Redacción Farmacosalud.com
Una de cada diez lesiones que se producen practicando esquí es a nivel del ligamento colateral del pulgar, lo que se denomina 'pulgar del esquiador'. El daño se produce cuando la correa del bastón de esquí se engancha con el pulgar en una caída, llevándolo hacia atrás de manera brusca, provocando una hiperextensión de la articulación y una lesión del ligamento. La gravedad se mide en función de cuánto se estire el ligamento, que puede llegar a romperse. Según explica a www.farmacosalud.com el doctor Ángel Ferreres, médico del Instituto Kaplan de Barcelona, “es muy difícil prevenir esta lesión, igual que es difícil prevenir las caídas. Ha habido algún intento de usar palos sin correa por parte de esquiadores profesionales, pero seguían lesionándose. Lo que resultó algo mejor fue entrenarles para que cuando cayeran soltaran el palo, cuya correa naturalmente no llevaban sujeta a la muñeca. Pero es difícil entrenar a la población en general para que suelten el bastón al caer”. Existen férulas para prevenir el pulgar del esquiador, “pero se usan más” cuando el usuario ya ha sufrido previamente esta lesión y, tras la ‘reparación’ (curación) de su dedo, ese usuario “quiere seguir esquiando”, esta vez con la protección de la férula, sostiene el médico.
Los avances en materiales termoplásticos permiten que esos dispositivos ortopédicos puedan “moldearse para cada persona. La férula puede ir sujeta con velcro y ser útil si se usa una talla más grande de guantes de esquí. Lo que pasa es que es incómoda; si ya has tenido la lesión se ve justificado llevar la férula, pero si es simplemente como prevención (o sea, para personas sin antecedentes de pulgar del esquiador) es difícil convencer de que se lleve puesta… lo querríamos prevenir todo, pero es que entonces pareceríamos realmente Robocop”, bromea de forma gráfica Ferreres.
No es una lesión exclusiva del esquí
Trabajar mucho con las manos -transportando pesos, conduciendo como chófer, etc- no implica una mayor riesgo de padecer el pulgar del esquiador. “Si alguien usara el pulgar de una forma digamos que incorrecta, forzando mucho, pues sabemos que todos los tejidos del cuerpo pueden ir cediendo si son sometidos a estrés. Pero esa sería una lesión crónica que no tiene nada que ver con el pulgar del esquiador. Hace muchos años en Estados Unidos se acuñó el término Gamekeeper's thumb, que quiere decir ‘el pulgar del guardabosques’, porque les guardabosques mataban a los conejos de una forma determinada, sujetándolos por el cuello y desnucándolos. Entonces, si esos individuos mataban a muchos conejos se provocaba mucho estrés en el ligamento y había inestabilidad, o sea, que el pulgar se movía demasiado en ese sentido. Sin embargo, esa profesión ya no existe”, explica el médico del Instituto Kaplan.
Con todo, la denominación de ‘pulgar del esquiador’ no debe conducir a engaño y pensar que se trata de una lesión exclusiva de los deportes que se practican en la nieve. De hecho, se puede padecer realizando “cualquier actividad en la que se tenga que agarrar un palo, tubo” o algo parecido y por la razón que sea “se pueda forzar el pulgar en abducción, que es como si abriéramos el palmo y lo siguiéramos abriendo y abriendo mucho, y al final se rompiera el ligamento del pulgar. Con el ligamento roto, tendríamos un palmo mucho más largo. También puede ocurrir en una caída: al apoyar la mano en el suelo se puede forzar el pulgar en ese sentido y arrancar el ligamento”, advierte.
Puede ser necesaria una intervención quirúrgica
Según el experto, es esencial diagnosticar esta lesión de manera precoz, es decir, en menos de seis semanas desde el accidente, y que el paciente sea consciente de la necesidad de tratarla y de respetar el periodo de recuperación: “El 90% de las lesiones de esquí se resuelven de manera ambulatoria y no requieren un ingreso en un centro hospitalario, motivo que explica que no se les dé la importancia que tienen. Para tratar el pulgar del esquiador de manera adecuada es fundamental llevar a cabo un diagnóstico de la lesión durante la fase aguda por parte de un profesional especializado, que es quién sabrá valorar la magnitud de la lesión y decidirá la terapia más adecuada”, señala Ferreres en un comunicado del Instituto Kaplan.
El primer paso es inmovilizar el pulgar y, posteriormente, realizar una exploración clínica y radiológica o ecográfica. Si la lesión es leve, el tratamiento consiste en la inmovilización de la mano mediante una férula o una escayola; si la rotura es completa, se requiere una intervención quirúrgica para volver a reinsertar el ligamento en el hueso. Además de un buen diagnóstico, es esencial que el paciente sea consciente de la relevancia de esta lesión. “Muchas personas atribuyen el dolor que sufren a la caída y creen que se les pasará con el tiempo”, indica el galeno. Ferreres añade que es imprescindible que el paciente sepa que la correcta rehabilitación es un factor clave para evitar la cronificación: “Es crucial que la persona que padece esta dolencia se mentalice de la importancia de respetar la etapa de convalecencia y que recupere la movilidad de manera gradual”.
En los casos leves, tras la inmovilización, que tiene una duración variable en función de la gravedad de la lesión, la recuperación de la movilidad requiere de 4 a 6 semanas. Cuando se realiza una cirugía, la mano estará inmovilizada durante unas 6 semanas. Tras este periodo, es necesario un control de la lesión y realizar ejercicios para restablecer el movimiento y la fuerza del pulgar.
Es muy raro sufrir dos veces la lesión en el mismo dedo
En cuanto al post-operatorio derivado de la cirugía, el hecho de que se inmovilice el dedo durante unas semanas puede comportar la manifestación de rigidez en la articulación. Por eso, al empezar la rehabilitación cuesta mover el pulgar, lo que causa dolor. De todos modos, “en principio no se describe que haya artrosis en esta articulación, salvo en los casos en que sea una lesión crónica que haya pasado desapercibida en un principio y que se haya tratado tarde. En esos casos sí que, con los años, puede aparecer artrosis en dicha articulación”, comenta el especialista.
De acuerdo con el traumatólogo, en la práctica “es muy raro” que una persona sufra dos veces un pulgar del esquiador en el mismo dedo. En caso de ‘reincidencia’, lo que puede ocurrir es que si hay un anclaje óseo derivado del tratamiento de la primera lesión, “disminuya el pequeño ‘stock’ óseo en el que se pueda poner otra vez el anclaje y eso pueda comportar alguna dificultad técnica en la ‘reparación’”, precisa.
La oposición del pulgar ha permitido el desarrollo de los seres humanos como especie. Este dedo se encuentra en un plano distinto de los otros dedos de la mano, a 30º de abertura, 40º de antepulsión y a unos 80º de rotación, por lo que es completamente oponible a los otros cuatro dedos (pinzas pulgar-digitales). El hecho de contar con un pulgar oponible nos da la capacidad, a diferencia del resto de especies, de manipular con una mayor precisión los objetos que nos rodean. “Si no dispusiéramos de este tipo de pulgar, tendríamos que coger los objetos con ambas manos o con la boca, como hacen el resto de animales”, apunta Ferreres. Por este motivo, según el especialista en cirugía de la mano, no debemos menospreciar lesiones como el pulgar del esquiador, puesto que sin un funcionamiento correcto del mismo, simples gestos como coger un vaso o introducir una llave en una cerradura pueden resultar de lo más dificultosos.