Javier García Campayo, autor del libro ‘Parar para vivir mejor’ (HarperCollins Ibérica): El Dr. Javier García Campayo es catedrático de Psiquiatría en la Universidad de Zaragoza y en el Hospital Universitario Miguel Servet. Ha sido presidente de la Sociedad Española de Medicina Psicosomática y ha publicado más de 300 trabajos de investigación, así como 10 libros sobre temas psiquiátricos. Es autor de obras como ‘La ciencia de la compasión’, ‘Sueños lúcidos’ y ‘¿Qué sabemos del mindfulness?’, y dirige el Máster de Mindfulness y la Cátedra de Ciencias Contemplativas de la Universidad de Zaragoza, las primeras maestrías sobre estos temas impartidas en una universidad de habla hispana.
Redacción Farmacosalud.com
‘Casi todas las cosas volverán a funcionar si las desenchufas por unos minutos... incluso tú’, reza una célebre frase atribuida a la novelista Anne Lamott. Desenchufarse, frenar, echar anclas… se trata de darse un respiro con el fin de minimizar los desmanes del incisivo -y adictivo- estrés y, una vez que se ve todo en perspectiva, tener los argumentos adecuados con los que escoger libremente la opción más conveniente para nuestra existencia. Sería maravilloso poder tomarse un año sabático de vez en cuando, o, como hacían en ciertas culturas antiguas, dejar nuestra actividad laboral entre los 50 y los 60 años de edad para, de este modo, poder vivir experiencias personales muy gratificantes. Y es que, para qué nos vamos a engañar... no porque vivamos a gran velocidad, llegaremos antes a la meta. En este sentido, hay que agradecer al Dr. Javier García Campayo, psiquiatra, su denodado esfuerzo por guiarnos hacia la serenidad mediante la lectura de su libro ‘Parar para vivir mejor’.
-¿A qué perfil de persona va dirigido especialmente su libro?
Va dirigido a todo el mundo, porque en la sociedad actual todos nosotros estamos sometidos a estrés. Se calcula que casi el 25% de la población lo padece, y si esto ocurre de forma crónica es fácil desarrollar primero ansiedad y, posteriormente, depresión. El libro pretende no sólo ayudar a manejarse a los que ya tienen estrés, sino también aprender a prevenir el proceso del estrés, y aumentar de este modo nuestra sensación de bienestar, felicidad y paz. Estos sentimientos son los naturales en el ser humano, pero la mayoría de nosotros sólo conoce la prisa y la autoexigencia.
-Parar para vivir mejor… se dice que, quien para, se va quedando atrás y va quedando desfasado…
Parar es necesario para pensar, para planificar qué quiere hacer uno con su vida, para decidir cuál es el mejor trayecto. La mayoría de nosotros sigue corriendo continuamente sin tiempo para detenerse, sentarse y sentirse, y a partir de ahí planificar. En las empresas tienen claro que los directivos deben tener tiempo para desarrollar una perspectiva amplia, observar todos los fenómenos que están afectando una situación y, tras una reflexión meditada, decidir la mejor opción. Si eso es válido para un trabajo, mucho más lo es para lo más valioso que tenemos: nuestra vida. Vale la pena parar y pensar qué queremos hacer con el precioso tiempo del que dispondremos mientras estemos en este planeta y, una vez decidido, ser coherentes con ello.
-¿Tomarse un año sabático es comprensible en un joven -pongamos de 25 años de edad- que ha trabajado 1 año seguido sin parar? Porque, no faltan los autónomos que llevan trabajando durante 40 años y que, justamente, se toman sólo 10-15 días de vacaciones cada año porque su trabajo no les deja asumir más descansos…
En Estados Unidos es frecuente que, cuando alguien acaba la carrera universitaria, se tome un año sabático para tener experiencias, enriquecer su perspectiva vital y, con ese bagaje, decidir su futuro profesional. En la universidad o en la investigación, es frecuente tener un sabático cada 7 o 10 años, en el que uno se dedica a reflexionar sobre cómo orientará su vida en la siguiente década y hacia dónde dirigirá sus esfuerzos. Los períodos sabáticos deben tener una función de parar, aprender nuevos temas y planificar un nuevo período, generalmente de unos 10 años.
No sólo los autónomos, muchas personas conforme se van haciendo mayores tienen más compromisos y responsabilidades laborales, por lo que sus vacaciones son más breves y menos adecuadas porque tienden a no desconectar. En estos casos, como decimos en el libro, uno debe hacerse consciente de que ‘los negocios de este mundo nunca se acaban’. Es uno mismo quien debe poner coto preguntándose si, a ciertas edades, cuando ya se han conseguido muchas metas, es necesario mantener el mismo ritmo frenético, o bien uno puede parar progresivamente y disfrutar de los años que le quedan. En muchas culturas antiguas, hacia los 50-60 años las personas cerraban sus negocios y se retiraban para pasar sus últimos años con la familia y haciendo aquello que era más valioso para ellos. También en este momento empieza a existir un potente movimiento en ese sentido.
-En su libro se dan a conocer sencillas prácticas de meditación y de mindfulness que ayudan a gestionar las emociones negativas y combatir el estrés y la ansiedad. ¿Podría ponernos algún ejemplo práctico de meditación y mindfulness?
El mindfulness permite desarrollar la atención y permanecer en el momento presente, porque la felicidad sólo está aquí y ahora, no en otro lugar ni en otro momento. Los estudios son muy consistentes demostrando que la gente que es feliz está la mayor parte del tiempo con la mente en lo que está haciendo, mientras que la gente que no es feliz está casi todo el tiempo con la mente en un lugar diferente de donde está actuando.
Uno de los ejercicios más sencillos es el de los tres minutos. Consiste en hacer lo siguiente en cualquier momento del día: 1.-parar y observar qué estamos pensando y sintiendo (generalmente algo diferente a lo que estamos haciendo) 2.-llevar la atención a la respiración y dejar que esos pensamientos y emociones pasen y se diluyan 3.-mantenerse disfrutando con esa sensación de paz y comprometerse a mantener la atención en cada momento en la medida de lo posible. Si esto se hace 2-3 veces al día (podemos ponernos una alarma en el móvil para recordarlo), en pocas semanas la mente se va estabilizando. Contar respiraciones de 1 a 10, una y otra vez durante cinco minutos es otro de los ejercicios. Aunque aparezcan pensamientos, si no perdemos la cuenta, progresivamente la mente va a ir calmándose, y el ruido mental irá desapareciendo.
-¿Qué es el ruido mental?
Es la charla que mantenemos con nosotros mismos continuamente, el diálogo interno continuo. Siempre que hacemos cualquier actividad o escuchamos a alguna persona, nos estamos comentando lo que ocurre o, simplemente, pensamos en otra cosa. Este es uno de los primeros y principales cambios que ocurren con la práctica del mindfulness: la gente no tiene necesidad de estar hablando continuamente consigo mismo. Tampoco necesita ponerse en todo momento música o la televisión. Puede estar consigo mismo sin aburrirse y sin necesitar estimulación continua.
-Usted considera que la sobrexposición a redes sociales, en particular, y a las pantallas en general, está siendo uno de los factores que más está disparando el malestar psicológico entre los jóvenes. ¿Entonces, qué podemos hacer, si las redes sociales y las pantallas son los nuevos tótems de la sociedad, especialmente entre la juventud?
El problema no son las cosas, sino cómo se usan. Las redes sociales pueden ayudar a una mayor conectividad e interacción con el mundo si se utilizan de forma razonable. El problema es la adicción a ellas: dedicar varias horas todos los días y sentir la necesidad de conectarse continuamente propicia que disminuya el rendimiento laboral o estudiantil o se limiten las relaciones interpersonales o las actividades de ocio. Tendríamos que poder enseñar a nuestros hijos formas de entretenerse y relacionarse como el deporte, la lectura o las actividades al aire libre alternativas a las redes sociales, de forma que las redes sociales constituyan una actividad más, pero no la más importante o, a veces, la única.
-¿Hay gente que disfruta estando estresada? ¿Si es así, están enfermos?
Yo no diría que disfrutan estando estresados -es difícil disfrutar así-, sino que no conocen otra forma de vida y/o no saben cómo salir de ese círculo vicioso. El estrés es una adicción, nos permite no tener que pensar o sentir, ya que nos obliga a actuar continuamente, de forma automática. Parar, la recomendación de nuestro libro, va asociado a sentirnos a nosotros mismos, a evaluar cuál es el sentido de nuestra vida y, por tanto, decidir cuáles son nuestras prioridades y ser consecuente con ellas.
Yo no diría que el estrés es una enfermedad, sino un estilo de vida bien visto socialmente y que tiene la recompensa de no tener que hacernos conscientes de nuestras vidas, a menudo carentes de sentido. Pero sí es un estilo de vida que se asocia a enfermedades físicas (infarto de miocardio, por ejemplo) y psicológicas (como la ansiedad y la depresión).
-Explíquenos un remedio para no estar estresados ante el cambio climático, caracterizado por el calor sofocante, sequía severa, fenómenos tempestuosos extremos, etc.
En el libro hablamos de la aceptación. De nuevo es una técnica psicológica asociada al bienestar, a la disminución de la lucha. La recomendación es sentirnos satisfechos con lo que podemos hacer, con lo que está en nuestra mano modificar. Por ejemplo, puedo asociarme a instituciones ecologistas, yo mismo desarrollar conductas cuidadosas con el planeta, votar a partidos que tengan en cuenta este tema o llevar a cabo actividades que propaguen esa visión del mundo. Pero a la vez acepto lo que no puedo cambiar, como son estos efectos ligados al cambio climático. Estresarme por ello no mejora mi situación, ni la de los de mi alrededor, ni la del planeta.
Acción (sobre lo que podemos cambiar) y aceptación (respecto a lo que no podemos cambiar) es la receta ante las circunstancias adversas de la vida que siempre van a existir para cualquiera de nosotros. La aceptación permite tener expectativas realistas y saber que el ser humano siempre va a tener nichos de sufrimiento (la vejez, la enfermedad y la muerte, la propia y la de nuestros seres queridos). Pero, pese a ello, la vida es un maravilloso milagro por el que siempre tendríamos que estar agradecidos y felices.