
Olivier Wieviorka
© Bruno Klein
(imagen original adaptada)
Fuente: Crítica
Olivier Wieviorka, autor del libro ‘Historia total de la segunda guerra mundial’ (Crítica): Olivier Wieviorka es profesor en la École Normale Supérieure (Francia) y miembro del Institut Universitaire de France, y está reconocido unánimemente como el mejor especialista en lengua francófona de la Segunda Guerra Mundial. Es autor también de varios documentales.
Redacción Farmacosalud.com
No confundir con ‘totalitarismo’, que es el término por el que se conoce a las ideologías y regímenes políticos en los que el Estado ejerce un poder total sin divisiones, de tal modo que la libertad es inexistente o bien se encuentra enormemente limitada. Aunque el libro de Olivier Wieviorka ‘Historia total de la segunda guerra mundial’ también estudia los totalitarismos asociados a este conflicto bélico, es un análisis de la historia ciertamente total, entendido como una revisión monumental que no deja cabos sueltos y que logra conducir el relato por los caminos más apropiados para la comprensión racional de aquella contienda, cuya naturaleza también estuvo marcada por la totalidad propiamente dicha, atribuible a la globalidad planetaria de sus efectos.
Crónica rosa oscurantista
‘Historia total de la segunda guerra mundial’ abarca todos los ámbitos: el estratégico, el ideológico, el económico, el logístico o el diplomático, sin olvidar la historia social y de la memoria. Incluso hay espacio para los asuntos de -por decirlo de algún modo- la crónica rosa de la época, tal y como se percibe cuando el libro se detiene en la figura del ministro de Defensa alemán, Werner von Blomberg, mientras ejercía como tal en la década de los 30 del siglo pasado: «el 5 de noviembre de 1937, Hitler expuso, durante una reunión celebrada en la cancillería en presencia de los principales jefes militares, sus objetivos de política exterior, cuyas líneas generales conocemos gracias a las actas que redactó su ayudante de campo, el coronel Friedrich Hossbach (a quien debemos la denominación de ‘protocolo Hossbach’ con que se conoce el documento). Fue entonces cuando anunció, en particular, que abrigaba la intención de anexionar Austria y destruir Checoslovaquia.
El comandante en jefe del Ejército de Tierra, Werner von Fritsch, el ministro de Asuntos Exteriores, Konstantin von Neurath, y también Werner von Blomberg expresaron sus reservas y el temor de una intervención de Francia y el Reino Unido. Hitler no escatimó en recursos a fin de poner fin a esta oposición. Blomberg, recién enviudado, se había enamorado de una joven de extracción modesta con la que contrajo matrimonio el 12 de enero de 1938. Poco después, una carta anónima acompañada de una serie de fotografías indecorosas reveló oportunamente que Margarethe Gruhn se había prostituido en el pasado, cosa que, por supuesto, no podían tolerar Hitler ni Göring*, quienes habían actuado de testigos de la unión. Negándose a separarse de su amada, Blomberg dimitió el 27 de aquel mismo mes.
*Göring: Hermann Wilhelm Göring fue un militar, miembro prominente del Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán (NSDAP) y uno de los dirigentes del régimen nazi liderado por Adolf Hitler
A Fritsch, por su parte, lo acusaron en falso de haber mantenido una relación homosexual, calumnia que Göring, totalmente resuelto a eliminar a un posible rival, sostuvo con todo su peso. Ante semejante escándalo, el mandamás del Ejército de Tierra renunció al cargo el 3 de febrero de 1938».

Fuente: Crítica
Un atisbo de empoderamiento femenino
El autor del libro hace hincapié, asimismo, en otro tipo de cuestiones que han adquirido un enorme protagonismo en la actualidad, como es la incorporación de la mujer al mercado laboral como símbolo de su empoderamiento, si bien es una realidad que, una vez acabado el conflicto bélico, tuvo que esperar un buen puñado de años antes de empezar a consolidarse de manera generalizada y estructural, al menos en Occidente. «Pero ¿fueron el avance del empleo femenino tanto en las fábricas como en las oficinas y la entrada de la mujer en el mundo militar, siempre tan masculino, el pistoletazo de salida para la emancipación de su sexo? La guerra, desde luego, les permitió acceder a funciones que hasta entonces les estaban vedadas.
La Fuerza Aérea Auxiliar Femenina del Reino Unido, por ejemplo, se encargaba de detectar aparatos enemigos, gestionar los paracaídas y la meteorología, y en raras ocasiones se permitía también a sus componentes pilotar aviones a fin, por ejemplo, de transportar cazas. Asimismo, el acceso a puestos de trabajo cualificados hizo aumentar la competencia y mejoró los salarios, con lo que ofreció una garantía de ascenso social e independencia económica. Con todo, la situación distaba de ser idílica y no acabó, ni por asomo, con los prejuicios».
«Así que, aun cuando la guerra ofreció un primer atisbo de emancipación a la mujer, este apenas consistió en el acceso a una forma de ganarse el sustento, a la que, para colmo, tuvieron que renunciar en cuanto callaron los cañones. En Estados Unidos, el empleo femenino creció del 26 al 36% entre 1940 y 1944, pero en 1947 regresó al 28%, y en Canadá ocurrió casi lo mismo (el 23% en 1940 y el 33% en 1944, pero el 24% en 1947)», escribe el historiador.
Las colonias también existen
Desde un punto de vista geográfico, Wieviorka ofrece un enfoque global de la conflagración mundial que tuvo lugar entre 1939 y 1945, y es por ello que el nuevo manual analiza todos los frentes: Europa, por supuesto, pero también Asia-Pacífico (a menudo descuidada, en particular China), África del Norte y Oriente Medio.
Además, se interesa por todos los actores, incluidas las colonias de las potencias dominantes. «La segunda guerra mundial estuvo acompañada, por tanto, de una gran violencia imperial. En el caso de Francia y el Reino Unido, prolongó las salvajadas de la preguerra, si bien el conflicto favoreció el desarrollo de los dominios y permitió a Londres atenuar los males del período al adquirir los productos de sus colonias. En el del Eje**, en cambio, resultó en una explotación brutal de los pueblos sometidos. Cierto es que Japón tuvo la intención de industrializar algunos de los países anexionados, cosa insólita, ya que las metrópolis, por regla general, trataban de evitar toda competencia a sus empresas; pero, en líneas generales, la violencia del Eje empujó a las poblaciones conquistadas a la miseria y, en muchas ocasiones, a la muerte».
**Eje: el Eje Roma-Berlín-Tokio, que constituía el bando beligerante que se enfrentó a los Aliados durante la Segunda Guerra Mundial, estaba formado por la Alemania nazi, el Imperio del Japón y la Italia fascista
Las colonias tendrían su protagonismo en el nuevo orden mundial que se establecería con el final de la Segunda Guerra Mundial. Según Wieviorka, «tanto en Asia como en África, daba la impresión de que hubiera llegado la hora de la independencia para numerosos territorios. La ruda explotación que habían llevado a cabo las metrópolis europeas tanto antes de la guerra como en su transcurso había aumentado el resentimiento de los pueblos colonizados, que se apoyaron sobre la legitimidad que brindaba la Carta del Atlántico y el sostén que aportaban Moscú y Washington para avanzar por la vía de la emancipación.
El presidente Roosevelt no había ocultado nunca su anticolonialismo. ‘Francia la ha explotado a fondo durante cien años. Los pueblos de Indochina tienen derecho a algo mejor’, declaró en Hull el 24 de enero de 1944. Su sucesor, Truman, lo secundó: ‘siempre me he opuesto al colonialismo. Da igual el pretexto al que se recurra para justificarlo en cualquier estadio de su evolución: para los estadounidenses resulta aborrecible en todas sus formas’. Por paradójico que resulte, fue Japón quien pasó de las palabras a los hechos. La política imperialista que había puesto en práctica y la esclavitud a la que había sometido a los pueblos asiáticos no impidieron a Tokio mantenerse fiel a sus promesas y otorgar la independencia a Birmania y Filipinas en 1943. Por si fuera poco, ante la perspectiva de la derrota, aceleró el ritmo y, en marzo de 1945, siguieron la misma suerte Laos, Camboya y Vietnam, aunque el proceso no estuvo exento de violencia».

El ministro de exteriores japonés Mamoru Shigemitsu firma el Acta de Rendición de Japón a bordo del USS Missouri, el 2 de septiembre de 1945
Autoría: Army Signal Corps photographer LT. Stephen E. Korpanty - Naval Historical Center Photo # SC 213700; Hogh-resolution copy from http://ww2db.com/images/battle_japansurrender25.jpg / Japanese Foreign Minister Mamoru Shigemitsu signs the Instrument of Surrender on behalf of the Japanese Government, on board USS Missouri (BB-63), 2 September 1945. Lieutenant General Richard K. Sutherland, U.S. Army, watches from the opposite side of the table. Foreign Ministry representative Toshikazu Kase is assisting Mr. Shigemitsu
Fuente: Wikipedia