Redacción Farmacosalud.com
Cualquier progenitor puede sentirse orgulloso de ver cómo su hijo o hija, antes de los 9 y 8 años de edad, respectivamente, se hace mayor antes que nadie, destacando por encima del resto de sus compañeros de clase por haber adelantado su madurez física. Pero cuidado, porque la pubertad precoz puede comportar que, contrariamente de lo que se piensa, el menor en cuestión acabe teniendo talla baja cuando alcance la edad adulta, y ello a pesar de haber tomado la delantera a todos los otros niños. De manera que cuando una persona entra antes de tiempo en la etapa puberal debe ser tratada por un endocrinólogo pediátrico, con el fin de evitar que los huesos maduren demasiado pronto y el menor se quede sin capacidad de incrementar su estatura.
La pubertad precoz es una de las múltiples condiciones asociadas al concepto de talla baja, conocida también con el obsoleto término de ‘enanismo’. “Consideramos el término enano peyorativo; se utiliza mucho coloquialmente en Andalucía refiriéndose a un niño gracioso, simpático, pero realmente intentamos, sobre todo cuando tenemos una consulta con pacientes con talla baja, no utilizar la palabra enano”, explica la doctora María Dolores Rodríguez Arnao, jefe de la Unidad de Endocrinología Pediátrica del Hospital Gregorio Marañón (Madrid). Así pues, en este artículo evitaremos en la medida de lo posible usar los términos ‘enano’ o ‘enanismo’.
La inevitable comparación de la estatura de un hijo con la de otros niños
La talla baja es la que resulta menor de dos desviaciones estándar por debajo de la media, establecida en función de unas tablas de población según la edad y el sexo de la persona. En España, los padres pueden consultar esas tablas en la cartilla sanitaria del niño que se les facilita, de tal manera que pueden ir viendo en cada revisión con el pediatra la evolución de la altura del menor. El valor utilizado para las mediciones de talla pediátrica son los percentiles. La media aritmética de población en un punto concreto sería el percentil 50; estadísticamente, los más altos se situarían en el percentil 97, mientras que los más bajos -aunque dentro de los límites considerados normales- quedarían en el percentil 3.
Los niños que están por debajo del percentil 3 ya son los que se sitúan por debajo de menos dos desviaciones estándar para edad y sexo con respecto a la media, “y eso es lo que nos preocupa. También nos preocupa que un niño vaya siempre en un percentil, por ejemplo en el carril 50, y que de pronto empiece a bajar a otros percentiles, o sea, que disminuya su velocidad de crecimiento”, comenta Rodríguez Arnao. En ocasiones ocurre que los progenitores comparan a su hijo con hermanos o bien con familiares de edades parecidas (primos) y amigos del niño, generalmente alumnos de la escuela. “Cuando lo comparan con otros alumnos dicen ‘pues el mío es el más bajito de la clase’, y ahí generalmente es cuando surge la necesidad de conocer e intentar saber si la talla es adecuada o no”, señala.
Cuando se consulta a un endocrinólogo pediátrico por un caso de talla baja, lo primero que hace el profesional médico es proceder a la realización de una historia clínica del niño, además de una historia familiar y una exploración. A partir de aquí, los casos de baja estatura se dividen en dos grandes grupos:
a) los que presentan talla baja teniendo una imagen armónica, o sea, tienen un aspecto como el de los otros niños, pero parecen más jóvenes. Por ejemplo, un niño de 10 años cuya imagen recuerde a niños de 7.
b) los que presentan alguna alteración que indica que hay una talla baja desproporcionada, como sería el caso de las displasias óseas, a veces muy sutiles, pero a veces muy evidentes como es el caso de la acondroplasia, una variante de talla baja frecuente y disarmónica (proporciones no armónicas).
Causas o factores que influyen en la talla baja
-Mala nutrición
-Infecciones
-Enfermedades crónicas
-Talla baja familiar. No es lo mismo tener una madre de 1,85 cm y un padre de 1,95 cm, que tener unos progenitores de 1,50 por parte de madre y 1,60 por parte de padre
-Retrasos en el crecimiento transitorios (retraso a la hora de dar el gran estirón de la pubertad)
Un recién nacido a término en el marco de una gestación normal pesa alrededor de 3.000 gramos y mide 50 centímetros. Con una alimentación adecuada, en la primera etapa de la vida se crece mucho, de manera que a la edad de 3 años ya se han alcanzado los 100 centímetros de altura. Después, se crece unos 5 centímetros cada año hasta que se llega la pubertad, que es cuando se da el segundo gran estirón, generalmente a partir de los 10-12 años, si bien este crecimiento rápido puede retrasarse un poco. Así, en la etapa puberal, se crecen 12-15 centímetros en un año, y posteriormente se sigue ganando estatura durante 2-3-4 años.
“En el gran estirón de la pubertad surgen muchas consultas: ‘ah, mi niño es el más bajo, ¿por qué?’ En la clase hay niños de 12 años que ya están haciendo la pubertad -las niñas por supuesto a partir de los 10-, y ahí el niño que no hace la pubertad a los 12 años está muy infantil, por debajo de la altura de sus compañeros de curso. El menor que no se ha desarrollado todavía tiene un retraso constitucional del crecimiento y de la pubertad que es totalmente fisiológico y normal… a veces también lo ha tenido el padre, con lo cual la historia clínica también es muy importante. Pero claro, a ese niño se le ve mucho más infantil, sobre todo si es deportista o juega al fútbol, ya que tiene menos fuerza, no tiene todavía testosterona, etc”, refiere la doctora Rodríguez Arnao.
Patologías asociadas a la talla baja
Hay múltiples patologías asociadas a la talla baja. Las más destacadas son:
• Ser pequeño para la edad gestacional, o sea, empezar ya desde el nacimiento a no tener una talla adecuada, algo que a la larga puede comportar problemas de estatura. Se considera que la edad de nacimiento normal coincide con las 38 semanas de gestación. Nacer antes de las 37 semanas significa ser un niño pre-término (también se habla de bebés con peso al nacimiento inadecuado, que sería menos de 2.500 gramos en un niño con edad de gestación normal, y grandes pre-términos cuando nacen por debajo de 1.500 gramos). La causa más frecuente de talla baja remite a niños pequeños para edad gestacional (del 3 al 10% de los embarazos), si bien el 90% de los menores nacidos en tales circunstancias ‘recuperan’ estatura de una manera espontánea hacia los 4 años de edad.
En España, la mayoría de casos de talla baja observados -menores de 1,60 centímetros en varones, menores de 1,50 en mujeres- han sido personas pequeñas para edad gestacional. “La mayoría de esas personas que ahora tienen 30 y tanto y 40 años han sido pequeños para su edad gestacional, porque en aquellos momentos, cuando eran niños, no se trataba con hormona de crecimiento”, subraya la facultativa.
En la pequeñez para edad gestacional influye el hecho de que la edad de la madre embarazada sea cada vez más elevada, en tanto que hoy en día muchas mujeres mayores de 35 años son madres primíparas, es decir, tienen su primer niño con más 35 años. Además, con motivo del auge de los tratamientos de fertilidad hay mucha gestación múltiple (gemelos, trillizos, etc), y estos niños también pueden llegar a tener problemas de talla. El tratamiento indicado para los individuos pequeños para edad gestacional es la hormona de crecimiento. La duración de la terapia se cuenta por años (la terapia dura también años para cualquier otro tipo de alteración que requiera la administración de tal hormona).
• Celiaquía o intolerancia al gluten. En los estudios que hay que realizar con el fin de encontrar la causa de estatura inadecuada en un niño por razones de edad, familia, etc “es importante incluir las pruebas de detección de celiaquía porque la talla baja puede ser el único síntoma de intolerancia al gluten, dado que ese paciente celíaco no tiene por qué tener molestias gastrointestinales, deposiciones raras, dolor, molestias abdominales, etc) Siempre hay que descartar o confirmar la presencia de celiaquía”, asevera la doctora.
El tratamiento para los casos de celiaquía es la eliminación del gluten de la dieta. Si no se actúa así, el niño celiaco con problemas de estatura podría acabar teniendo talla baja siendo adulto. “Necesita tener una nutrición adecuada; hay que tratarlo sin gluten para que el niño pueda crecer correctamente. En la celiaquía, las vellosidades intestinales están planas y no tienen la superficie suficiente como para absorber los nutrientes”, detalla Rodríguez Arnao. Con todo, la doctora recuerda casos más complicados, como el de un paciente celiaco que no respondía al tratamiento para la talla baja después de realizar a la perfección una dieta sin gluten. Y es que esa persona presentaba, además, una deficiencia de hormona de crecimiento.
• Acondroplasia. La talla baja per se se entiende más referida a la etapa adulta. Un varón de menos de 140 centímetros y una mujer de menos de 130 a los 18 años, cuando ya se ha dejado de crecer, entran de lleno en el grupo poblacional de la acondroplasia (ya citada anteriormente), personas que además presentan un volumen de cráneo grande y extremidades cortas. Al padecer un problema óseo, no se benefician de la terapia con hormona de crecimiento. No obstante, existen tratamientos quirúrgicos para alargar las piernas, “pero al final consigues 10 centímetros más… son tratamientos muy costosos en tiempo, en salud, ingreso hospitalario… y realmente la acondroplasia sigue ahí. Hay asociaciones de pacientes con talla baja que proponen alargamientos de piernas y hay cirujanos traumatólogos que los realizan… la verdad es que casi es mejor aceptar que hay una acondroplasia y vivir con ella”, propone la jefa de la Unidad de Endocrinología Pediátrica del Hospital Gregorio Marañón.
• Deficiencia de hormona de crecimiento. Se trata administrando hormona de crecimiento, ya desde que el paciente es un recién nacido (a esas edades pueden ser tratamientos incluso de urgencia), o bien tan pronto como se diagnostica. Actualmente hay disponible hormona de crecimiento producida por ingeniería genética. Es un fármaco muy seguro que cuenta con una enorme experiencia -más de 25 años de tratamientos-, pero siempre debe utilizarse en los casos indicados y según ficha técnica.
• Deficiencia de tiroxina por mal funcionamiento de la glándula tiroides, que se detecta en los programas de cribado neonatal. La función del tiroides debe ser normal para crecer bien. La deficiencia de tiroxina -que se trata dando tiroxina- también debe comenzar a ser abordada terapéuticamente tan pronto como se diagnostica. Puede empezarse el tratamiento ya en la primera semana tras el nacimiento del bebé. Los pacientes deben recibir la tiroxina de por vida.
“La prueba de detección precoz de hipotiroidismo congénito -recalca Rodríguez Arnao- y las vacunas son los dos grandes avances de pediatría de finales del siglo XX. Yo he llegado a ver a una niña de 17 años a la que no le funcionaba el tiroides desde pequeñita que medía 85 cm; a esto no podemos llegar nunca, lo hemos llegado a ver antes de la prueba del talón, antes de instaurarse el programa de cribado neonatal. Realmente, la talla baja por falta de hormona tiroidea puede comportar también un retraso mental profundo, como ocurría en este caso. Para que la hormona de crecimiento sea eficaz, siempre tenemos que comprobar que el tiroides funciona bien. A los 17 años ya no se podía hacer nada por esa paciente, a esa edad ya no se le podía dar hormona de crecimiento”.
• Pubertad precoz y pubertad con altura inadecuada. En el primer supuesto (comienzo de la etapa puberal antes de tiempo), si una niña entra en la fase de la pubertad antes de los 8 años y un niño antes de los 9, se está ante casos de pubertad precoz. Según la facultativa, “la pubertad precoz no tiene problemas de talla baja, pero puede haberla si no la tratas. Es decir, un niño parece muy alto porque tiene 8 años y una pubertad, pero va a dejar de crecer en cuanto madure su hueso. O sea, no tiene talla baja en el momento de iniciar la pubertad precoz, pero la va a tener si no se le trata. El mensaje es: la pubertad precoz madura antes el hueso, pero las hormonas sexuales hacen que el hueso cierre, con lo que una niña de 7 años quizás deje de crecer a los 10 porque el hueso ya tiene una edad ósea madura. Esa niña se va a quedar bajita, aunque hubiera sido la más alta de su clase”.
Los progenitores pueden cerciorarse de los cambios puberales de la siguiente manera: las niñas empiezan a tener botón mamario, mientras que los niños comienzan a tener vello púbico. Así pues, cualquier niña menor de 8 años y niño menor de 9 que presente esos signos tiene que ir al pediatra primero y después al endocrinólogo pediatra para someterse a varias pruebas (test de edad ósea, pruebas hormonales, analíticas, exploración, historia clínica). Existen terapias (análogos de LHRH) que pueden frenar la pubertad inhibiendo las hormonas que la estimulan desde la hipófisis.
Por otro lado, durante la etapa puberal se puede proporcionar un tratamiento para la talla baja si hay déficit de hormona de crecimiento. “Los resultados de la terapia con hormona de crecimiento son espectaculares. Si el menor está creciendo dos centímetros al año, el paciente pasa a crecer 12 cm el primer año, después ya recupera y después ya sigue su carril de crecimiento a velocidad normal en los siguientes años”, precisa.
• Talla baja tipo Laron. Son individuos adultos que llegan a los 90 centímetros de estatura. Su inteligencia es normal y tienen una cara redonda, con aspecto infantil, casi de muñeco. Generalmente, son pacientes de origen judío, por lo que su afectación se explica por causas de afinidad genética. La mayoría de las veces son resistentes a la hormona de crecimiento. Para ellos actualmente existe un tratamiento con factor de crecimiento IGF-1, que es lo que esas personas no generan. De todos modos, el tratamiento con IGF-1 es difícil y a menudo los resultados no son los esperados.
• Niñas con síndrome de Turner. Son niñas que sólo tienen 45 cromosomas, faltándoles un cromosoma X. Son pacientes que se benefician mucho de la hormona de crecimiento, hasta el extremo de que, lejos de quedarse en unos 1,35 cm de altura siendo adultas, con la terapia “pueden alcanzar 1,60 cm, siempre dependiendo también de la talla genética de los padres”, matiza la especialista.
¿Un hijo que mide 1,80 cm es bajo, si sus padres rondan los 2 metros?
Ahora bien, hay personas que no necesitarán ser tratadas aunque su talla no sea, aparentemente, la esperada. Cita obligada, pues, con el ejemplo clásico: los jugadores de baloncesto. Supongamos que unos progenitores son jugadores de baloncesto muy altos (él 2.05 metros y ella 1.90m), y tienen un hijo que también es muy alto (1,95). ¿Un segundo hijo que fuera alto, pero no tanto como para ser muy idóneo para practicar este deporte como profesional (1.80m), tendría talla baja a la vista de su herencia genética? Para conocer la talla genética, conocida como talla diana según la altura de los padres, existe una fórmula: sumar la talla del padre y la de la madre en centímetros, que aquí arroja la cifra de 395 cm, y a continuación dividir la cifra resultante (aquí 395) entre 2: el resultado, 197,5 cm. “Si le quitas 6,5 cm sería la talla diana, que en este caso se correspondería con 191 cm”, especifica la doctora.
Por sexos, el cálculo finaliza otorgando + o - 5 centímetros en función de si se habla de un chico o de una chica. En otras palabras: en cuanto a la altura de los jugadores de baloncesto del ejemplo, la media de sus hijos estaría en 191 cm, siendo la estatura lógica de 196 cm en el caso del hijo varón (se le suman 5), y de 186 en el caso de la hija (se le restan 5). “El hijo de 180 sí, les ha quedado un poquito más bajo, lo que pasa es que es una talla excelente para la población general”, afirma la experta.
En resumidas cuentas, si se viera que el ritmo de crecimiento de ese menor no es el esperado no tendría por qué pasar nada, ya que habría mecanismos para saber si su altura va bien encaminada de acuerdo con los cánones generales -y médicamente aceptables- de estatura. “Desde mi punto de vista, se le podría aplicar un tratamiento más estético, pero nunca utilizamos tratamientos de hormona de crecimiento como tratamiento estético. La hormona de crecimiento es un tratamiento muy serio, muy largo, que se necesita durante muchos años, y realmente lo indicamos cuando hay una altura que consideramos inadecuada, patológica, etc”, apunta la endocrinóloga pediátrica. Además, según agrega, “con 1,80 cm estaría ya posiblemente hecho un adulto, y en un adulto nunca puedes utilizar un tratamiento con hormona de crecimiento, puesto que debes tener el hueso abierto, no maduro”.