Redacción Farmacosalud.com
Con el cabello expuesto a la nieve, no hay que descuidarse ni un pelo. No es una frase más o menos gráfica, sino una verdad como un templo. Aunque parezca que el cabello no sufre los rigores nivales cuando se practican deportes de invierno como el esquí, la realidad es otra muy distinta, según se desprende de los comentarios de la doctora Rosa Ortega del Olmo, presidenta de la Sección Andaluza de la Academia Española de Dermatología y Venereología (AEDV): “El pelo sufre también deshidratación y se quema con la radiación ultravioleta”, de manera que lo preceptivo es cubrirse la cabeza con un gorro/a o un casco adecuados cuando se está expuesto a la nieve.
Si bien los paisajes nevados son espectaculares y seducen por su blanco inmaculado, desde un punto de vista cutáneo tampoco hay que descuidarse ni un pelo. De hecho, si alguien que está esquiando piensa que porque no luce el sol -el día está nublado o está nevando- no hay que ponerse crema o líquido de protección solar, debe saber que está muy equivocado. “Cuando se está en la sierra y está nevando conviene protegerse siempre, preferiblemente con crema o loción con un factor de protección solar (FPS) como mínimo de 30, aunque esté nublado. Si hace sol, el FPS debe ser mayor, de 50 o más, dependiendo del tipo de piel que se tenga. Como mínimo FPS 50, pero si se tiene la piel con un fototipo bajo (II o I), es decir, que cuando a esas personas les da el sol y se queman con facilidad, es mejor poner un FPS 100. A los niños conviene aplicarles un FPS total”, detalla la doctora Ortega del Olmo.
“Conviene hidratarse muy bien antes y después de esquiar”
Los labios, asimismo, hay que protegerlos con barras labiales de protección alta. Estas barras, además de la protección solar, llevan en su composición sustancias que hidratan y ayudan a regenerar la mucosa labial. Y es que el frío y el viento -esquiando eso se sufre aún más- resecan la piel, por lo que “conviene hidratarse muy bien antes y después de esquiar y utilizar FPS que a su vez hidraten y protejan la piel y la mucosa de los labios con hidratantes y regeneradores”, explica la dermatóloga.
Según la especialista, hay patologías cutáneas que exigen cuidados espaciales si se practican deportes de invierno: “Una de las afecciones dermatológicas más frecuentes es la dermatitis atópica… son personas que tienen la piel muy sensible y muy seca, y por tanto tienen que hidratarse y protegerse más que otros. Hay otras enfermedades cutáneas que requieren mucha protección: enfermedades con fotosensibilidad como el lupus o pacientes que estén tomando medicamentos que aumenten la sensibilidad de su piel al sol, como puede ser, entre otros, la isotretinoina (para el tratamiento del acné)”.
Por lo que respecta a aquellos niños que se pasan mucho rato toqueteando la nieve -los guantes pueden acabar humedeciéndose-, Ortega del Olmo advierte que, “al tocar la nieve, al igual que estando mucho tiempo en contacto con agua, hay un efecto rebote y se reseca mucho la piel. Para evitarlo es bueno hidratar mucho antes y después”.
Consejos en caso de padecer una quemadura solar en la nieve
En caso de sufrirse una quemadura solar practicando deportes de invierno, la experta de la AEDV sostiene que “si la quemadura produce suficientes molestias lo que hay que hacer es consultar con un dermatólogo. Mientras tanto, conviene enfriar la piel, poner una crema de corticoide, y si se ha hecho una ampolla poner una crema de antibiótico e hidratar mucho la piel, beber mucho líquido e incluso tomar un antiinflamatorio oral. Todo esto aconsejado y seguido por un especialista. Lo que no debe hacerse es exponerse de nuevo al sol”.
La mejor manera de proteger los ojos en la práctica del esquí
Por otro lado, también las bajas temperaturas, el viento o incluso el propio sol pueden ser perjudiciales para nuestra salud ocular, sobre todo si practicamos deportes de invierno, indican desde el Consejo General de Colegios de Ópticos-Optometristas. La posición del sol durante el invierno es más baja en el cielo, de forma que los rayos llegan con una inclinación que los hace muy molestos e igualmente nocivos para nuestros ojos, por lo que es fundamental usar gafas durante todo el año. Además, el frío y el aire propios del invierno provocan un aumento del lagrimeo y sequedad en nuestros ojos que se puede reducir protegiéndolos con unas gafas adecuadas y utilizando lagrimas artificiales.
Por desgracia, cada año se dan muchos casos de quemaduras corneales y hemorragias retinianas en esquiadores y alpinistas. Estas últimas han sido descritas como hemorragias retinianas provocadas por la altitud y por la utilización de gafas de protección solar inadecuadas en estos entornos. Algunos investigadores han destacado incluso una incidencia de esta dolencia ocular hasta del 29% en escaladores en altitudes que van desde 3.500 hasta 8.000 metros, siempre por la utilización de unas gafas no suficientemente adecuadas a estos entornos.
La UV puede ser hasta ocho veces más intensa en las pistas de esquí
Los esquiadores, tanto habituales como esporádicos, deben tener especial cuidado en la protección de sus ojos. La radiación ultravioleta (UV) puede ser hasta ocho veces más intensa en las pistas de esquí que en otros lugares debido a las propiedades de reflexión de nieve. “Como la nieve puede reflejar hasta el 80 por ciento de la luz en comparación con las superficies terrestres normales es vital que, si deseamos evitar problemas oculares y visuales posteriores, nos dejemos aconsejar por nuestro óptico-optometrista y elijamos unas gafas de sol protectoras que estén diseñadas específicamente para los deportes de invierno y que absorban al menos el 95 por ciento de la radiación UV”, indica Juan Carlos Martínez Moral, presidente del Consejo General de Colegios de Ópticos-Optometristas.
Según sus palabras, la luz del sol puede dañar seriamente las estructuras del ojo, “lo que aumenta el riesgo a largo plazo de desarrollar condiciones patológicas como queratitis, cataratas o incluso degeneración macular asociada a la edad (DMAE). Las personas con ojos de color claro están en mayor riesgo del daño solar, así que si se tienen los ojos azules o verdes, se debe tener aún más cuidado al escoger unas gafas protectoras para la nieve”, explicó.
El Consejo General de Ópticos-Optometristas ofrece los siguientes consejos sobre la mejor manera de proteger los ojos en la práctica del esquí:
-Pregúntele siempre a su óptico-optometrista sobre el mejor tipo de protección ocular según la actividad a desarrollar, la fotosensibilidad y el color de los ojos.
-Siempre que sea posible, elegir las gafas que ofrezcan una visión óptima tanto en días soleados, como nublados o incluso con niebla, condición meteorológica muy común en las estaciones de esquí y que hace que la visibilidad sea baja.
-Si se opta por comprar gafas de sol de alta protección o gafas de sol de diseño especial para deportes de invierno, tener en cuenta que cumplan con las normas ISO relevantes para protección y el marcado CE, lo que demuestra que cumplen con las normas de seguridad europeas.
-Hay cuatro categorías de intensidad del color de las lentes en este estándar de protección solar. En las estaciones de esquí se debería escoger la categoría 4 (el más oscuro) ya que es el que más protege en condiciones soleadas.
-Elija gafas de sol que bloqueen el 99 al 100 por ciento de la radiación UV-A y UV-B.
-Seleccione las gafas que se adapten cómodamente a la forma de su cara. Asegúrese de que es el tamaño adecuado para usted, y que no se caigan en el caso de movimientos bruscos esquiando o vientos fuertes.
-Asegúrese que las lentes también cubran las zonas laterales de su cara (las sienes), con el fin de proteger también esta zona de las nocivas radiaciones solares.
-Las lentes de las gafas de protección solar para el esquí también pueden graduarse, según el defecto refractivo que tenga el usuario, para que la visión sea perfecta a cualquier distancia. La utilización de lentes de contacto también puede ser una buena solución en el caso de utilizar gafas sin graduación.
-No se olvide de sus hijos; ellos son más vulnerables a los rayos UV. Además la exposición UV es acumulativa y puede no mostrar su efecto durante muchos años.