Redacción Farmacosalud.com
No hay excusa… o casi. Nos explicamos. Una vez entrados de lleno en 2020, el dinero ya no puede utilizarse como excusa para no intentar dejar de fumar, al menos entre los fumadores más empedernidos: la sanidad pública ya está financiando dos tratamientos -vareniclina e hidrocloruro de bupoprión- para la deshabituación tabáquica, por lo que con el inicio del año las condiciones para abandonar el tabaco son más que idóneas. De hecho, cuando empieza un nuevo año se suelen hacer promesas o se piensa en un cambio de hábitos, un catálogo de ‘buenos propósitos’ que, en el caso de los consumidores de cigarrillos, puede traducirse perfectamente en un intento de deshabituación. Ahora bien, los expertos en tabaquismo lo tienen claro: con los medicamentos no hay suficiente porque, sin seguimiento médico, todo puede quedar en agua de borrajas.
Para la Dra. Àngela Martínez Picó, presidenta de la Societat Catalana d'Atenció i Tractament del Consum del Tabac (Scatt) de l’Acadèmia de Ciències Mèdiques i de la Salut de Catalunya i de Balears [Sociedad Catalana de Atención y Tratamiento del Consumo del Tabaco de la Academia de Ciencias Médicas y de la Salud de Cataluña y de Baleares], la financiación de las terapias para abandonar el hábito tabáquico “hará aumentar, sin lugar a dudas, el número de personas que inician tratamientos o bien se plantean dejar de fumar, pero ello no quiere decir que será más fácil dejar dicho hábito, porque los tratamientos son los mismos”. Por norma general, los intentos se producen en los meses de enero-febrero, y también en julio, justo antes de las vacaciones de agosto.
“Los expertos, por supuesto, estamos de acuerdo con esta financiación. Con todo, hay dos temas importantes a destacar: en primer lugar, que si no hay un seguimiento psicoterapéutico o profesional a cargo de un especialista, la efectividad de esos fármacos baja. Como en cualquier otra enfermedad (hipercolesterolemia, hipertensión arterial, diabetes) el medicamento ayuda, pero el seguimiento se tiene que hacer sí o sí para aumentar su eficacia”, argumenta la Dra. Los controles están contemplados en los protocolos médicos para ayudar a dejar de fumar, pero “si se receta el fármaco de forma indiscriminada y muy aleatoria, sin hacer un seguimiento estricto, perdemos eficacia”, asegura Martínez Picó. A pesar de saberse que hay que proceder con esos controles, “no siempre se hacen con la profundidad” necesaria, advierte.
“El otro tema es que hay otros tratamientos como la TSN (terapia sustitutiva con nicotina) que por ahora no están financiados, pero que se tendrían que financiar”, señala la presidenta de Scatt.
Media de 20 cigarrillos o más para acceder a la cobertura pública
Para poder acceder a la financiación de vareniclina e hidrocloruro de bupoprión, los pacientes deben estar fumando una media de 20 cigarrillos o más al día. Son, por lo tanto, personas con una alta dependencia de la nicotina. Por fármacos, el protocolo marca lo siguiente:
• Vareniclina (actúa sobre los receptores nicotínicos, sobre el deseo que genera la sustancia): se administran tres paquetes de vareniclina. Cada paquete se utiliza durante un mes, por lo que el medicamento se usa un total de tres meses al año.
• Hidrocloruro de bupoprión (considerado un antidepresivo atípico): se administran dos paquetes. Uno para un período de dos meses, y otro para un mes, por lo que en total son tres meses de tratamiento.
Tabaco más caro = menos consumo de tabaco
Por otra parte, existen varias medidas -aún no implantadas- que podrían favorecer el abandono del consumo de tabaco. La Dra. Martínez Picó apuesta por hacer realidad las siguientes:
• Implantar la ya mencionada financiación de la TSN
• Encarecer los cigarrillos. “Sabemos que el incremento del precio del tabaco disminuiría la prevalencia del tabaquismo. En todos los países en los que el coste de un paquete de cigarrillos es más elevado, las personas fuman muchísimo menos o incluso se plantean dejar de fumar”, destaca la experta.
• Equiparación del cigarrillo electrónico (‘vapear’) con el cigarrillo convencional (fumar) a nivel de publicidad, consumo, etc. “Está demostrado que el cigarrillo electrónico no ayuda a dejar el tabaco -asevera la facultativa-. No es una herramienta terapéutica… las personas empiezan a utilizarlo para ese objetivo, para dejar de fumar, pero al final puede pasar que esos sujetos acaben consumiendo los dos tipos de cigarrillos”. Los dispositivos electrónicos, además, tienen el problema añadido de que pueden caer en manos de adolescentes, quienes ven el vapeo como un hábito menos peligroso para la salud y por lo tanto más permisivo, si bien hay que recordar que el consumo de cigarrillos vapeados puede -ni que sea por inercia- abrir las puertas al debut en el hábito tabáquico.
El concepto de ‘humo de tercera mano’
En cuanto a la posibilidad de que se prohíba fumar dentro de un vehículo privado si entre los pasajeros hay niños, Martínez Picó considera que se trata de una medida cuya implantación debería ser “obligatoria”. Científicamente está comprobada la existencia de lo que se llama ‘humo de tercera mano’, un humo residual derivado de los cigarrillos que, en el caso de los automóviles, queda impregnado en las moquetas, en los asientos o incluso en objetos o utensilios que pueda haber ocasionalmente dentro del habitáculo, como un osito de peluche. Así pues, aunque en el momento de fumar el niño no se encuentre a bordo, el menor resulta afectado porque el humo desprendido no se extingue, sino que queda impregnado.
“Cuando ese humo se junta con el oxígeno, se generan unas partículas cancerígenas que no están en el humo normal del tabaco. Se han hecho estudios científicos que evidencian ese peligro en espacios cerrados, y más en un coche. Los niños, y sobre todo los bebés, tienen una respiración mucho más rápida, con lo que si en un vehículo se fuma o se ha fumado, la cantidad de toxinas que entra en sus pulmones -debido a esa respiración más rápida- es mucho más elevada que la que incide en los adultos”, precisa.