Antonio Lafarque, editor de ‘La sombra de Drácula (antología de poemas vampíricos)’ [editorial Reino de Cordelia]: Antonio Lafarque es editor de contenidos de la revista ‘Litoral’ y director de la editorial de poesía Papeles del Náufrago. Para ‘El coloquio de los perros’ codirigió en 2007 el monográfico ‘Joan Margarit, uno de los nuestros’. Es editor de ‘Ángeles errantes. Las nubes en el cielo poético español’ (2013), ‘El guardián del fin de los desiertos. Perspectivas sobre Valente’ (2011), ‘La exactitud del latido. Diario de un poeta recién casado cien años después’ (2019) y de la antología de Joan Margarit ‘Detrás de las palabras. 50 poemas comentados’ (2020). En torno a la obra de Carlos Pérez Siquier ha comisariado las exposiciones ‘Al fin y al Cabo’ (2009) y ‘La Chanca, todo un barrio’ (2011), y ha editado los volúmenes ‘Al fin y al Cabo. Fotografía y poesía en el Parque Natural Cabo de Gata-Níjar’ (2009) y ‘Guiños. Homenaje a Carlos Pérez Siquier’ (2017). Asimismo, ha coeditado el volumen antológico ‘Saval’ (2023), sobre la obra del artista plástico Lorenzo Saval.
Redacción Farmacosalud.com
¿Y por qué no? ¿Qué ocurre, que el conde Drácula y sus acólitos/as no tienen derecho a inspirar a los poetas? Pues sí, inspiran... por supuesto que inspiran. Hace ya muchísimos años que el vampirismo dejó de ser un tema tabú para los dignos, de ahí que el concepto del ser que ha muerto pero no del todo haya sido aceptado como el paradigma de la más morbosa semi-inmortalidad. En el castillo de los colmillos, la biblioteca no exhibe carteles del tipo ‘la letra con sangre entra’. Sería demasiado vulgar. Deleitarse con lectura de influencias góticas es cultura de altos vuelos, es un ejercicio que ayuda a comprender la condición humana -y al mismo tiempo inhumana- que se esconde bajo la capa del famoso conde transilvano, archiconocido por su habilidad para las desecaciones venosoarteriales. En la siguiente entrevista, Antonio Lafarque ofrece, como editor, una degustación hemoglobínica del libro ‘La sombra de Drácula (antología de poemas vampíricos)’.
-‘La sombra de Drácula’ es la primera gran antología española de poemas vampíricos. ¿El vampirismo ha llegado a ser un tema tabú en algún momento de la historia de España?
Efectivamente, es la primera antología sobre el tema publicada en nuestro país, y me atrevería a decir que en Europa. No he tenido en cuenta el desarrollo del vampirismo en la historia de España porque excedía de mi propósito, que era seleccionar los textos más representativos escritos en lengua española.
En el ámbito literario, el vampirismo fue un asunto tabú enraizado en el imaginario de las clases populares hasta la irrupción del Romanticismo, es decir, hasta el comienzo de la era moderna de la poesía, por lo que el vampiro es un personaje moderno. Los poetas románticos sacaron a los vampiros de sus criptas y consiguieron interesar a las clases cultas. Abrió camino Heinrich August Ossenfelder en 1748 con ‘Der Vampir’, publicado en la revista científica 'Der Naturforscher', un dato bastante significativo, y le siguieron Gottfried August Bürger con ‘Lenore’ (1773) y Johann Wolfgang von Goethe con ‘La novia de Corinto’ (1797).
Luego llegaron los ingleses T. S. Coleridge, con el inconcluso ‘Christabel’ (1798), uno de cuyos personajes es un bardo*, y John Herman Merivale con ‘The Dead Men of Pest. A Hungarian Legend’ (1807), el primer poema inglés dedicado íntegramente a los vampiros. A continuación, Joseph von Eichendoff, John Keats… una impresionante nómina a la que H. P. Lovecraft prestó poca atención en su recomendable ensayo ‘El horror en la literatura’, a pesar de que en uno de los capítulos de la obra podemos leer la rotunda afirmación: “es en la poesía en donde encontramos por primera vez acceso permanente de lo preternatural en la literatura”. Desde entonces se han escrito de forma regular un considerable número de poemas en multitud de lenguas, porque el mito del vampiro es universal.
*bardo: persona encargada de transmitir historias, leyendas y poemas de forma oral además de cantar la historia de sus pueblos en largos poemas recitativos
En España la primera referencia poética al mito la encontramos en el poema 17 de los ‘Cantares gallegos‘ (1863), de Rosalía de Castro. Al tratarse de una mención indirecta, no estrictamente vampírica decidí no incluir el poema en la antología:
Fui en otro tiempo encarnada
como color de cereza;
hoy estoy descolorida
como el cirio de una iglesia,
cual si una meiga chupona
la sangre me la bebiera.
En el campo de la narrativa hay que mencionar el carácter pionero del relato ‘Vampiro’, de la Condesa de Pardo Bazán, publicado en 1901.
-¿Qué requisitos debe cumplir un poema para ser considerado vampírico?
Debe contener una serie de elementos característicos que lo doten de lo que podríamos denominar ‘atmósfera vampírica’: alusiones a autores, obras y personajes clásicos, rasgos identitarios -los colmillos, la sangre, la estaca y los espejos, por ejemplo-; transposición de éstos a otros ámbitos creativos, como el cine… en fin, el atrezo propio e intransferible del género.
-‘La sombra de Drácula’ recoge poemas de autores españoles, uruguayos, argentinos, mexicanos, colombianos, chilenos, cubanos, peruanos y venezolanos, cuyas fechas de nacimiento oscilan entre 1867 y 1993. ¿El estilo y contenidos de tales escritos vienen marcados por el país de procedencia del autor, o bien no hay diferencias estilísticas ni temáticas que vengan determinadas por el origen territorial de los poetas?
No encuentro diferencias estilísticas y temáticas entre un poema de un autor peruano o argentino y otro escrito por un autor español o cubano, quizás porque los códigos identitarios están fijados de manera precisa y hasta la fecha, indeleble. Como dije antes, el vampiro es universal, especialmente desde la publicación de ‘Drácula’ en 1897.
-Los poemas del libro que usted edita se dividen en tres secciones: VAMPIROS HISTÓRICOS, VAMPIROS ANÓNIMOS y POETAS VAMPIROS.
La primera sección, ‘Vampiros históricos’, contiene poemas recreados en personajes, obras y escritores que han contribuido significativamente a definir el género: Drácula, Carmilla, Nosferatu, la condesa Báthory y, por supuesto, Bram Stoker, más algunos de los protagonistas de su inmortal relato (Jonathan y Mina Harker, Lucy Westenra). Y un personaje destacado: el considerado antecedente histórico de Drácula, el príncipe Vlad Draculea III, alias el Empalador. Como curiosidad, un poema trata la figura de Jesucristo como vampiro a través de la comunión.
La segunda sección, ‘Vampiros anónimos’, recoge textos de vampiros sin nombre ni apellido, por lo que tienen un componente real y cierto que los hace, si cabe, más inquietantes.
La última parte, ‘Poetas vampiros’, trata la figura del poeta que bebe la 'sangre' o absorbe el hálito de la poesía, o de ésta como entidad chupasangre del escritor.
-Es inevitable volver a hablar de Abraham ‘Bram’ Stoker, el autor irlandés que escribió ‘Drácula’ (1897). ¿Hasta qué punto los artistas que aparecen en ‘La sombra de Drácula’ se inspiran en la novela de Bram Stoker?
No sólo es inevitable, sino necesario hablar de Stoker y de su novela fundacional. Daré un dato clarificador para responder esta pregunta: de los 36 poemas englobados en la primera sección, 26 son deudores de la novela del autor dublinés.
-En ‘La sombra de Drácula’ se lee: «Stoker diseñó su personaje tomando prestados rasgos somáticos, atributos psicológicos y expresiones de otros vampiros literarios. Podría decirse que actuó al modo del doctor Victor Frankenstein». Vaya, pues, se tiende a pensar que quien inauguró la faceta vampírica en humanos fue Stoker, y resulta que él mismo ya se inspiró en algunos antecedentes literarios. Y eso es algo que, en cierto modo, usted ya ha adelantado anteriormente en esta entrevista…
Stoker no plagió a los escritores anteriores a su tiempo que hicieron protagonista a los vampiros. Al igual que otros miles de autores, Stoker se valió honestamente de la tradición para modelar a su aristócrata transilvano. Se valió -y yo diría que engrandeció y contribuyó- al conocimiento de los antepasados literarios de ‘Drácula’, que salvo casos muy concretos son relatos y poemas, mientras que la obra del genial irlandés es una novela de más de 500 páginas en la magnífica edición publicada por Reino de Cordelia, con ilustraciones de Fernando Vicente y traducción de Juan Antonio Molina Foix, y que fue galardonada por el Ministerio de Cultura con el Premio al Mejor Libro Editado en 2014.
La fuente principal de inspiración para Stoker fue ‘El vampiro’ (1819), de John William Polidori, en cuanto al porte majestuoso del personaje, la sonrisa maléfica que encerraba un inexplicable poder de seducción, el tono cadavérico del rostro, la amena y fluida conversación y, sobre todo, el mordisco en el cuello. De E. T. A. Hoffmann y su ‘Vampirismo’ (1821) asimiló la intranquilidad permanente y la inapetencia del personaje. La mirada mortecina, la extremada delgadez y los colmillos aparecen en ‘Berenice’ (1835), de Edgar Allan Poe. De ‘La muerta enamorada’ (1836), para ciertos especialistas el mejor relato de Théophile Gautier, aprehendió la mirada penetrante. De Alexéi Tolstói, un pariente lejano de León Tolstói, y su cuento ‘La familia del vurdalak’ (1839), tomó prestados el hedor cadavérico del personaje y el uso de la estaca clavada en el pecho, aunque este último gesto forma parte de las leyendas ancestrales en torno a los vampiros. Las uñas alargadas aparecen en ‘Varney, el vampiro’ (1847), de James Malcom Rymer. Y, para finalizar, de nuevo los colmillos, elemento recurrente desde ‘Berenice’, cobran fuerza decisiva en la extraordinaria ‘Carmilla’ (1872), de Joseph Sheridan Le Fanu.
Insisto en que Stoker no vampirizó a ningún autor, sino que se valió de la tradición para consolidar en la historia de la literatura un personaje cuya influencia ha crecido imparablemente desde su irrupción hace 127 años. Sus aportaciones son numerosas: la principal ha sido componer un personaje de naturaleza ambigua que invita a preguntarse si es un ente equidistante entre el ser que duerme de día en un ataúd y el monstruo noctívago succionador de sangre, si la bestia es el doppelgänger** del conde o viceversa, o si es otra personalidad o cosa distinta de la que no se refleja en los espejos ni proyecta sombra. Stoker conjuga magistralmente lo humano con lo inhumano, fusiona lo real y lo imposible.
En ‘Drácula’ vida y muerte se superponen en un universo supuestamente tridimensional. A destacar una faceta de carácter que humaniza al conde: en ocasiones, su soledad mueve a compasión. Me recuerda la letra de un tema clásico de los Rolling Stones, «Sympathy for the Devil».
** doppelgänger: el doble fantasmagórico o sosias malvado de una persona viva
-¿Cuál es su poema favorito del libro ‘La sombra de Drácula’?
Todos son mis favoritos, pues les fui tomando aprecio durante los años que trabajé en el proyecto. De hecho, los poemas que conforman la antología son una parte del total recopilado y, si están en el corpus final, se debe a diversas razones, todas positivas. Me resulta difícil escoger uno, prefiero que sean los lectores quienes marquen sus favoritos.
En España el indiscutible vampirólogo lírico es Luis Alberto de Cuenca, autor de un considerable número de poemas e incluso de un libro, ‘La mujer y el vampiro’ (2010), soberbiamente reeditado con ilustraciones de Manuel Alcorlo por Reino de Cordelia en 2022. También han escrito con asiduidad Ángel Guache y Leopoldo María Panero. Un escritor alejado del vampirismo fue Alfonso Sastre, quien, no obstante, firmó en 1997 ‘El evangelio de Drácula’, poemario íntegramente dedicado al aristócrata de los Cárpatos. En Hispanoamérica destacaría a Antonio Cisneros, Vicente Quirarte y Yolanda Pantin.
-La película ‘Renfield’ es una comedia de terror y acción en la que el sirviente de Drácula, el abogado Renfield, se harta de estar esclavizado por el temido conde transilvano. Así que Renfield decide apuntarse a un grupo de autoayuda para personas que están inmersas en relaciones codependientes, con el fin de superar su estado de supeditación y, de este modo, poder llevar una vida normal. ¿Hay que modernizar todavía más el mito vampírico?
Como sabemos, Renfield, el paciente del doctor John Seward cuya voluntad está secuestrada por Drácula, es quien pronuncia una de las frases míticas de la novela de Stoker: "¡La sangre es vida!". No he tenido oportunidad de ver ‘Renfield,’ pero recomiendo una película de culto en este registro de comedia de terror: ‘El baile de los vampiros’ (1967), de Roman Polanski. Ambientada en Transilvania, reúne con maestría los elementos distintivos del vampirismo.
-En esa línea… ¿cómo ve la representación de la mujer en el universo vampírico? ¿Hace falta también introducir políticas de género para modernizar este género de la cultura popular?
No soy un especialista en políticas de igualdad. Sólo puedo apuntar que las vampiras han formado parte del género desde el comienzo. Son ellas quienes protagonizan algunos de los cuentos mencionados con anterioridad que inspiraron a Stoker. Por ejemplo, Aurelie da cuerpo a ‘Vampirismo’; Berenice y Carmilla proporcionan títulos a los relatos homónimos, y Clarimonde concierta las miradas de ‘La muerta enamorada’. Anteriores en el tiempo son Lenore, que no es vampira pero insufla vida al poema de Bürger, y la anónima novia de Corinto que es el debut de la mujer vampiro en la literatura mundial, como lo es ‘Christabel’ en la literatura inglesa.
Por otra parte, es digno de resaltar que las connotaciones sexuales del vampirismo propiciaron la proliferación de vampiras -no me gusta el término ‘vampiresa’ por ser sinónimo de ‘tigresa’ o ‘seductora’, de significado reduccionista en este campo-, más en el cine que en la literatura, dando lugar a la creación de un subgénero, nunca mejor dicho, dentro del género de terror.