territorios vasculares: arterias carótidas, aorta, arterias iliacas y femorales, y las arterias coronarias. El trabajo, tal y como indica la investigadora, demuestra mediante el uso de la moderna tecnología de diagnóstico vascular por imagen no invasiva “que las placas de aterosclerosis aparecen en un 50% de los individuos de edad media (40-54 años de edad) que no presentan factores de riesgo cardiovascular; es decir, sin hipertensión, diabetes mellitus, dislipemia y/o tabaquismo. Estos hallazgos -subraya la especialista en un comunicado del CNIC- pueden ayudar a mejorar la prevención cardiovascular en la población, antes incluso de que aparezcan los factores de riesgo convencionales, lo que se denomina prevención primordial”.
“Debemos fomentar la prevención primordial”
Y es que, según afirma la doctora Fernández-Friera, “debemos fomentar la prevención primordial, es decir, aquella que evita la aparición de factores de riesgo cardiovasculares, como la hipertensión, el tabaco, la obesidad, la dislipemia o la diabetes. Es fundamental actuar de forma muy precoz, antes incluso de que aparezca el riesgo de desarrollar la enfermedad cardiovascular. Las medidas iniciales que debemos aplicar están dirigidas a mejorar nuestros hábitos de vida, que incluyen principalmente la alimentación y el ejercicio. Controlar nuestra dieta, evitar el sedentarismo y la obesidad, y mantener una vida sana realizando chequeos periódicos nos ayudará a mantener a raya la tensión arterial, el colesterol y el azúcar”.
El estudio PESA utiliza la tecnología más moderna de diagnóstico vascular por imagen no invasiva (resonancia magnética, PET, TAC y ecografía 2D y 3D) para intentar resolver algunas de las incógnitas que persisten sobre la patología cardiovascular: cuándo y cómo empieza y qué ha de suceder para que se manifieste clínicamente. “Gracias a la ecografía vascular se ha podido visualizar directamente la presencia de placas de colesterol en las arterias carótidas, la aorta, las arterias iliacas y las arterias femorales: Y mediante tomografía computarizada, la presencia de calcificación en las arterias coronarias para valorar el grado de enfermedad de un individuo”, explica el Dr. Antonio Fernández-Ortiz.
Como subrayan los autores de la investigación, lo más frecuente es que se detecte la afección aterosclerótica en estadios avanzados, cuando ya ha provocado eventos clínicos como infarto de miocardio, accidente cerebrovascular u otros. El tratamiento de este tipo de patologías cuando ya han dado síntomas resulta limitado, en tanto que en un elevado porcentaje de casos los individuos afectados ven disminuida su calidad de vida, y para el conjunto del sistema sanitario supone un elevado coste económico.
“La posibilidad de identificar a los sujetos con la enfermedad antes de que provoque síntomas podría reducir las complicaciones de la enfermedad y traducirse en un ahorro social y económico enorme. El mayor impacto del proyecto PESA aparecerá a largo plazo, a los 15 y 20 años de su inicio, cuando seamos capaces de asociar los hallazgos iniciales de este estudio con la evolución clínica de sus participantes”, apuntan Fuster y Sanz.