Redacción Farmacosalud.com
En verano se multiplican los casos de problemas oculares y visuales debidos a una larga exposición al sol, y no sólo en las costas. La montaña también es un lugar que, aún sin nieve, puede causar problemas oculares por una exposición crónica a la radiación solar que aumenta con la altitud, la baja latitud o por la acción de superficies reflectantes como el reflejo del sol en las rocas de la alta montaña en verano. Estos escenarios no son tan dañinos como en la nieve, pero pueden comportar importantes consecuencias ya que, además, a mayor altitud la atmósfera se vuelve más fina, por lo que bloquea menos UV. Se estima que la radiación UV se incrementa en un 4% con cada 300 metros de altura. Por lo tanto, a grandes alturas siempre debemos utilizar a cualquier edad protectores solares para la piel y unas gafas de sol con filtros adecuados, aseguran desde el Consejo General de Colegios de Ópticos-Optometristas (CGCOO).
Hace unos días un montañero de 28 años sufría pérdida de visión y fuertes dolores de cabeza al haber ascendido sin gafas de sol hasta el pico del Mulhacén (3.480 metros de altura; el más alto de la Península Ibérica) y tuvo que ser evacuado por efectivos de la Guardia Civil, que le trasladaron en helicóptero hasta un centro hospitalario de Granada, donde le diagnosticaron quemaduras oculares.
Riesgo de fotoqueratitis y fotofobia
El principal peligro del sol es en forma de radiación ultravioleta (UV), fundamentalmente si ahora en verano nos exponemos a ella de forma excesiva sin la protección de unas gafas de sol de calidad. La radiación UV es generada por la actividad solar, pero también puede ser emitida por fuentes artificiales como instrumentos de soldar, camas de bronceado y láseres. Muchos ciudadanos son ya conscientes del daño que la radiación UV puede hacer a la piel, pero muchos todavía no se dan cuenta de que la exposición a la radiación UV puede afectar a los ojos y a nuestra visión, fundamentalmente si nuestros ojos están expuestos a cantidades excesivas de radiación UV en un corto periodo de tiempo sin la protección de unas gafas de sol adecuadas. Esta circunstancia puede suceder más a menudo ahora en la estación estival, concretamente en la playa y en la montaña, y puede conducir a problemas oculares y visuales más o menos graves, como una fotoqueratitis (quemadura provocada por el sol en córnea) o el efecto denominado fotofobia permanente, que puede ocasionar dolor ocular intenso incluso con luz atenuada.
Además, estudios científicos y de investigación han demostrado que la exposición a pequeñas cantidades de radiación UV durante un período de muchos años aumenta la probabilidad de desarrollar cataratas y puede causar daños en la retina. Además, la exposición crónica a la luz visible de longitud de onda más corta (es decir, azul y violeta claro) también puede ser perjudicial para la retina. “Resulta evidente que cuanto más tiempo estén los ojos expuestos al sol, mayor es el riesgo de tener problemas oculares que redundan en una peor visión; incluso a lo largo de nuestra vida la acumulación de radiación UV puede traernos consecuencias como la aparición de cataratas, el desarrollo de la degeneración macular asociada a la edad, determinados tipos de tumores, pterigium, etcétera, por lo que los ópticos-optometristas siempre incidimos en recomendar el uso de gafas de sol de calidad, que ofrecen un importante bloqueo de la radiación UV, a cualquier edad y siempre en actividades al aire libre. Son un seguro de la salud de nuestros ojos”, subraya Juan Carlos Martínez Moral, presidente del Consejo General de Colegios de Ópticos-Optometristas.