Redacción Farmacosalud.com
Ha llegado septiembre y ello significa que empieza el nuevo curso, en este caso correspondiente al período 2019-2020. En Educación Infantil existe una etapa en la que, en su segundo ciclo, los menores tienen edades comprendidas entre los 3 y 6 años de edad -etapa conocida también como parvularios-. Previamente al inicio del curso, los padres pueden ir ‘ambientando’ a sus hijos de 3 años (P-3) para el comienzo de la escolarización. Por ejemplo, “es recomendable iniciar las rutinas una o dos semanas antes de empezar el nuevo curso. La primera fase sería la de minimizar algunos hábitos propios del verano: exceso en el uso de tecnología, conductas de alimentación desajustadas y actividades predominantemente físicas; y en la segunda fase, se trataría de incorporar los hábitos positivos: horarios ajustados a la escuela, actividades más tranquilas o con mayor grado de atención sostenida, alimentación más ajustada, etc. También es aconsejable invitar al niño/a a jugar a ‘hacer ver que estamos en el cole’, leer cuentos sobre la escuela, o dibujar algo bonito para el/la maestro/a”, describe la psicóloga Laura Górriz Duran.
Además, se puede explicar al menor de P-3 “qué se hace en el aula durante el día para que entienda lo que debe esperar cuando inicie el curso”, agrega Górriz, que también es la directora de FIA (Centro de Psicología para Familias, Infantil y Adultos), en Barcelona.
Lloros y pataletas en el primer día de ‘cole’
En párvulos, no resulta extraño ver lloros y pataletas al llegar a la escuela el primer día de curso. “Es natural que los/as niños/as lloren al separarse de sus figuras de apego… la separación genera cierta ansiedad. Debemos tener en cuenta que, a esa edad, los niños todavía no comprenden el paso del tiempo y no pueden prever cuánto tiempo van a estar separados de sus progenitores. Además, tienen que construir un nuevo vínculo seguro con el adulto que se incorpora a sus vidas, el/la maestro/a, que será la persona que les ayude a calmar su ansiedad cuando sus padres no estén presentes. Para ello se necesita lo que denominamos periodo de adaptación, que suele durar entre una semana y dos meses aproximadamente”, detalla Górriz.
Así pues, es lógico prever que la separación, en un inicio, será difícil. Tal y como se ha apuntado, los niños de 3 años pueden mostrar ansiedad por la separación de sus progenitores, puesto que no entienden cuánto tiempo pasará hasta que les vuelvan a ver y tampoco han construido aún un vínculo seguro con su nuevo maestro. “Los maestros de Educación Infantil tienen la habilidad de ayudar a los niños a calmar esta ansiedad y, con un poco de tiempo, ayudarles a disfrutar de esta nueva experiencia. Debemos esperar que, una vez acabado el periodo de adaptación, el niño ya no llore o bien se calme con facilidad”, argumenta la directora de FIA.
Atención si el menor sigue angustiado a los dos meses tras el inicio del curso
Vamos, que los menores de P-3 no tienen por qué traumatizarse por su ingreso en el ‘cole’. Ahora bien, en el caso de que, transcurridos un par de meses, el niño siga llorando o no se calme al entrar en la escuela, “es recomendable consultar con un psicólogo para valorar la situación”, comenta. También puede ocurrir que el menor manifieste algún tipo de cambio inquietante en su comportamiento en casa tras el inicio del curso. “Como hemos dicho, debemos esperar a que el niño pase un periodo de adaptación para que se sienta seguro en el entorno escolar, especialmente con la figura del maestro, que será clave para que pueda regularse sin la presencia de sus padres. Una vez finalizado este periodo, que puede ir desde una semana a dos meses aproximadamente, debemos observar una mejoría en la conducta del niño. De no ser así, después de hablarlo con el maestro, y si se confirma que se observa malestar en el menor, sería recomendable acudir a un psicólogo infantil para valorar ese estado emocional”, insiste Górriz.
Cuando un alumno de P-3 no se adapta a la escuela, lo que hay que hacer, de entrada, es hablar con sus progenitores para entender cuáles son las características del menor. Después, hay que analizar cómo se ha hecho la adaptación y qué conductas preocupantes han observado tanto los padres como el maestro. Una vez en terapia, se trabaja con el menor y sus padres para valorar cómo expresa el niño “la ansiedad de separación y cómo podemos intervenir en ese momento para reducir este síntoma. Se trabaja individualmente con el niño pero también trabajamos con los padres, para ofrecerles una nueva estructura de relación que les facilitará la manera de regular emocionalmente a su hijo y calmarlo en situaciones de ansiedad o alta demanda”, precisa la psicóloga.
A los 3 años de edad ya se ha iniciado el desarrollo de la socialización y la autonomía personal, procesos que irán mejorando progresivamente gracias al acompañamiento escolar y la incorporación de rutinas y tareas que refuerzan estas habilidades. Los niños de P-3, asimismo, tienen mayor dominio de la motricidad gruesa y del desarrollo del lenguaje, y tanto las actividades pre-deportivas que se realizan en la escuela como las actividades que potencian la comunicación son claves “para seguir afianzando este conjunto de habilidades imprescindibles para un buen desarrollo general”, explica la experta.
Desde un punto de vista psicológico, los niños de P-3 tienen una gran curiosidad por el entorno; son capaces de construir relaciones afectivas más allá del núcleo familiar y también hay un aumento de la creatividad, lo que comporta que el entorno escolar sea el lugar ideal para poder desarrollar estas nuevas habilidades. “Poder ofrecer a los niños un espacio de socialización, de exploración y de desarrollo de la imaginación es muy positivo para ellos a nivel psicológico y emocional”, afirma Górriz.