Redacción Farmacosalud.com
Entre los movimientos y tendencias sociales en auge destaca el conocido como ‘empoderamiento’ de la mujer, una manera de entender la vida que conlleva una mayor independencia femenina a todos los niveles. Según Eduard Molinet, psicólogo y sexólogo en el Centro de Psicoterapia Itersia (Barcelona), el factor empoderador femenino puede influir, aunque indirectamente, en la capacidad de ciertos hombres para tener una erección, en concreto, aquellos varones que se sienten excluidos y perdidos ante este nuevo escenario del mundo occidental. No puede olvidarse que los problemas de erección, o disfunción eréctil (DE), pueden estar originados por causas psicológicas asociadas al estrés, la ansiedad, la depresión, la culpa o el miedo a fracasar durante una relación íntima.
Eliminando de la ecuación las causas médicas que provocan DE (problemas cardíacos, endocrinológicos, hormonales…), los facultativos conocen bien las causas psicológicas y los mecanismos fisiológicos que interaccionan y que son causantes de la incapacidad para mantener una erección (como decíamos, estrés, ansiedad, depresión…).

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Meta-consciencia
“Aunque suene filosófico (luego lo trasladaremos al ámbito científico), diría que el factor más determinante para explicar la disfunción eréctil es la meta-consciencia o la consciencia de nosotros mismos. Por este motivo, los animales sólo pueden tener problemas de erección cuando hay una causa médica, a diferencia de los humanos. La meta-consciencia es lo que condiciona la posibilidad de que pueda aparecer estrés, ansiedad y el miedo a fracasar. Esa consciencia es vital para caer en la trampa paradójica que los sexólogos llamamos ‘forzar lo espontáneo’”, apunta Molinet.
“Me explico -clarifica el psicólogo-: simplificando mucho, las funciones sexuales suelen radicar en el cerebro, en lo que llamamos el sistema parasimpático, que es donde se ubican algunas funciones automáticas de nuestro cuerpo, como la erección. En cambio, la consciencia, reflexión y control caen en la parte prefrontal de nuestro cerebro. Estas dos funciones chocan, por ejemplo, cuando yo quiero controlar mi erección aumentándola mentalmente, lo cual es un proceso que debería funcionar de manera automática… no obstante, lo que ocurre entonces es que mi propia consciencia e intención anula esa automatización, haciendo que la erección caiga. Eso es algo que sucede a los hombres con disfunción eréctil que intentan mentalmente que no les suceda”, explica el facultativo.
Y esa misma consciencia juega un papel clave en relación a cómo los cambios culturales y sociales inciden en la manera de vivir la sexualidad. Antaño, por ejemplo, mantener relaciones íntimas o carnales antes del matrimonio era vivido como algo pecaminoso y generador de culpa, “siendo la culpa uno de los antiafrodisíacos más grandes que existen”, agrega.
“Cuando ellas revindican su orgasmo, se descubre que los hombres no saben cómo complacerlas”
“Ahora vivimos en un momento social completamente nuevo -prosigue Molinet-, en el que el papel de la mujer ha cambiado radicalmente, por suerte. La aparición de anticonceptivos de alta efectividad que desligaron la sexualidad de la reproducción, y el empoderamiento femenino paulatino que se ha vivido en todas las áreas de nuestra sociedad (legal, laboral y también sexual) han cambiado nuestros patrones relacionales. En el momento en el que la mujer empieza a reivindicar su cuerpo y su placer, aparece un escenario relativamente incómodo para una parte importante de la población masculina, la que estaba acostumbrada a una sexualidad ‘fácil’ centrada en el coito y el orgasmo masculino”.

Eduard Molinet
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“Ese nuevo escenario es muy importante, porque abre toda una brecha histórica en la que se destapa que el placer y el cuerpo femenino han sido menoscabados y menospreciados. Cuando las mujeres alzan la voz y revindican su orgasmo, de golpe se descubre que los hombres no saben cómo complacerlas”, remarca el profesional del Centro de Psicoterapia Itersia.
‘Incel’, o celibato involuntario
“La reivindicación femenina y ese sentimiento general de incapacidad masculina han generado algunos cambios importantes a nivel social, mayormente positivos. Por un lado, ha fomentado el diálogo abierto de fenómenos como la masturbación y el autoconocimiento anatómico femenino, favoreciendo con todo ello la producción de nuevos juguetes eróticos. Pero, por otro lado, ha favorecido también que haya un aumento de aquella parte de la población masculina que se siente excluida, incómoda y perdida en el nuevo escenario, creándose -en su extremo más problemático- lo que se llama coloquialmente ‘incel’ (celibato involuntario), que reacciona negativamente ante el empoderamiento de la mujer”, comenta Molinet.
“Desde esta perspectiva, podemos concluir que sí, que de manera indirecta, el empoderamiento femenino puede comportar que algunos hombres se sientan incómodos, perdidos, y que esas sensaciones puedan tener un efecto directo en ellos, adoptando conductas más evitativas, no buscando tener encuentros sexuales, o sintiendo una dificultad o sentimiento de inferioridad que haga que la ‘performance’ sexual masculina se vea afectada, generándose con ello dificultades en la erección. O, incluso, teniendo una fijación tan grande en lograr el orgasmo femenino, que nos olvidemos de lo más importante: que ambas personas disfruten por el camino”, advierte.
Si bien es normal que en un primer momento de cambio social haya una dificultad de adaptación, es importante establecer canales de comunicación con la pareja que ayuden “a conocer mejor el propio cuerpo” y el ajeno, y animen a hablar “acerca de lo que gusta y lo que no gusta, con el fin de empezar a tener una sexualidad basada en el placer, pero desde el diálogo y el respeto”, manifiesta el sexólogo.
“A los hombres que han podido adaptarse a las nuevas circunstancias sociales les sucede todo lo opuesto: descubren una sexualidad mucho más rica y compartida, en la que el placer y goce de la pareja es importante, lo que acaba generando un eco en el propio placer y viceversa. De este modo, se entra en una escalada mutua que aumenta la intensidad de la satisfacción y unión con la otra persona”, destaca.
¿El poliamor puede influir en la DE?
El poliamor es otra de las nuevas tendencias de la modernidad. Se trata de una relación amorosa no monógama, llevada a cabo de manera simultánea, por dos, tres o más personas, con consentimiento y conocimiento de todos los involucrados. ¿En el varón que se suma al poliamor, saber y aceptar totalmente que su pareja femenina mantiene relaciones sexuales con otro hombre puede causarle algún grado de disfunción eréctil, por miedo -por ejemplo- a que dicha mujer haga comparaciones entre el comportamiento y poder sexual de ambos amantes? ¿Puede que el primer varón tema, en ese sentido, que está 'por debajo' del segundo, del otro?

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“En el caso de las relaciones poliamorosas, no existen estudios que establezcan una relación directa entre esta conducta y su efecto a nivel de disfunción eréctil (ni otras disfunciones sexuales), ni por aumento ni por defecto. De nuevo se abre el escenario del efecto subjetivo, ahora centrado en la relación poliamorosa vivida por cada uno”, contesta Molinet.
Llegados a este punto, procede conjeturar un argumento sobre cómo podría afectar negativamente la relación poliamorosa (creando posiblemente problemas de erección), y un argumento contrario, sobre cómo podría resultar incluso una ventaja respecto a las relaciones monógamas.
“Tanto las relaciones poliamorosas como aquellas que consideramos ‘relaciones abiertas’ pueden tener algún efecto negativo en nuestra sexualidad, repercusión que podría darse cuando uno de los dos miembros de la pareja no está tan convencido de iniciar la apertura de la relación, pero cede porque tiene dudas o ganas de experimentar, o incluso acepta por miedo a que la otra persona quiera abandonar el vínculo de pareja. Cuando el poliamor se desarrolla de esta manera, se pueden activar más fácilmente los celos y las inseguridades acerca del propio rendimiento sexual, valoración que entra en juego y comparación con la de otros varones. Estos condicionantes de por sí ya pueden tener un efecto directo en la erección, pero si a todo ello le añadimos que, normalmente, son situaciones que pueden ir acompañadas de problemas relacionales, discusiones, reproches… ahí sí sabemos claramente que el daño en el vínculo afecta negativamente al deseo y, por ende, a la función eréctil”, asegura el sexólogo.
El ‘Efecto Coolidge’, el fenómeno de la ‘Habituación’…
Por el contrario, en biología sexual humana se estudia el ‘Efecto Coolidge’, que es la reactivación de la actividad sexual (en este caso) masculina ante la presencia de una nueva hembra receptiva después de haberse experimentado ya saciedad sexual con otra hembra. “En términos llanos, el efecto de la novedad reactiva nuestras funciones sexuales, a diferencia del fenómeno de ‘Habituación’, que implica que la respuesta a un estímulo disminuya si hay una exposición repetida al mismo”, especifica Molinet.

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“Dicho de otro modo -añade-, puede ser que la pizza sea mi plato favorito, pero si empiezo a comerlo en el desayuno, comida, merienda y cena… al cabo de pocos días es probable que me harte. Sin embargo, la variedad de comida hace que cada vez que como una pizza me parezca deliciosa. Con lo cual, y en base a esos dos factores conocidos, podríamos conjeturar que el paso del tiempo y la rutina podrían tener menos repercusiones en una relación poliamorosa o abierta, observada casi en condiciones de laboratorio y aislando, a este respecto, la posibilidad de aparición de conflictos vinculares. Todo ello, evidentemente, no constituye un conjunto de leyes generalizables a todas las personas y no supone, en ningún caso, una crítica ni a la monogamia ni al poliamor”.
Gran infradiagnóstico de la DE
Uno de cada cinco españoles sufren disfunción eréctil, si bien el 75% de los afectados no están diagnosticados, según se desprende de una revisión de estudios realizada desde el Instituto de Cirugía Urológica Avanzada (ICUA). “Los problemas de erección inciden en un número importante de hombres entre los 25 y los 70 años; sin embargo, muchos de esos pacientes están infradiagnosticados y, en consecuencia, no tratados. Por ello, es necesario recordar la necesidad de acudir al especialista ante la presencia de síntomas”, indica el Dr. Luis Llanes, responsable del Área de Litiasis y Endourología en ICUA.
La prevalencia de la DE -la disfunción eréctil es la incapacidad repetida a la hora de lograr o mantener una erección lo suficientemente firme como para gozar de una relación sexual- aumenta con la edad. Así, afecta al 8,6% de varones de 25 a 39 años; al 13,7% de 40-49 años; al 24,5% de entre 50 y 59 años, y al 49% en sujetos de 60 a 70 años, lo que significa que casi dos millones de varones españoles la padecen, según el estudio EDEM (Epidemiología de la Disfunción Eréctil Masculina). Con todo, más de la mitad (55,9%) no se han preocupado nunca de sus problemas de erección, sobre todo en la franja de los 60-70 años, etapa en la que esta anomalía es más prevalente. De hecho, otro trabajo revela que sólo alrededor del 23,4% de esos casos están detectados, lo cual equivale a aproximadamente 5 de cada 100 hombres con DE.
De acuerdo con un estudio sobre disfunción eréctil publicado en ‘Healthcare’, a pesar de que la mitad de los participantes (49,5%) en dicha investigación reconocieron la necesidad de buscar tratamiento, la mayoría (53,1%) no habían acudido a clínicas especializadas, sobre todo debido al estigma social y a la preferencia por la automedicación. “La disfunción eréctil es una patología que genera un sentimiento de vergüenza y esa es una de las causas por las que se retrasan los diagnósticos”, refiere Llanes.

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4 requisitos para que pueda prosperar una buena erección
La DE se produce por causas multifactoriales, dado que para conseguir una erección normal se necesita la concurrencia de cuatro factores fundamentales:
1-un buen funcionamiento de los vasos sanguíneos, no alterado por el tabaquismo, la arteriosclerosis u otros problemas cardiovasculares
2-una inervación peneana conservada, sin lesiones derivadas de cirugías pélvicas o enfermedades como la diabetes
3-un equilibrio hormonal adecuado, en el que la testosterona pueda ejercer su acción de forma normal
4-un estado psicológico saludable
Cualquier alteración en uno o varios de estos factores puede provocar disfunción eréctil. “Algunas patologías como la diabetes, el alcoholismo crónico, la arteriosclerosis o diversas enfermedades neurológicas afectan directamente a los nervios, arterias o tejidos del pene, causando lo que se conoce como disfunción eréctil orgánica. Asimismo, la cirugía pélvica -especialmente la indicada en el tratamiento del cáncer de próstata- puede dañar los nervios y arterias peneanos”, apunta este especialista. Además, en otras ocasiones la causa principal de la DE tiene un origen psicológico, lo que se denomina disfunción eréctil psicógena, que ya ha sido descrita anteriormente en este artículo de www.farmacosalud.com.
El diagnóstico de los problemas de erección se lleva a cabo a partir de la historia clínica y los antecedentes del paciente, complementados con análisis y, en algunos casos, pruebas específicas como el test de tumescencia peneana nocturna, que permite diferenciar entre una causa orgánica y una psicógena.
Varias terapias disponibles
La elección del tratamiento depende del origen del problema. “En la disfunción eréctil psicógena puede ser eficaz la psicoterapia realizada por un sexólogo experimentado. Cuando la causa es orgánica (vascular, neurológica, hormonal o mixta), suele ser necesario recurrir a fármacos por vía oral o inyectados directamente en el pene”, explica el Dr. Llanes.
En los casos en los que estas alternativas no resulten efectivas, existe la opción de implantar una prótesis peneana. “Este procedimiento quirúrgico, sencillo y mínimamente invasivo, consiste en colocar cilindros hidráulicos en los cuerpos cavernosos que el paciente puede activar y desactivar a voluntad. El 95% de los hombres que se someten a este tratamiento se declaran satisfechos con los resultados y lo recomendarían a otros pacientes”, afirma el responsable del Área de Litiasis y Endourología en ICUA.