Redacción Farmacosalud.com
Las personas que han sufrido por primera vez el COVID-19 y han superado la enfermedad lo tendrían bastante mejor de lo que se pensaba en un principio a la hora de evitar una reinfección por el mismo patógeno, el coronavirus SARS-CoV-2 (causante del COVID-19). Y es que cada vez parece más claro que el sistema inmunitario (defensas del organismo) se rearma adecuadamente frente a dicho coronavirus tras haberlo conocido.
De entrada, cabe decir que “las reinfecciones de COVID-19, a día de hoy, son absolutamente anecdóticas. Porque para demostrar que ha habido una reinfección, lo primero que tenemos que hacer es demostrar que la personas que ha sufrido la primera infección se han curado, y que la segunda infección es diferente de la primera. A menudo, los casos de reinfecciones son en realidad reactivaciones de una misma infección que no se ha curado adecuadamente”, explica la Dra. Yvelise Barrios, vocal de la Sociedad Española de Inmunología (SEI).
Las reinfecciones presentan una clínica más leve
Con todo, hay que admitir que se han producido segundos episodios de la patología varios meses después del primer episodio, una vez que la fase aguda y contagiosa de la primera infección estaba ya más que finiquitada. Aun así, son casos que también destacan por su baja incidencia. Son reinfecciones que están causadas por una cepa coronavírica diferente de la que motivó la primera infección, y que habitualmente se caracterizan por una manifestación más leve. “Hay menos reinfecciones de las que se difunden porque muchos de esos casos no están adecuadamente establecidos. Pero, en los casos sí demostrados, casi todos los pacientes presentan una clínica mucho más leve, y ese es un aspecto importante porque queda claro que el sistema inmunológico recuerda el primer encuentro con el patógeno y es capaz de desarrollar defensas más eficaces”, señala la experta de la SEI.
En definitiva, que hay un pequeño riesgo de nuevo contagio por coronavirus, igual que existe un pequeño riesgo de infección a pesar de estar vacunado frente al COVID-19. De todos modos, si no es posible evitar totalmente la posibilidad de reinfección, el objetivo debe ser al menos procurar que aquellas personas que vuelven a padecer el COVID-19 no sean susceptibles de sufrir manifestaciones clínicas graves, ya sea gracias a la protección inmunitaria derivada del primer episodio de la enfermedad, o ya sea por efecto de la vacunación.
Las células BMPC, posible protección de por vida frente al COVID-19
Por otro lado, un estudio publicado en la prestigiosa revista ‘Nature’ determina que los sujetos que han sufrido COVID-19 podrían haber desarrollado, de por vida, anticuerpos (defensas del organismo) frente al coronavirus SARS-CoV-2. ¿Así pues, cómo se explica que haya personas reinfectadas? ¿La razón de ello es que el SARS-CoV-2 muta para hacerse más resistente con el fin último de tener mayor capacidad de infectar a los individuos sanos y reinfectar a los individuos que ya han pasado la afección? “El coronavirus es un virus que, en comparación con otros, muta menos de lo que se publica en los medios de comunicación. Los inmunólogos estamos bastante tranquilos al respecto porque, si bien se ha visto que con alguna de las nuevas variantes del coronavirus ha bajado ligeramente la capacidad de neutralización de los anticuerpos generados por una variante previa o por vacunación, el sistema inmune tiene una gran rama celular que es más complicada de evadir”, detalla la Dra. Barrios.
“Para que pudiera producirse una mutación del SARS-CoV-2 que nos preocupara, realmente tendría que cambiar una gran parte de este coronavirus, y eso por ahora no lo hemos visto; hemos observado pequeñas mutaciones, pero para poder cambiar el reconocimiento realizado por las células T (inmunitarias) se necesitarían unos cambios mucho más profundos y amplios. Hay evidencias ya muy robustas de que la respuesta inmuno-celular frente a las variantes del coronavirus permanece casi de forma intacta, y no se han visto grandes evoluciones del virus a este respecto”, argumenta Barrios.
Según el estudio publicado en 'Nature', tras pasarse el COVID-19 de forma moderada, los anticuerpos séricos o en sangre que se han generado empiezan a desaparecer a los 4 meses de la infección, si bien aún permanecen detectables casi al cabo de 1 año. En cambio, las denominadas células plasmáticas de médula ósea de larga duración (BMPCs por sus siglas en inglés) se erigen como una fuente persistente y esencial de anticuerpos protectores, también a la hora de combatir el COVID-19.
Para la facultativa, la nueva investigación echa por tierra aquellas “noticias alarmistas” que hablaban de una “inmunidad breve” (de unos pocos meses) y, por lo tanto, de una “desprotección” posterior frente al coronavirus. “Eso era erróneo, probablemente fruto de un mal conocimiento de cómo actúa el sistema inmune -agrega-. Al principio funciona de una manera muy rápida, con unas células plasmáticas de vida más corta que se encargan de producir anticuerpos en la primera fase de la enfermedad, en los primeros meses. Pero esos anticuerpos son proteínas, y como proteínas circulantes su concentración en suero va disminuyendo con el paso del tiempo, si bien las células de memoria y de protección quedan acantonadas en la médula ósea para garantizar que, ante un nuevo encuentro con el virus, se desencadene una respuesta mucho más rápida y eficaz”.
Con el paso de los meses y de los años se irá conociendo cuál es exactamente la duración de las defensas longevas frente al SARS-CoV-2. Por lo pronto, se ha observado que, frente al SARS previo (SARS-CoV-1), la protección se cuenta por años.
¿Realmente hay personas que no han generado anticuerpos?
Ahora bien, ¿qué ocurre con las pocas personas que no han producido anticuerpos séricos (en sangre) frente al COVID-19 tras haber pasado la infección, según se desprende de los tests rápidos realizados (prueba que detecta anticuerpos generados frente al patógeno)? ¿Tampoco disponen de BMPCs? En este punto, la Dra. Barrios aprovecha para dar otro 'tirón de orejas' científico: “Probablemente haya que poner en entredicho la existencia de esa minoría de pacientes que no han generado defensas. Yo más bien profundizaría en qué tipo de test se les aplicó y frente a qué proteína estaban dirigidos los anticuerpos analizados. En una detección de anticuerpos es muy importante saber qué tipo de prueba utilizamos porque no todas las pruebas son iguales. Debemos tener test buenos y fiables. Por eso, durante las primeras fases de la pandemia se dijo que había pacientes que no generaban anticuerpos… pero, realmente, no es que no los generaran, es que no podíamos detectarlos adecuadamente porque se estaban usando métodos que no eran los adecuados”.
“Actualmente tenemos unos métodos bastante buenos, incluso algunos de ellos se pueden correlacionar con la cantidad de anticuerpos neutralizantes, que es la medida que más nos interesa porque en cierto modo nos permite identificar la protección de la que se dispone”, remarca Barrios.
Así pues, nada parece indicar que los sujetos que presuntamente no produjeron anticuerpos antiCOVID-19 no estén disfrutando de la protección de las células BMPCs. El tiempo dirá… y la ciencia se encargará de explicarlo.