Redacción Farmacosalud.com
En la vida de un paciente del Síndrome Parry-Romberg existe un antes y un después una vez finalizado el tratamiento basado en el uso de células madre. Tanto es así, que según el doctor Joan Pere Barret, jefe del Servicio de Cirugía Plástica y Quemados del Hospital Universitario Vall d’Hebron (Barcelona), “podemos decir que no vamos a notar que el paciente haya sufrido el síndrome de Parry-Romberg”. Esta enfermedad se caracteriza por un desgaste de los tejidos de la cara y una deformidad facial, por lo que dicha terapia celular es más que una terapia: es casi casi como conseguir un renacimiento del mismo rostro.
El síndrome de Parry-Romberg, o hemiatrofia facial progresiva, es una enfermedad considerada rara por su baja incidencia. Coincide con otra patología, la esclerodermia sistémica, en el hecho de que son trastornos causados por el sistema inmunológico del propio paciente. En el caso del síndrome de Parry-Romberg, se produce un ataque del sistema inmunológico contra los tejidos blandos localizados en la cara; tradicionalmente cursa con atrofia y un desgaste de los tejidos de medio rostro, es decir, media cara se mantiene con unas características normales, mientras que la otra mitad, la afectada, empieza a sufrir inflamación y aparecen pequeñas manchas, primero rosadas y posteriormente amarronadas, que después van hundiéndose. Al principio, se pierde la grasa y la piel se atrofia hasta quedar muy fina, mientras que en fases más avanzadas de la afección se pueden llegar a dañar las estructuras del hueso y causar deformidad facial, lo que es especialmente traumático en el caso de los niños*. En casos muy severos puede llegar a afectar el globo ocular, e incluso provocar ceguera en el ojo afectado. En casos muy extremos también se asocia con epilepsia. A veces, el síndrome de Parry-Romberg se relaciona con el conocido como ‘golpe de sable’, consistente en la formación de una especie de rayas en la cara hundidas hacia dentro, lo que indica que se ha producido un ataque lineal del sistema inmunológico contra los tejidos.
Hay que escoger el momento adecuado para la terapia celular
Según asegura el doctor, dado que el síndrome de Parry-Romberg está catalogado como una enfermedad rara, existe un “desconocimiento a nivel social e incluso a veces entre los mismos profesionales… el trastorno se explica poco en las facultades de medicina y se investiga poco, de manera que los pacientes quedan algo ‘huérfanos’ y no son referidos a los especialistas que conocen mejor estas enfermedades”.
Pero no todo juega en contra de los enfermos del síndrome de Parry-Romberg. En el Hospital Vall d’Hebron se aplica un tratamiento con células madre encaminado a regenerar y reconstruir las zonas afectadas. “En principio, no es un tratamiento curativo de la patología ni constituye una diana contra el problema que la produce, pero sí que hemos visto mejorías que tienen un efecto terapéutico”, explica Barret. Ahora bien, el tratamiento con células madre “no está tan indicado en el momento en que debuta la enfermedad y evoluciona”, ya que en ese caso hay que recurrir a fármacos inmunosupresores, como los usados en el ámbito del trasplante e incluso de la oncología, o bien a “fármacos de nueva generación antiproliferativos, que detienen un poco la acción de los linfocitos o de las células inflamatorias”, según detalla el facultativo.
“Esculpir de nuevo la cara para ir devolviendo volúmenes”
Así pues, el tratamiento con células madre está más indicado cuando la enfermedad ya está estabilizada. Entonces, se aislan células madre derivadas del tejido adiposo, se enriquecen y se vuelven a inyectar en las zonas donde se registra la deformidad. De acuerdo con el doctor Barret, con esta técnica se persigue “esculpir de nuevo la cara para ir devolviendo volúmenes y reconstruir la deformidad… a medio y largo plazo vemos que se regenera la calidad trófica de los tejidos, la piel se hace más gruesa, los músculos faciales funcionan de una manera mucho mejor y, con una técnica que podemos decir que es mínimamente invasiva, conseguimos hacer una gran reconstrucción”. “Hay que pensar que antes sólo existían las grandes cirugías: había que abrir toda la cara, coger tejidos de otras partes con microcirugía y colocarlos allí; aún así, no se conseguían tan buenos resultados como los obtenidos con las células madre”, certifica.
El doctor Barret se muestra especialmente orgulloso por la efectividad del tratamiento celular: “Los resultados son muy muy buenos, podemos decir que no vamos a notar que el paciente haya sufrido el síndrome de Parry-Romberg… sí que por algunos pequeños estigmas se puede decir o pensar que algo le sucedió, pero la deformidad desaparece”. Por todo ello, “los pacientes pueden hacer una vida social absolutamente normal”, hasta el extremo de que quien acabe de conocer a uno de esos ex pacientes “no sabrá que aquel individuo al que acaban de conocer había sufrido una deformación”, remata Barret. En resumen: una vez finalizado el tratamiento con células madre, prácticamente ni se nota el rastro del síndrome de Parry-Romberg en el afectado.
* En la mayoría de afectados del síndrome de Parry-Romberg, los síntomas se manifiestan antes de los 20 años de edad, según recoge la Asociación de Esclerodermia Castellón (ADEC)