Redacción Farmacosalud.com
Echar una canita al aire puede tener sus repercusiones no solamente físicas (contagio de enfermedades venéreas o de transmisión sexual), sino también psicológicas: la venereofobia. De hecho, la venereofobia (algunos la llaman venerofobia) es el miedo a haber contraído una enfermedad de transmisión sexual sin que ésta realmente exista, es decir, sin que se haya producido ningún contagio. Afecta tanto a hombres como a mujeres, si bien en el sexo masculino se padece mucho más en una proporción de 10 a 1 respecto al sexo femenino, revela el doctor Ramon Grimalt, profesor de Dermatología en la Universidad Internacional de Catalunya y bloguero en www.grimalt.net.
De entrada, cabe destacar que “existe una urgencia médica enorme cuando uno tiene miedo de estar incubando algo después de una relación esporádica con una profesional del sexo… necesitan ser vistos al minuto por el médico. Yo creo que, pocas veces, mis enfermeras reciben tanta presión de un paciente como cuando está involucrada la zona genital o la esfera sexual”, asegura Grimalt. Pero es que, en cuestión de sexo, y más allá de las profesionales del sexo o prostitutas, a nadie se le escapa que hoy en día la existencia de una mayor promiscuidad o de una mayor libertad a la hora de tener relaciones carnales también puede comportar sus riesgos psicológicos. “La venereofobia nos ocupa muchas horas en nuestro trabajo. La persona que ha participado en una noche de juerga con unos amigos o compañeros del trabajo, bebe más de la cuenta y sin querer se encuentra en brazos de una persona a la que en su sano juicio nunca habría abrazado…. Y al día siguiente empiezan los miedos, los remordimientos, uno tiene la cabeza un poco aturdida, no sabe muy bien cómo fue la cosa, y llega el terror de haber contraído una enfermedad de transmisión sexual”, relata el dermatólogo.
“La sintomatología no se inventa, pero es una sintomatología falsa”
“El terror es tal, que aparecen síntomas. Cuando yo doy clase a los estudiantes de medicina sobre piojos, todos se rascan la cabeza sólo de ver las fotos de los piojos. La sintomatología venereofóbica -prosigue el doctor- aparece, el paciente no se la inventa, pero es una sintomatología falsa: puede ser en forma de picor, escozor y rojeces en la zona genital, cuando quien más quien menos presenta algo de rojez en esa zona. Esto lleva al paciente a consultar muy asustado a su médico sin que tenga ninguna enfermedad”. Para Grimalt, la venereofobia “necesita tratamiento médico, pero no dermatológico, sino asociado a su estado de ánimo, o sea, psicodermatológico”, dado que “si no se trata así no se curan”.
Otras fuentes médicas consultadas sostienen que, entre los síntomas venereofóbicos descritos por los pacientes, también puede haber presencia de dolor en la zona genital, disfunciones en la orina e incluso cambios en la morfología de los genitales (por supuesto, en una venereofobia esas alteraciones en realidad no existen).
Masturbación, uso de baños públicos, ex paciente de venéreas…
La fuente de los temores venereofóbicos tiene su propio catálogo. Aparte de la ya consabida relación carnal mantenida con una persona desconocida como origen de la falsa sintomatología, también puede generarse en base a una creencia errónea, como por ejemplo pensar que uno se ha infectado tras haberse masturbado o por haber usado baños públicos. Hay pacientes que sí han sufrido una enfermedad venérea e imaginan -ya sin razón por haberse curado- que siguen padeciéndola, e incluso se han dado casos de personas a las que el sentimiento de culpa que les genera su orientación sexual les lleva a convencerse de que sufren una patología de transmisión sexual.