Redacción Farmacosalud.com
Recientemente ha tenido lugar el segundo de los seminarios online organizados por la Sociedad Española de Medicina Intensiva, Crítica y Unidades Coronarias (SEMICYUC) en torno al COVID-19, que en esta ocasión contó con la colaboración de MSD. Tuvo como lema ‘Actualización en el manejo de la neumonía por la COVID-19’ y contó con cuatro expertos que trataron de arrojar luz sobre diferentes aspectos de la infección en pacientes críticos. Con varios meses de pandemia, los pacientes COVID-19 que acumulan semanas en la UCI pueden experimentar patologías asociadas al dilatado ingreso, el cual puede superar incluso los 20 días. Así, a los intensivistas les surge la necesidad de controlar infecciones secundarias, entre las que destaca la neumonía asociada a la ventilación mecánica (NAVM). Lo expone la Dra. Paula Ramírez, del Hospital Universitario La Fe de Valencia, quien recuerda que ya durante la pandemia de la gripe española hubo un alto porcentaje de muertos con alta presencia bacteriana, que acontecía a los 10-12 días de la evolución de la enfermedad.
Las complicaciones bacterianas afectaban al 32% de los pacientes críticos hasta la fecha. Esta cifra aumenta con los enfermos de la COVID-19. La infección altera la respuesta inmune, lo cual afecta a la respuesta inflamatoria. Consecuentemente, al haber más inflamación, aumentan los riesgos de infección. La NAVM va a provocar aún más inflamación, lo que va a afectar al control médico de la carga bacteriana. Aunque el diagnóstico que se sigue con estos pacientes es el habitual (radiografías, cultivos microbiológicos, criterios clínicos…), la Dra. Ramírez aconseja extenderlos con pruebas de plasma o broncoalveolares (BAL).
El COVID-19 afecta neurológicamente en los primeros días de infección
Los intensivistas también han puesto encima de la mesa la afectación del sistema nervioso central (SNC), especialmente cuando los pacientes COVID-19 despiertan de la sedación. Según la Dra. María Ángeles Ballesteros, del Hospital Universitario Marqués de Valdecilla (Santander), se ha demostrado que hay una acción directa del coronavirus al SNC, que en Wuhan (región china donde surgió el COVID-19) llegó a afectar a más de un tercio de los pacientes, independientemente de que el pulmón sea el órgano diana. “Los pacientes con neumonía grave tienen más prevalencia de sufrir esas manifestaciones neurológicas”, explica.
Aunque es habitual que un coronavirus afecte al SNC, la intensivista señala que la COVID-19 se diferencia de otros coronavirus por manifestarse ya en los primeros días de infección, y no solo a posteriori. De hecho, indica que hay estudios que han demostrado que algunas afectaciones al SNC (cefaleas, mialgias, mareos, afectación de los sentidos del olfato y gusto…) surgen antes incluso que las pulmonares [Las disfunciones del gusto y el olfato afectan a un 35 y 38% de los pacientes críticos, respectivamente].
Estas afectaciones del SNC son más graves cuando el paciente despierta de la sedación. Se han visto casos en los que el enfermo está varios días sin lucidez, desorientado, agitado y con alteraciones que, en un principio, se podrían relacionar con encefalopatías, accidentes cerebro-vasculares, además de los efectos residuales de la sedación por los fármacos, que puede derivar en cuadros de delirium. La intensivista comenta que aún es pronto para saber hasta qué punto son efectos secundarios de la infección o del proceso médico, pero aconseja realizar pruebas complementarias, centradas en lo neurológico. “No debemos centrarnos solo en las complicaciones respiratorias y en el fallo multiorgánico. El abordaje, dentro de lo posible, debe ser global”, afirma.
Además de las intensivistas, el seminario ha contado con otros expertos. Así, el Dr. Víctor Jiménez, hematólogo del Hospital Universitario La Paz (Madrid), expone la coagulopatía asociada existente en todo el proceso de la infección por la COVID-19, un mecanismo que recuerda al que desarrolló la gripe A, aunque con diferencias. “Surge la hipótesis de una sepsis viral”, indica el experto, quien también relaciona la trombosis con la inflamación que conlleva la infección. Entre un 25 y un 31% de los pacientes por COVID-19 en UCI tienen riesgo de trombosis, un fenómeno que se da a pesar de las profilaxis antitrombóticas administradas. Así, “el caballo de batalla” es calcular bien la dosis de anticoagulantes, especialmente en pacientes obesos, agrega.