Redacción Farmacosalud.com
Desde luego -y no es broma-, a tenor de lo contado por el veterinario Juan Domínguez dan ganas de ponerse en el cuello uno de esos collares antiparasitarios que llevan los perros para combatir a las garrapatas. “Al igual que en las mascotas, las picaduras de garrapatas en humanos pueden provocar lesiones en el punto de fijación, parálisis por neurotoxinas y transmisión de enfermedades vectoriales, como la enfermedad de Lyme, ehrlichiosis, rickettsiosis y encefalitis”, asegura Domínguez. De acuerdo con la literatura científica, en casos extremos algunas de estas patologías, como la ehrlichiosis y la encefalitis, pueden llegar a causar la muerte de las personas. La vida de las mascotas también puede correr serio peligro cuando son parasitadas por esos diminutos seres.
Y es que las garrapatas, como buenos y efectivos ectoparásitos hematófagos, no le hacen ascos a casi nadie a la hora de aprovecharse de la sangre ajena: “Aunque existen ciertas preferencias según las especies, en general parasitan a todo tipo de mamíferos carnívoros, herbívoros, roedores y aves”, comenta Domínguez, gerente-propietario del Centro Veterinario Travesía (Vigo, en Pontevedra). Así las cosas, las mascotas caninas tampoco salen bien libradas porque “son muchas las enfermedades que pueden provocar las garrapatas: desde lesiones dermatológicas hasta anemia. Sin embargo, las más graves son aquellas en las que actúan como vectores. Es decir, inoculando virus, bacterias y protozoos a través de su picadura que a su vez atacan a distintos órganos del perro provocando multitud de síntomas e, incluso, la muerte”, explica el especialista.
En general, cuánto más calor, mejor para las garrapatas
En verano hay que extremar las precauciones. La razón es que, en general, cuánto más calor, mejor para las garrapatas. Hay que vigilar sobre todo las áreas climáticas de elevada humedad. Existen dos grupos de garrapatas: unas que prefieren la humedad y que son más sensibles a la desecación y otras que prefieren altas temperaturas y son más susceptibles al frío.
Detectar a estos ectoparásitos hematófagos en las mascotas “puede resultar complicado, ya que las formas juveniles pueden ser muy pequeñas y pasar prácticamente desapercibidas. Tienden a fijarse en zonas de piel fina como las orejas, los párpados, los espacios interdigitales o la ingle”, detalla Domínguez. Una vez localizadas, no siempre es fácil sacarlas del animal doméstico porque hay cierto riesgo de infección. De manera que, según el veterinario, “debe evitarse el contacto directo con la piel utilizando guantes, pinzas o dispositivos especiales para extraerlas, y sujetándolas por la zona de la cabeza (la más próxima a la piel del animal) y tirando de ellas mediante un único movimiento, ejerciendo una presión constante”.
Collares antiparasitarios, lociones, pipetas y medicamentos orales
A la vista de todo lo contado, no hay nada mejor que dar a entender a estos parásitos que no son bienvenidos en ningún momento. “Como con cualquier otro parásito -señala el experto- es importante actuar en dos frentes. Por un lado, utilizar productos repelentes y/o acaricidas sobre la mascota y, por otra parte, controlar su desarrollo en el ambiente dificultando su supervivencia. Existen distintos tipos de collares antiparasitarios, con diferentes composiciones y presentaciones adaptadas a la mayoría de los perros. También hay productos en forma de lociones, pipetas e incluso medicamentos de administración oral”. Esos collares deben usarse siempre según las indicaciones del fabricante y manteniéndolos de forma permanente en el animal.
En caso de que la garrapata haya ocasionado herida en el animal, se procederá al “tratamiento convencional” ante cualquier herida, “utilizando antisépticos, cicatrizantes y antibióticos si fuera necesario”, precisa el veterinario.