Isabel Mellén, autora del libro ‘El sexo en tiempos del románico’ (Crítica): Isabel Mellén es doctora en Filosofía (Universidad de Zaragoza, UNIZAR) con una tesis sobre la construcción del significado en las imágenes, y graduada en Historia del Arte (Universidad Nacional de Educación a Distancia, UNED). En la actualidad imparte clases de Filosofía en la UNED y desarrolla investigaciones sobre el arte románico con perspectiva de género. Ha explorado la participación femenina en la creación de iglesias a través del matronazgo y la huella que su autoría intelectual dejó en las imágenes de los templos, especialmente a través del libro ‘Tierra de damas. Las mujeres que construyeron el románico en el País Vasco’.
Redacción Farmacosalud.com
Las apariencias engañan. Ciertas portadas, capiteles y canecillos de las iglesias del Románico parecen ser escenarios para la sublimación de actos eróticos e incluso pornográficos merced a la representación explícita de órganos genitales e incluso de actos coitales. Nada más lejos de la realidad, argumenta Isabel Mellén, autora del libro ‘El sexo en tiempos del románico’. Aquello no era fruto de ninguna mente artística calenturienta ni tampoco de algún sacerdote que quisiera aleccionar sobre las tentaciones pecaminosas de la carne, sino que mostraba en todo su esplendor la lucha por el poder político en el período histórico comprendido entre los siglos XI y XIII. En juego, la legitimidad de las élites, de las clásicas y de las emergentes. Sobre el tablero, arte y conflicto... ¿quién ganó la partida?
-¿Quién busque en este libro una especie de kamasutra cristiano, entendiendo por kamasutra el antiguo texto hinduista que trata sobre el comportamiento sexual humano y que destaca por las posturas corporales a realizar en su práctica, se llevará un chasco?
Sí, creo que sí (Mellén sonríe). Se llevará un chasco porque, al final, es verdad que hay posturas sexuales muy variopintas en las iglesias románicas, pero lo que buscan esas imágenes no es mostrar todo el repertorio posible de este tipo de movimientos corporales, sino lanzar discursos que tienen mucho más que ver con la idea de la fertilidad, de la reproducción, del poder político en definitiva, ya que, dentro de los linajes nobiliarios, esa clase de poder va asociada a la idea de la reproducción, eugenesia*, descendencia… se trata de hacer patente la transmisión del poder político a la siguiente generación. Aun así, sí que es cierto que en los templos de la época vamos a encontrar algunas cosas sorprendentes y todo un muestrario de posiciones sexuales.
*eugenesia: según el diccionario RAE, estudio y aplicación de las leyes biológicas de la herencia orientados al perfeccionamiento de la especie humana
-Vulvas, partos, penes erectos y parejas en pleno coito pueblan las iglesias románicas de la geografía española, en escenas repartidas por portadas, capiteles y canecillos. Algunas de estas representaciones sexuales son muy explícitas. Está claro que el clero estaba de acuerdo con todo ello, quizás porque se aludía a la perpetuación de la especie y no al placer en sí de los actos íntimos…
En los siglos del Románico encontramos dos modelos de sexualidad que están en puja y que son los que he analizado en mi libro. El período que va del siglo XI a la primera mitad del XIII coincide con un cambio de mentalidad muy importante, y, sobre todo, debemos tener en cuenta quiénes eran los que fomentaban la creación de las imágenes que aparecen en los templos. En contra de la idea generalizada de que esos recintos sagrados siempre han pertenecido a la Iglesia, cabe puntualizar que la pertenencia al clero, esa parroquialización de los templos, es un fenómeno que se da sobre todo a partir del siglo XX e incluso en el actual siglo XXI. Pero, en origen, la mayor parte de iglesias románicas son nobiliarias, es decir, son iglesias privadas que pertenecen a la nobleza y que son llevadas por las mujeres de estas familias en cumplimiento de varios roles de género vinculados a su clase social y estatus, utilizándose por ello tales espacios como panteones familiares.
Así pues, en las iglesias románicas (que recuerdo que son de carácter privado) vamos a encontrar una sexualidad desbordante -coitos, vulvas, penes, partos, etc-., todo lo que tiene que ver con el discurso de poder que quiere exhibir la nobleza. Por lo tanto, son imágenes propagandísticas de una clase alta que utiliza la sexualidad como una justificación de su poder frente al resto de la sociedad, dado que los nobles de la época se reproducían entre ellos y tenían una política matrimonial muy enfocada a la mezcla de la sangre dentro de la misma familia o entre familias muy afines.
Sin embargo, a mediados del siglo XI empieza a surgir en la Iglesia un cambio de mentalidad con respecto a las relaciones íntimo-carnales. Hasta ese momento, casi toda la sociedad era muy deudora de la sexualidad romana, se tenía una visión antigua de la intimidad… de hecho, a nivel mental la gente del Románico era todavía muy romana, y por lo tanto vivían una sexualidad sin ningún tipo de tabúes o tapujos, más allá de alguna cuestión social menor, pero vamos, era todo como muy libre. Sin embargo, a mediados del siglo XI la Iglesia empieza a crear el tabú sexual. Primero, entre sus propias filas, fomentando el celibato (soltería) porque, hasta ese momento, los sacerdotes tenían esposa, tenían su propia familia, algunos tenían relaciones homosexuales… todo eso estaba plenamente consentido y era de uso corriente. Pero, como decía, a mediados del siglo XI la Iglesia decide crear ese tipo de tabú prohibiendo las relaciones carnales en sus propias filas, y luego empieza también tímidamente a tratar de intervenir en la sexualidad laica, intentando controlar sobre todo aquellas cosas que daban poder a la nobleza (matrimonios, control de la sexualidad, etc).
Estamos ante un proceso muy complejo.... en los templos románicos hallamos esas dos mentalidades, de tal manera que, donde vemos sexo explícito, normalmente ahí va asociada la nobleza. En cambio, donde observamos imágenes que aluden a la sexualidad pero de una manera muy velada, cuando contemplamos escenas en las que se muestra lo que se muestra de una forma muy metafórica y a través de relatos bíblicos, las representaciones están vinculadas al tabú que intenta imponer la Iglesia.
Eran dos mundos separados; la sociedad iba por un lado y las ideas eclesiásticas por otro. De entrada, la Iglesia pierde, o sea, sus nuevos planteamientos no encajan con la hegemonía social del momento, por lo que, al principio, no se les hace mucho caso. No obstante, esas ideas-tabú van a ser las que van a triunfar a largo plazo, van a ser las que poco a poco irán implementándose, siglo a siglo, sobre todo ya a partir del XVI, hasta completar el modelo hegemónico que se ha legado a nuestra contemporaneidad. Pero, durante el Románico, el ánimo restrictivo impulsado por el clero en relación al sexo era, desde luego, minoritario, y estaba lejísimos de ser algo que la sociedad aceptara.
-Usted escribe en el libro: «Encontramos en la Edad Media** un deseo que tiene más que ver con el anhelo, con la postergación del momento en el que dos cuerpos se encuentran, tanto en el más allá como en el más acá. Una excitación que nace tanto del arrebato místico como de la arrobación por la contemplación del rostro de la persona amada. En definitiva, el deseo radicaba más en la expectativa que en la consecución inmediata del encuentro sexual». ¿Es esa una visión muy romántica, o bien muy lógica del escenario analizado?
Yo creo que más bien lógica. Quiero decir que era gente que no tenía intimidad… no existía la intimidad: las personas veían desnudas a otras personas todos los días; los miembros de una misma familia dormían a menudo en la misma cama; los niños y niñas veían, desde que eran bien pequeños, a sus padres practicando sexo. Incluso los palacios nobiliarios eran espacios de dimensiones reducidas, donde todos sus habitantes convivían en una misma sala. Como mucho tenían el piso de arriba y el piso de abajo, que eran las cuadras, y donde igual también dormían los soldados. De ahí que la genitalidad que nos muestran las iglesias no fuera un motivo de excitación para aquellas gentes, porque lo de observar genitales y ver personas practicando sexo era el pan nuestro de cada día.
Entonces, la idea de que las imágenes de esos templos constituyen el denominado ‘Románico Erótico’ -etiqueta puesta durante nuestra contemporaneidad- es errónea. Si bien hoy en día se ha creado una especie de tabú sexual en torno a nuestros cuerpos, especialmente el femenino, y se considera -según la mirada masculina- que la mera contemplación de genitales ya es algo que incita al deseo, en los tiempos del Románico el deseo no va por ahí, no discurre por entre cuerpos desnudos o por entre personas que practican sexo. La idea de aquella época era postergar la consecución, ir alimentando el deseo, alentar la idea de que estás con la persona amada tratando de diferir todo lo máximo que se pueda el momento en el que finalmente culmina el encuentro, porque al final lo que interesaba era eso, alimentar la pasión, el anhelo.
Y así, ya cuando por fin se encuentran, la sensación es como mucho mayor. Todo ello se alinea de alguna forma con el más allá, puesto que existe el anhelo de encontrarse con Dios, pero no mañana… o sea, 'vamos a seguir avanzando en nuestra vida y luego ya llegaremos a la contemplación'. En resumen, que siempre prevalece la idea de postergar a futuro el deseo, ya sea de naturaleza sexual o bien enmarcado en la transcendencia, para poder disfrutarlo más. Por lo tanto, lo que interesaba más a la gente del Románico era la insinuación y no tanto mostrar el cuerpo desnudo, o, dicho de otra forma, lo que verdaderamente les excitaba era el acto de insinuar.
**Edad Media: período comprendido entre los siglos V y XV
-¿Podría ampliarnos algo más sobre el papel femenino en este escenario de luchas de poder y sexo, aprovechando que usted en esta entrevista ya ha hecho un apunte sobre este tema?
Sí, por supuesto, es interesante subrayar el papel de las mujeres aquí. Aparte de ser las creadoras de los templos, porque les correspondía por rol de género, ellas se encargaban especialmente de los rituales de difuntos -recordémoslo, sus iglesias hacían las funciones de panteón familiar- y de mantener la memoria del linaje; mantener esa memoria también era contar las gestas de sus ancestros.
Mientras los hombres se dedicaban a otras cosas, las mujeres se encargaban del mantenimiento de los templos y de la ritualización, y por supuesto eso molestaba mucho al Papado, en tanto que el objetivo del clero era poner a los párrocos dentro de unas iglesias privadas que no dejaban de ser espacios feminizados, ocupados por mujeres que, en cumplimiento de un rol de género heredado de la antigüedad, oficiaban y dirigían los rituales funerarios.
De modo que ellas también eran las responsables de transmitir ese poder a través de su propio cuerpo y de mostrarlo, que es algo muy propio del Románico y que me parece muy relevante. De acuerdo con las ideas reproductivas de la época, los valores nobiliarios o los valores morales se transferían a través de la sangre. Ello implicaba que las gestas de los ancestros se podían repetir en la persona de los siguientes herederos y herederas porque corría la misma sangre por sus venas. Por eso practicaban la eugenesia, se casaban entre sí, para hacer esta mezcla de sangres. Y esa mezcla tenía lugar en el cuerpo de las mujeres: se suponía que el semen era sangre sublimada y que la semilla femenina se expulsaba con el orgasmo para que, según las creencias del momento, la estirpe se juntara en origen, en el útero, con el fin último de que empezara a generarse una vida.
Dado que las mujeres no tienen la regla durante el embarazo, aquellas gentes pensaban que la sangre menstrual alimentaba al feto y que, posteriormente, dicha sangre se convertía en la leche que seguía nutriendo a la criatura. Toda esa sangre que circulaba por el cuerpo femenino era una sangre política, dotada de valores morales y de legitimidad jerárquica. Así pues, en ese momento y en ese contexto de linajes nobiliarios, el cuerpo de las mujeres simbolizaba algo importantísmo, puesto que eran ellas las que, durante el parto, hacían el sacrificio por el linaje jugándose la vida y transmitiendo el conjunto de valores y poderes a las siguientes generaciones. Es un discurso de poder muy potente y, por eso, ellas aparecen mostrando su vulva en las iglesias sin ningún tipo de tapujos, además de representar actos sexuales explícitos y enseñar sus alumbramientos.
-El Románico, como estilo artístico de la Europa Occidental cristiana, se desarrolló entre los siglos XI, XII y parte del XIII. La Inquisición era un tribunal religioso que investigaba y castigaba los delitos contra la fe y que empezó su andadura en el tramo final del siglo XII. ¿Se quemó en la hoguera a algún artista que trabajó en esos relieves o estampas sexuales por ser considerado hereje (persona que niega alguno de los dogmas establecidos en una religión), bajo el argumento de que las relaciones carnales o la fornicación son pecado?
No, la Inquisición en ese momento era todavía una institución muy residual. Por aquel entonces, la Iglesia no tenía poder, lo que es una concepción de la realidad que hoy en día nos cuesta entender porque nos han inculcado la idea del teocentrismo*** medieval.
En España, el auténtico teocentrismo se sitúa en los siglos XIX y XX, especialmente con el Franquismo. Ahí es cuando vemos que, efectivamente, la Iglesia está dominando todos los aspectos de la sociedad... y lo que hemos hecho es trasladar esa convicción al pasado. A mí, personalmente, me costó desembarazarme de la idea del teocentrismo, pero lo hice tras estudiar documentación medieval y descubrir que en los templos del Románico no había párrocos. Y si ponían alguno era algún familiar, o algún segundón que, además, seguía teniendo concubina o familia.
Realmente, en esa época nadie hacía caso de lo que decía la Iglesia. No obstante, la cosa cambia a mediados del siglo XIII, cuando el concepto de pecado empieza a entrar en la legislación como delito, si bien únicamente asociado a determinadas acciones, no a todas las que podrían llegar a ser consideradas lesivas por los religiosos. Es un proceso de transformación que al clero le cuesta siglos consolidar… claro, ¿cómo pasas de un modelo con una sexualidad desbordante y sin reservas, sin ningún tabú (ni siquiera en relación al incesto), a una sociedad que es todo lo contrario, muy represiva, muy vigilante, etc.? Eso no se consigue de la noche a la mañana. Son procesos muy lentos y, de hecho, al principio, la gente se mofaba de ese tipo de mensajes de la Iglesia, institución que, insisto, por aquel entonces no tenía poder, aunque lo necesitaba, naturalmente.
En el Románico no había ningún tipo de problema con el sexo y las imágenes sexuales permanecieron en las iglesias durante cientos de años, hasta que a principios del siglo XX fueron objeto de iconoclasia y comenzaron a ser literalmente destruidas, o bien modificadas, o se las hizo desaparecer con la excusa de ser restauradas. Aquel proceso supuso el punto máximo de represión sexual. Incluso se decía a la gente que no estaba viendo lo que aparecía ahí, en esas representaciones…. hay muchas maneras de ocultar algo.
***teocentrismo: la creencia de que Dios es el aspecto central de la existencia
-¿La homosexualidad, lesbianismo y transexualidad -quizás concepciones de género muy actuales- tenían su representación, de alguna manera, en los tiempos del Románico?
Sí. Es que en aquella época todas esas conductas no constituían un problema. Sin embargo, a mediados del siglo XI Pedro Damián, un personaje muy cercano al Papado e ideólogo de la reforma sexual (y a muchos otros niveles), inventa el término ‘sodomía’ y lo aplica a las relaciones íntimas masculinas… y empieza a afirmar que eso, la sodomía, está mal.
Hasta que irrumpió ese señor, no se apreciaba ningún tipo de discrepancia en relación a la homosexualidad, y, a pesar de la labor de Pedro Damián, siguió sin haberla hasta que, de repente, a mediados del siglo XIII, el hecho de mantener relaciones sexuales entre hombres se convierte en delito. Fue entonces cuando se empezaron a elaborar los primeros códigos legislativos -porque antes no existían- y a escribirse las leyes correspondientes mientras el resto de la gente seguía viviendo con arreglo a las costumbres del momento. Para plasmar las nuevas normas, se recupera el Derecho Romano, que es muy misógino, y también se echa mano de los postulados de la misma Iglesia, hasta que finalmente se redactan los textos legales que legitiman la persecución de la homosexualidad.
Tampoco existían las categorías de heterosexualidad, homosexualidad, bisexualidad… digamos que la gente no adoptaba ninguno de esos comportamientos porque no existían como tales, como categorías. El lesbianismo y la transexualidad también tuvieron su protagonismo. Hay infinidad de casos en la Edad Media. Y es que en el Románico las categorías de género tampoco se regían por el hecho de ser hombre o mujer, en base a los genitales, sino que se buscaban otra clase de cualidades o valores. Y así tenemos hombres que se consideraban muy hombres porque cumplían los roles masculinos típicos de la época, y varones que eran casi mujeres al no cumplirlos, como son los clérigos, que se supone debían permanecer vírgenes, mientras que a los otros hombres se les pedía todo lo contrario, es decir, que tuvieran cuantos más hijos o hijas, mejor, y que practicaran sexo todo lo que pudieran. Y lo mismo pasaba con las mujeres.
Permanecer vírgenes se consideraba una conducta rara, por lo que a los clérigos se les veía como hombres ‘medio mujeres’. Por si todo esto fuera poco, los religiosos vestían ropa de estética femenina, siendo los únicos, en este sentido, que llevaban faldas largas, ya que los otros hombres las llevaban cortas.
La Iglesia se puso muy seria con el tema del celibato en el Concilio de Trento. Pero, en cuanto al Románico, el poder de Roma llegaba hasta donde llegaba… quiero decir que ¿cómo va a alcanzar a todas las zonas rurales de Europa? ¿quién estaba vigilando, quién estaba mirando? Pero si es que, además, los cargos de las iglesias no los establecían las autoridades eclesiásticas, no los designaba el obispo, los decidían las familias hegemónicas de turno porque los templos eran suyos. Ello explica que tales familias designaran al cura que les apeteciera, que podía ser un primo, por poner un ejemplo.
En aquella época ni tan siquiera había un conocimiento profundo de la propia religión. Cuando me di cuenta de ello, me pregunté: ¿qué se hacía allí dentro, en los templos? No había llegado la imprenta****, no se disponía de un texto básico del que partir. Sabían el padrenuestro, el credo y poco más, y con eso tiraban…
Está claro que, en aquella sociedad del Románico, importaba más la clase social que el género. A las mujeres que adoptaban algunos rasgos masculinos y que, tras vestirse de hombres, iban a la guerra acogiéndose de este modo a roles de género típicamente varoniles, las llamaban mujeres virago*****, es decir, eran casi hombres.
Había mucha escala de grises, y la transexualidad estaba por ahí en medio. Sin ir más lejos: no faltaban mujeres que, como he dicho, se unían a las tropas para ir a la guerra, que es una conducta clásicamente masculina. ¿Eso lo hacían porque, simplemente, eran mujeres que querían trascender sus cometidos de género asignados y que por ello se unían a las tropas en conflictos bélicos, o bien había algo más, en especial en el caso de aquellas que se convertían en sacerdotes o que se metían a ejercer de monjes en una comunidad monástica en la que claramente se desarrollaban discursos muy misóginos? Porque resultaba hasta peligroso meterse ahí… ¿En este sentido, qué te lleva a ti, si no eres una persona muy convencida de que tu género es otro, a meterte -por decirlo de alguna manera- en la boca del lobo?
Hay alguna representación de una santa, o santo, como lo queramos ver -Santa Eugenia o Eugenio-, que es una mujer que se introduce en un convento masculino, llega a abad y tal… en el fondo, esto ocurre en un monasterio cluniacense, y los cluniacenses eran muy misóginos y partidarios de la reforma que fomentaba la represión sexual. Otro tema a tener en cuenta es la naturaleza de las personas que observaban las imágenes de los templos… como recintos de peregrinación, había gente que una, o dos o tres veces al año, contemplaban aquellas representaciones y podían entender la misma historia pero interpretándola de distinta forma, de modo que individuos que actualmente tendrían una ‘orientación transexual’, podrían haber apreciado en aquella época y en aquellas imágenes una especie de espacio para justificar su propia existencia.
****imprenta: la imprenta moderna llegó mucho después, en el siglo XV
*****virago: mujer señaladamente varonil (diccionario RAE)