Redacción Farmacosalud.com
Fiestas navideñas, sinónimo de paz y amor… pero no siempre es así. Durante estas fechas, los sentimentos y recuerdos despertados pueden remover lo más hondo de cada uno hasta acabar provocando, en según qué casos, una tragedia. Así, se estima que, durante la época de la Navidad, en las cárceles españoles los suicidios se incrementan hasta un 9% en comparación con el resto del año, un aumento ligeramente inferior al registrado más allá de los muros penitenciarios, donde el incremento de esta clase de conductas con respecto al resto del año llega hasta el 7%. Así lo señala María Yela, psicóloga penitenciaria y miembro del Colegio Oficial de la Psicología de Madrid (COP Madrid), quien añade que la tasa de autolesiones de los presos también crece notablemente coincidiendo con este momento del calendario, es decir, entre finales de diciembre y principios de enero.
Actualmente, en las prisiones españolas se registran unos 40 suicidios al año para una población penitenciaria que alcanza la cifra de 50.000 personas. El perfil de internos ha cambiado en los últimos años: mientras que en los años 80 del siglo pasado la mayoría habían cometido delitos ‘clásicos’, siendo algunos de esos sujetos consumidores de heroína que acababan muriendo de una sobredosis o por el SIDA, ahora se ven muchas personas condenadas por delitos de nueva tipificación (ecológicos, violencia de género, asociados a las nuevas tecnologías o contra la seguridad vial, etc.). A estos nuevos reclusos “las drogas no les matan como antes”, sino que les dejan “las mentes echas polvo”, de modo que “la salud mental está peor, y eso incide en las depresiones y en los suicidios, igual que ocurre en la calle”, comenta Yela.
Prestar más atención a los presos que no reciben apoyos desde el exterior
En caso de que los reclusos no tengan permiso para salir del centro penitenciario durante las fechas navideñas, la psicóloga penitenciaria recomienda a los familiares comportarse de la forma “más cálida y sensata posible” teniendo en cuenta que esos internos están muy sensibles porque, aprovechando que termina el año, “hacen balance e, inevitablemente, la Navidad les sirve para pensar sobre lo que están haciendo con su vida”.
En cuanto a los presos que no cuentan con apoyos del exterior por estar complemente solos desde un punto de vista emocional y familiar, “hay que tener especial cuidado” durante estas fiestas, porque, de acuerdo con su visión del escenario, “en lugar de ser días de esperanza -que es lo que todos intentamos celebrar-, son días más bien de tristeza”, precisa. Aquí es donde deben intervenir los profesionales de la Psicología, quienes a menudo se encuentran con que los reclusos ya juzgados y que por tanto ya están cumpliendo condena “no están deseosos, en principio, de que escarbemos en sus vidas y les propongamos alternativas”, apunta la experta.
“Es por ello que nuestra tarea de acompañamiento es delicada -agrega Yela-. No obstante, cuando los presos van observando que ese apoyo terapéutico es factible, acaban acudiendo a nosotros porque necesitan ser ayudados. Aunque al principio no quieran reconocer sus errores o justifiquen sus conductas del pasado, al final necesitan -como el resto de la gente en cualquier otro ámbito- aclararse a sí mismos y que un profesional de la Psicología les ayude a afrontar la situación. Los psicólogos lo que tenemos que saber hacer es eso, diagnosticar y luego tratar convenientemente, puesto que hay internos que lo pasan muy mal, y, por ello, debemos aplicar protocolos preventivos ante la posibilidad de que haya intentos de suicidio”.
Actuar con naturalidad si el recluso vuelve a casa temporalmente gracias a un permiso
Otro de los escenarios posibles de la Navidad es la presencia en casa de un preso que ha obtenido un permiso penitenciario. Es una situación también muy complicada porque, si bien cuando llega una visita esperada al domicilio es motivo de satisfacción, también no deja de romper la rutina y ello puede suponer, en ciertas ocasiones muy puntuales, un pequeño incordio -algo que puede suceder haya o no presos de por medio-. Además, los individuos que cumplen condena desde hace ya varios años tienen la posibilidad de descubrir (por poner un ejemplo) que su dormitorio se ha usado o se sigue utilizando para otras personas. Por lo tanto, se crea un caldo de cultivo para la aparición de ciertas incomodidades o de tesituras embarazosas, lo que puede inducir a “falsificar una alegría que, en realidad, no existe como tal… de todas formas, otras veces puede que se vivan esas visitas con gran dicha y se disfrute de la sencillez del momento”, aduce la miembro del COP Madrid.
Sea como fuere, remarca Yela, “yo creo que las familias que reciben en casa a un preso deben actuar como lo que son, y obrar con toda naturalidad. También es verdad que los internos, antes de realizar tales visitas, nos suelen preguntar: ‘¿cómo voy a tratar a mis hijos si he metido la pata?’ Pues yo les contesto: ‘eres el padre/madre y, como siempre vas a tener sobre ellos una ascendencia, debes tratarlos como el progenitor que eres; debes reconocer que te has equivocado y que por eso estás en prisión, pero al mismo tiempo debes dejar constancia de que sigues adelante, para que vean que hay un instinto de superación’”.
“Cuando las personas condenadas ingresan en la cárcel, yo desde el primer minuto les emplazo a que construyan su libertad ya desde allí. Porque, por más que el instante del internamiento carcelario sea muy duro y difícil, lo que hago entonces es preguntarles por lo que hacían en la calle justo antes del día del ingreso (lógicamente, actos que no fueran delictivos), con el fin de que, siempre que sea posible, sigan reproduciendo esas rutinas o actividades dentro del centro penitenciario… entonces, de repente, perciben que pueden hacer cosas y que son dueños de sus vidas”, explica.
Orientar a las familias antes y después del internamiento penitenciario
Quienes también suelen requerir apoyo de psicólogos y trabajadoras sociales son los allegados de los reclusos. “Hay que cuidar también a la familia, porque a veces sufren incluso más que los propios internos. Y, a pesar de que los presos reciben visitas periódicamente, unos días al año se abren las puertas de los centros -más allá del régimen de visitas- para que sus allegados compartan una comida con ellos, entren en las celdas y conozcan su día a día. Aunque esos encuentros no son fáciles para los familiares, al final se quedan más tranquilos porque ven cómo están y cómo viven sus seres queridos. Y es que, a veces, la imaginación es más dura que la realidad… por más dura que sea esa realidad, claro; orientar a las familias también es muy necesario, tanto antes del internamiento -afrontar los juicios, acompañar en la entrada a prisión- como después del ingreso en el centro penitenciario”, expone la especialista.
Tampoco debe olvidarse que hay gente que ha salido perjudicada o dañada (física, psicológica, económicamente hablando, etc.) por delitos cometidos por sujetos que posteriormente se convierten en reclusos. La cosa se complica más aún si se tiene en cuenta que, en un centro penitenciario, se encuentran perfiles de individuos menos peligrosos, junto con otros cuyas mentes vienen marcadas por actitudes psicopáticas, caracterizadas por la crueldad y la falta de empatía para con el prójimo.
“Si un recluso no reincide, es un triunfo de todos”
Obviamente, las víctimas de delitos padecen muchísimo -un simple robo de una cartera puede causar muchos quebraderos de cabeza, por ejemplo a la hora de renovar la documentación sustraída-, por lo que “no vamos a justificar el delito… lo que vamos a hacer es abrir mentes y dar un sentido más a la existencia de las personas que han sufrido el agravio. De ahí que se trabaje mucho el tema de la justicia restaurativa*, porque de lo que se trata es de ver que hay un mañana, y que si un preso avanza y no vuelve a cometer delitos, en el fondo eso es algo que repercute en todos los que estamos fuera, de tal modo que la sociedad y la comunidad también avanzan. El daño cometido anteriormente ya estará hecho, de acuerdo, pero si ese recluso no reincide, es un triunfo de todos”, afirma Yela.
Cabe destacar que, en España, la tasa de reincidencia de los presos es del 20%, cifra que disminuye hasta el 12% si se aplica un programa o tratamiento adecuados contra la reiteración delictiva. Son índices que no son fruto de la inmediatez, sino que han ido obteniéndose durante períodos de 5-10 años tras la salida de la cárcel de la persona condenada.
* justicia restaurativa: ofrecer a víctimas y autores de un delito la posibilidad de dialogar sobre el acto delictivo y sus consecuencias, así como profundizar en la asunción de responsabilidad de quienes lo cometieron. Además, se pueden acordar formas personalizadas de reparación por parte de quien ha cometido el delito