Redacción Farmacosalud.com
Helicobacter pylori, una bacteria que habita en las paredes del estómago, es el principal agente causal de la úlcera gástrica y duodenal, la gastritis crónica y también se relaciona con el cáncer gástrico y un tipo de linfoma gástrico denominado linfoma MALT. Se calcula que un 50% de la población adulta mundial podría estar infectada por Helicobacter pylori. Sin embargo, su distribución geográfica es muy variable en función del nivel higiénico-sanitario de los países. Así, se considera más prevalente en países en vías de desarrollo (70-80%) que en los países desarrollados (20-30%), seguramente porque los expertos consideran que, aunque no está bien determinado, su vía de transmisión prioritaria pudiera ser las aguas residuales no tratadas. “En España la prevalencia global de la Helicobacter pylori se sitúa en torno al 40%, pero debemos señalar que la mayoría de personas permanece asintomática y sólo un pequeño grupo de la población infectada desarrollará una enfermedad relacionada con la infección”, explica el doctor Carlos Martín de Argila.
Martín de Argila, que es especialista en Aparato Digestivo y experto de la Sociedad Española de Patología Digestiva (SEPD), añade que “los factores que pueden desencadenar la aparición de una enfermedad dependen de la susceptibilidad del paciente al microorganismo y del grado de agresividad de la bacteria”, apuntan desde la SEPD.
La resistencia a los antibióticos, freno al éxito de los tratamientos
“El tratamiento de la enfermedad ulcerosa péptica, tanto la úlcera gástrica como la duodenal, ha cambiado drásticamente con el descubrimiento de la asociación de estas enfermedades con la infección por Helicobacter pylori -observa Carlos Martín de Argila-, ya que hasta hace poco sólo se lograba aliviar temporalmente el dolor al paciente combatiendo el exceso de ácido del estómago con fármacos antisecretores; ahora, con los nuevos tratamientos combinados frente a H. pylori, si se logra eliminar la bacteria en el paciente la enfermedad ulcerosa se cura para siempre”. Actualmente, se emplea una combinación de un potente inhibidor de la secreción ácida del estómago (un IBP, el más conocido es el omeprazol) y una combinación de antibióticos (entre ellos amoxicilina, claritromicina, levofloxacino y/o metronidazol).
Como en todo tratamiento antibiótico, el facultativo recuerda que debe completarse hasta el final siguiendo las recomendaciones del especialista. Al mismo tiempo, la preocupación actual de los expertos es la resistencia que presentan muchos pacientes a los antibióticos, bien por un exceso de utilización de los mismos en situaciones en las que no están indicados o por tratamientos mal cumplimentados. En este sentido, actualmente con un primer tratamiento erradicador frente a esta bacteria se está logrando eliminarla en un 70-85% de los pacientes que cumplen adecuadamente el tratamiento, pero en un 30-15% de pacientes se hace resistente y puede necesitar un segundo o incluso un tercer tratamiento.
La Helicobacter pylori pediátrica, menos agresiva
El problema para los especialistas es que “este porcentaje de resistencias bacterianas a los antibióticos está aumentando, siendo por tanto necesario llamar la atención a los médicos y a la población en general sobre la necesidad de un uso correcto de la medicación antibiótica”, concluye Martín de Argila.
El diagnóstico de la bacteria Helicobacter pylori en pacientes adultos puede realizarse mediante un simple test de detección de antígenos en heces, una serología o una prueba de aliento. También puede ser diagnosticada mediante una endoscopia digestiva superior analizando biopsias tomadas de la pared del estómago. La Helicobacter pylori en niños es menos agresiva, produce menos lesión gástrica y raramente úlcera, pero existe un grupo de niños que sí se ve afectado por la infección, y a los que es necesario diagnosticar y prescribir tratamiento erradicador. El diagnóstico en niños sólo puede hacerse mediante endoscopia y no mediante test de aliento o de heces como en el caso de los adultos. “El tratamiento con antibióticos es agresivo, por lo tanto, sólo se deben tratar aquellos niños en los que por endoscopia se demuestre enfermedad gástrica o duodenal asociada a la infección por esta bacteria; las otras pruebas pueden conducir a falsos diagnósticos y a tratamientos innecesarios y con un elevado coste económico”, explica la doctora Carmen Ribes, Jefa de Gastroenterología Pediátrica en el Hospital Universitario y Politécnico La Fe de Valencia. Y como ocurre en los adultos, los expertos advierten que el uso habitual de antibióticos en los niños, especialmente para combatir las infecciones respiratorias, está provocando un aumento de la resistencia a los antibióticos y en consecuencia dificulta el éxito del tratamiento, siendo necesario emplear nuevas combinaciones de fármacos más agresivas.