Redacción Farmacosalud.com
¿Quién cuida del cuidador? Con toda probabilidad, los profesionales de la salud que atienden a los pacientes de ictus tras su alta hospitalaria se habrán hecho esta pregunta repetidas veces porque, a menudo, estos enfermos necesitan el acompañamiento, la asistencia o el apoyo de su entorno más cercano para poder llevar a cabo varias tareas, incluso las más cotidianas. Un nuevo documento, conocido como ‘Consenso catalán sobre evaluación y tratamiento del paciente post ictus’, trata de atender en lo posible a los familiares y cuidadores de las personas que han sufrido una apoplejía, tal y como comenta la doctora Cristina López Mompó, miembro del grupo de trabajo de la enfermedad cerebrovascular de la Sociedad Catalana de Medicina Familiar y Comunitaria (CAMFiC): “El documento de consenso reconoce la importancia de detectar las necesidades de los cuidadores y familiares. Las familias necesitan soporte y la normalización de la situación para poder reprender sus actividades laborales, sociales etc. Al igual que el tratamiento del paciente es individualizado, en cada familia las intervenciones se ajustan a las necesidades detectadas”.
“Sabemos que los resultados de los tratamientos son mejores si el cuidador dispone de estrategias para afrontar las dificultades, por lo que debe ser formado, y su salud física y mental cuidada convenientemente. Existe evidencia de que el soporte social puede modificar el proceso de salud-enfermedad del individuo y de la familia. El documento dedica un apartado a las asociaciones de pacientes, ya que pueden complementar la labor de los profesionales sanitarios y dar soporte, orientación y formación a los cuidadores y a las familias a través de actividades en grupo”, añade.
CAMFiC, junto con el Departamento de Salud, el Colegio Oficial de Trabajo Social de Cataluña, la Sociedad Catalana de Medicina Física y Rehabilitación, la Asociación de Enfermería Familiar y Comunitaria de Cataluña (AIFICC), la Sociedad Catalana de Neurología y la Sociedad Española de Rehabilitación y Medicina Física, han elaborado el consenso con el objetivo de dar a conocer el adecuado seguimiento en Atención Primaria del paciente post ictus, lo que permitirá mejorar su calidad de vida y la de su entorno. Una vez que esas personas son dadas de alta en el hospital, requieren de acompañamiento y rehabilitación para recuperar una óptima calidad de vida. Y este seguimiento se realiza en el ámbito de la Atención Primaria.
“Quizás el área de prevención terciaria sea poco conocida”
“Los profesionales que hemos elaborado el documento entendemos que, a pesar de los cambios que ha experimentado el tratamiento de la enfermedad cerebrovascular, un gran porcentaje de pacientes sufren discapacidades. Estas discapacidades pueden ser susceptibles de tratamientos eficaces de prevención terciaria*. Quizás esta área, la de la prevención terciaria, sea poco conocida. Los profesionales de Atención Primaria, que mantienen un frecuente contacto con estos pacientes, necesitan conocer lo que la prevención terciaria puede ofrecer y deben saber cómo detectar cambios en la evolución de los pacientes, ya que si estos cambios no son atendidos pueden llegar a provocar un deterioro funcional y una mayor dependencia del paciente”, comenta López Mompó.
Los principales problemas que puede presentar el enfermo post-ictus y que por su prevalencia son tratados en el documento remiten a cambios en la funcionalidad, la movilidad, la comunicación y la sexualidad, además de presencia de espasticidad, dolor, disfagia (dificultad para tragar), incontinencia, trastornos del ánimo, deterioro cognitivo y, derivado de todo ello, afectación en familiares y cuidadores. Según la experta, “el momento del alta hospitalaria o de la rehabilitación es muy crítico, ya que los pacientes se enfrentan a una nueva realidad en un escenario de discapacidad y pueden tener sensación de soledad, desatención y aparición de sintomatología depresiva. No obstante, es importante resaltar que son necesarios unos correctos circuitos de atención en cualquier fase de la enfermedad para garantizar así la continuidad asistencial, dado que los pacientes es fase estable también pueden sufrir problemas que provoquen alteraciones funcionales no deseables”.
Los cambios en la funcionalidad se producen en los tres primeros meses tras el ictus y, por tanto, es en este periodo donde se concentran la mayor parte de esfuerzos terapéuticos rehabilitadores. Pasado este tiempo, pueden continuar registrándose mejoras funcionales en algunos afectados, en especial durante el primer año, sobre todo en pacientes con daño cerebral más extenso. Respecto a la movilidad, una quinta parte de los afectados experimentan un deterioro de sus capacidades de movimiento en la fase crónica, entre el primer y el tercer año post-ictus. La presencia de fatiga, problemas cognitivos, depresión e inactividad en el primer año tras el accidente cerebrovascular son predictores de deterioro en la movilidad más adelante, situación que puede limitar las actividades básicas de la vida diaria y restringir la participación social.
Tratamiento con unos objetivos individualizados
Otros aspectos que se ponen de relieve en el documento, que ha sido financiado por la compañía Allergan, y que permiten definir las actuaciones necesarias para un buen seguimiento son, por ejemplo, que más del 50% de los pacientes presenta disfagia tras un ictus, o que hasta un 80% padecen síntomas urinarios durante el primer año después del ictus, como incontinencia urinaria.
“El documento -detalla la facultativa- propone para cada problema el tratamiento más adecuado según la evidencia científica existente. En general, los tratamientos de prevención terciaria están orientados a la funcionalidad, y por tanto a la recuperación del déficit. Por este motivo siempre será un tratamiento con unos objetivos individualizados, ya que el déficit tiene una repercusión funcional diferente en cada individuo. Los objetivos funcionales del tratamiento deberán ser concretos, realistas y pactados con el paciente y su familia y cuidadores, evitando crear falsas expectativas que provoquen frustración innecesaria”.
Enfermería: tareas de valoración, atención, vigilancia y enseñanza
El consenso define también las pautas del trabajo social (analizando el apoyo social necesario, los recursos disponibles, la vuelta a casa, etc.), los criterios de derivación a especialistas desde la Atención Primaria y el papel que debe tener Enfermería. “El trabajo de Enfermería en el enfermo postictus consiste en la valoración de su función física y mental mediante escalas validadas, la atención y cuidados de las necesidades básicas, en especial por la frecuente aparición de disfagia, estreñimiento, riesgo de caídas y la aparición de síntomas depresivos”, expone la doctora López Mompó. De igual modo, en el texto se incide en la modificación de hábitos para que éstos sean saludables y se trabaja en “la identificación del cuidador principal y la vigilancia de síntomas de claudicación", centrándose además en la conciliación y la adherencia al tratamiento farmacológico y en el fomento de "la independencia funcional del paciente”, precisa la miembro de CAMFiC.
* La prevención terciaria comprende aquellas medidas dirigidas al tratamiento y a la rehabilitación de una enfermedad una vez ya está instaurada para ralentizar su progresión y evitar la aparición o el agravamiento de complicaciones, intentando mejorar la calidad de vida de los pacientes