Dr. Guillermo Álvarez Calatayud
La leche materna sigue siendo el alimento ideal y de manera exclusiva para el lactante sano en los primeros meses de la vida, ya que su composición está específicamente adaptada a las características digestivas y a las necesidades nutritivas y de crecimiento del lactante. Además de los nutrientes, la leche humana contiene compuestos bioactivos responsables de una amplia gama de efectos beneficiosos, como la promoción de la maduración del sistema inmunitario, la protección contra las infecciones y el desarrollo cognitivo, entre otras funciones.
Dentro de estos compuestos bioactivos, desde hace unos años sabemos que la leche humana no es estéril y contiene bacterias (se han aislado más de 200) y oligosacáridos en grandes cantidades, denominados oligosacáridos de la leche humana (reconocidos con las siglas HMO), cuya función es la de favorecer el crecimiento de las bacterias del intestino del lactante, sobre todo las bifidobacterias, por lo que se les considera los primeros prebióticos, con las implicaciones beneficiosas que esto tiene para la salud del bebé.
Las fórmulas lácteas surgen como una alternativa en la nutrición del lactante cuando la lactancia materna no es posible. El objetivo final de las fórmulas lácteas infantiles es acercarse al ‘patrón oro’, la leche materna, no sólo copiando sus componentes, sino intentando conseguir una funcionalidad similar, medible por sus efectos en el bebé. De hecho, el perfil microbiano de los recién nacidos a término, por parto vaginal y alimentados exclusivamente con leche matera constituye el estándar de microbiota beneficiosa y debe servir de referencia para el desarrollo de las fórmulas infantiles.
La composición de las fórmulas se ha ido modificando a medida que se han ido conociendo las necesidades nutricionales del lactante. Desde hace muchos años se sabe que la leche materna evoluciona y cambia continuamente, adaptándose a las necesidades de cada niño a lo largo de la lactancia, y que mantiene unas diferencias básicas respecto a la leche de vaca, que es desde la que partimos para la elaboración de las fórmulas lácteas.
En 2001, una comisión de expertos internacionales convocados de forma conjunta por la FAO y la OMS definió a los probióticos como “microorganismos vivos que cuando se administran en cantidades adecuadas confieren un beneficio a la salud del hospedador”. Los prebióticos son ingredientes alimentarios que producen una estimulación selectiva del crecimiento y/o actividad(es) de uno o de un limitado número de géneros/especies de microorganismos en la microbiota intestinal confiriendo beneficios para la salud del hospedador. Se denomina simbiótico al producto que combina al menos un probiótico y un prebiótico. Los tres componentes pueden ser añadidos a las fórmulas lácteas infantiles.
Las fórmulas lácteas suplementadas con probióticos y/o prebióticos son seguras y han demostrado ser bien toleradas por los lactantes, no producen efectos adversos y no alteran el crecimiento. Además, presentan una serie de efectos clínicos beneficiosos tales como menor incidencia de infecciones gastrointestinales y de vías respiratorias altas, menor utilización de antibióticos, menos incidencia de procesos alérgicos, principalmente dermatitis atópica, en los lactantes con riesgo y menor incidencia de estreñimiento. En la tabla adjunta se resumen los efectos beneficiosos de algunas cepas y prebióticos añadidos a las fórmulas lácteas infantiles.
Existen numerosos estudios que vinculan la composición de la microbiota intestinal y el desarrollo del sistema inmunitario y cómo aquella podría modular la respuesta y el desarrollo de los mecanismos de alergia y tolerancia a largo plazo. Los niños nacen con una respuesta predominante de Th2, y al nacer su sistema inmunológico se expone a varios alergenos que inducen esta vía. Sin embargo, la exposición de la mucosa a las bacterias redirige hacia una respuesta Th1, lejos de la Th2 que es alergénica, y equilibra así las respuestas de células T, disminuyendo de este modo el riesgo de desarrollo de alergia o enfermedades autoinmunes. El sistema inmunitario requiere, por tanto, la exposición a una microbiota intestinal equilibrada y a bacterias ambientales para que madure adecuadamente.
Las bifidobacterias son las más frecuentemente encontradas en los bebés alimentados con lactancia materna. Los agentes probióticos más frecuentemente estudiados son las especies de lactobacilos, siendo la cepa L. rhamnosus GG la más estudiada en humanos. Su uso en fórmulas lácteas hidrolizadas aumenta el porcentaje de lactantes que adquieren tolerancia inmunológica en alérgicos a las proteínas de leche de vaca tanto mediadas por IgE como en las intolerancias.
En muchos países, la mayoría de la Unión Europea, se añaden estos ingredientes en las fórmulas infantiles. Sin embargo, en 2006 el Comité Científico para Alimentación de la Unión Europea consideró que la información disponible hasta ese momento sobre el efecto de los probióticos en la alimentación de los lactantes era insuficiente, sobre todo para las leches de inicio.
La revisión del Comité de Nutrición de la Sociedad Europea de Gastroenterología, Hepatología y Nutrición Pediátrica (ESPGHAN) establece, respecto a los posibles beneficios en la administración de fórmulas suplementadas con probióticos y prebióticos a lactantes menores de 4-6 meses y según la evidencia disponible, que no se han constatado efectos clínicos consistentes, aunque admite que su adición (tanto en las fórmulas de inicio como de continuación) puede tener efectos beneficiosos sobre la frecuencia y consistencia de las deposiciones, sobre las infecciones gastrointestinales, la disminución en el empleo de antibióticos y en la irritabilidad del cólico.
Como conclusión, el Comité de Nutrición de la ESPGHAN no recomienda el empleo de fórmulas suplementadas con probióticos y prebióticos de forma rutinaria, aunque es posible que la adición de determinadas cepas bacterianas pueda ser recomendable. La escasa calidad de los estudios metodológicos (tipo de probiótico, duración de la intervención) hacen que el Comité crea que aún hay demasiada incertidumbre. Aun así, debido a que son necesarios más estudios con mayor rigor metodológico, no recomienda el uso sistemático de una fórmula suplementada en probióticos en lactantes.
Sin embargo, muchos expertos consideran que la leche materna es una excelente fuente de bacterias comensales y probióticas para el intestino infantil, además de contener gran cantidad de oligosacáridos con efecto prebiótico, por lo que no es de extrañar que existan profundas diferencias entre la microbiota intestinal de los niños que reciben lactancia materna y la de aquellos alimentados con fórmulas infantiles. Es por ello que muchos pensamos que una suplementación racional de las fórmulas lácteas para lactantes, avalada por ensayos clínicos controlados, con cepas probióticas específicas, con dosificación adecuada, y con prebióticos, sí podría estar justificada en un futuro.
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