Redacción Farmacosalud.com
Por ahora, el páncreas artificial se ha mostrado efectivo en el control de la glucemia en ayuno, pero presenta dificultades en el cálculo de la dosis justa de insulina cuando el paciente diabético acaba de comer. Esto podría cambiar a corto plazo: “Yo espero que a finales del 2015 podamos enseñar que, mediante nuestro nuevo algoritmo de control, podemos minimizar la subida de azúcar después de comer y las bajadas (de azúcar) que se producen muchas horas después”. Son palabras llenas de optimismo que ha pronunciado el doctor Ignacio Conget en relación a un ensayo clínico dedicado a estudiar la eficacia de un nuevo y revolucionario modelo de páncreas artificial para pacientes con diabetes tipo 1. En el estudio participan investigadores del Hospital Clínic de Barcelona, la Escuela Técnica Superior de la Universidad de Girona (UdG), la Universidad Politécnica de Valencia (UPV) y el Instituto de Investigación Sanitaria del Hospital Clínico Universitario de Valencia (INCLIVA).
“Si todo va bien, pensamos tener ya resultados a finales del año 2015. De hecho, ya tenemos pacientes que, amablemente y como ocurre siempre, se han mostrado interesados en ayudarnos a desarrollar experimentalmente este tipo de instrumento”, ha explicado Conget, médico de la Unidad de Diabetes del Servicio de Endocrinología y Nutrición del Instituto Clínico de Enfermedades Digestivas y Metabólicas (ICMDiM) del Hospital Clínic de Barcelona.
Liberar a los pacientes de las maniobras de autocontrol
El páncreas artificial trata de liberar a los diabéticos de los pesados mecanismos de autocontrol. Para manejar las cifras de glucemia, los pacientes con diabetes tipo 1 tienen que adoptar toda una serie de maniobras y mecanismos de autocontrol consistentes en calcular qué comen, mirarse la glucemia antes de cada inyección o antes de cualquier situación que prevén que la va a alterar, tener en cuenta el ejercicio físico, etc. Son unas operaciones que entran dentro del concepto global de autocontrol y que permiten a los diabéticos decidir -ya usen ‘bolígrafos’ para administrarse la insulina, jeringas (que ya se usan muchísimo menos) o una bomba de insulina- qué dosis de insulina tienen que administrarse para conseguir que las cifras de glucosa estén en un parámetro correcto. “Los sistemas de páncreas artificial tratan de liberar a los pacientes de unas maniobras que deben llevar a cabo prácticamente a lo largo del día, entre 6 y 8 veces, y poder conseguir así de una manera automática unas cifras de glucemia dentro de unos parámetros que a día de hoy se consideran seguros para ellos”, ha comentado el doctor.
Por ahora, el páncreas artificial se ha mostrado efectivo en el control de la glucemia en ayuno, pero presenta dificultades en el cálculo de la dosis justa de insulina cuando el paciente acaba de comer (períodos postprandiales) y se producen cambios en las cifras de glucosa. “En situaciones de control nocturno o cuando no se come, hasta ahora los sistemas de páncreas artificial son eficaces a la hora de mantener las cifras de glucosa. Es cierto que después de comer y en cualquier ‘perturbación’ que hay a lo largo del día no son tan eficaces. La novedad de lo que tratamos de hacer es, precisamente, que ante cualquier tipo de cálculo aritmético o de mecanismo de control que trate de enfrentarse a una ‘perturbación’, en este caso una comida, poder aportar mecanismos de seguridad que permitan no sólo que no se eleve la glucemia después de las comidas, sino que muchas horas después el riesgo de tener bajadas de azúcar se minimice. Esa es la diferencia fundamental”, ha señalado Conget.
El páncreas artificial, un sistema de control automatizado
En declaraciones a www.farmacosalud.com, el doctor ha explicado en qué consiste un páncreas artificial: “Un páncreas artificial es un sistema de control automatizado que determina qué cantidad de insulina se necesita para mantener, en un futuro inmediato, las cifras de glucemia en cifras que a día de hoy consideramos como cercanas a la normalidad”. En estos dispositivos, la insulina se administra subcutáneamente a través de un sistema de infusión continua, lo que coloquialmente se podría denominar una bomba de insulina; consta también de un sensor de glucosa, de un mecanismo de comunicación entre la información que da ese sensor y la bomba de insulina y un sistema de control, que en realidad no es más que un cálculo aritmético que decide qué insulina administrar en cada momento sin que el paciente intervenga. En pacientes que usan una bomba de insulina, existe una especie de cánula a través de la cual se administra esta sustancia de manera continua debajo de la piel.