Gregorio Luri, autor del libro ‘En busca del tiempo en que vivimos’ (Deusto): Gregorio Luri es maestro, licenciado en Pedagogía, doctor en Filosofía y autor de los ensayos ‘¿Matar a Sócrates?, Elogio de las familias sensatamente imperfectas’ y ‘La imaginación conservadora’, entre otros. Es Premio de Ensayo Juan Gil-Albert, Premi IDEES d’Assaig Breu [Premio IDEAS de Ensayo Breve] y Premio Mejora tu Escuela Pública, y ha sido condecorado con la Cruz de Carlos III el Noble de Navarra.
Redacción Farmacosalud.com
‘En busca del tiempo en que vivimos (fragmentos del hombre moderno)’… A juicio de Luri, la naturaleza humana es, por ahora, algo así como una especie de puzle todavía en fase de colocación -y recolocación- de las diferentes piezas, previa al visionado completo del cuadro: “poseemos una gran cantidad de conocimientos parciales (o fragmentarios) del hombre porque un buen número de ciencias los suministran con detalle, pero no está nada claro que con toda esa ingente información (que va en aumento) dispongamos de una idea clara de lo que el hombre es. Cada ciencia ilumina uno de sus perfiles, pero cuantos más perfiles descubrimos, más notamos la falta de una figura unitaria de lo que es. Este inevitable saber fragmentario sobre el hombre (pasa lo mismo con el mundo como totalidad o con la naturaleza) nos dice, sin embargo, algo esencial sobre las cosas humanas: que no poseeremos una imagen completa de las mismas si ignoramos las peculiaridades de ese ser tan singular que descubre un problema en la inasibilidad de su propio ser”.
«Sin el hombre, la naturaleza permanecería muda, ilegible»
“Siempre es aventurado saber lo que encontrará un lector en un texto, pero lo que me gustaría que se llevara consigo el lector tras leer este libro es una propuesta de entender la vida como la aventura de armarse de un zurrón y de una escopeta de caña y salir, como animaba Pla, a la caza de las melodías del mundo, que cada vez vuelan más altas”, apunta el autor de ‘En busca del tiempo en que vivimos’.
En la obra se lee: «sin el hombre, la naturaleza permanecería muda, ilegible, sin hitos ni horizontes ni fronteras. Nadie entendería la inteligencia de la alondra». ¿Eso es superioridad moral del ser humano? ¿O bien realismo moral? “Eso es la constatación de que el hombre habla, posee un lenguaje (y es poseído por él)”, contesta Luri.
¿Pero, de verdad la Inteligencia Artificial podrá entendernos algún día?
Según escribe este filósofo, «una paloma moriría de hambre ante una fuente repleta de las mejores carnes, y un gato, ante un plato de frutas. Su naturaleza no los estimula a probar estas cosas. El hombre, sin embargo, se atreve con todo, incluso con lo que puede producirle enfermedades o aun la muerte, ‘porque el espíritu deprava los sentidos, y la voluntad sigue hablando cuando la naturaleza calla’. El hombre es capaz, por un acto libre, de morir de inanición frente a una mesa repleta de los más suculentos manjares. Conociendo los alimentos más sabrosos, puede decidir no probarlos. Es capaz, incluso, de renunciar a su vida persiguiendo un ideal».
«El hombre es siempre, constitutivamente, transhumano. La suya es una tercera naturaleza, una naturaleza desencajada, que crece en el entrambos y juega con sus límites (siempre provisionales), intenta conceptualizar lo ilimitado y es capaz tanto de arrojarse al vacío […] como de cuidar con el mayor esmero una maceta con una flor de plástico en la ventana de una misérrima favela en un barrio de Río».
Ante tales escenarios, uno se pregunta si la Inteligencia Artificial (IA) algún día podrá no solamente imitar tal conducta (la conducta humana), sino entenderla de verdad. “No sé de qué será capaz la IA -comenta Luri-, pero estoy convencido de que mi experiencia de leer el Quijote no la encontraré en sus algoritmos; ni la experiencia de mi primer beso; ni mis sueños a los pies de la cuna de mis hijos; ni mi pasmo ante las posibilidades de la IA, ni la experiencia de elevarme a mí mismo sobre mí mismo… en la medida en que me hago a mí mismo a través de mis experiencias, la aventura de ser hombre estará siempre abierta a mi elección”.
En el cénit de una orgía, hay quien se preocupa por la post-orgía
«Nadie que tome un potenciador de la erección se pregunta si su conducta está de acuerdo con la naturaleza. Lo mismo podemos decir del trasplante de un órgano de un cerdo a un ser humano. No critico nada de esto, simplemente constato que muchas cosas que nuestros abuelos eran incapaces de imaginar, nuestros nietos las viven como rutinas de lo posible», escribe el autor. “El ser humano moderno parece convencido de que el horizonte de lo posible no dejará de incrementarse. Lo que ignora es que su incremento siempre se hace en detrimento de lo real. Y ante la realidad siempre estamos en primera línea”, afirma Luri en declaraciones a www.farmacosalud.com.
¿Así pues, el ser humano moderno se ha impregnado del todo vale? “Se imaginaba Baudrillard en Cool memories, que en el cénit de una orgía un hombre susurraba al oído de la mujer que tenía al lado: ‘¿Qué vas a hacer después de la orgía?’ Me da la sensación de que hemos estado viviendo una orgía de la deconstrucción (del ‘todo vale’). No hay concepto, ni valor, ni principio que no hayamos puesto en cuestión. Por eso mismo la pregunta de Baudrillard es hoy más actual que nunca. Veo en el wokismo, en las políticas de la cancelación y, en general, en la corrección política, una respuesta un tanto desnortada a su cansancio del relativismo”, sostiene Luri.
«Vivimos más en el momento de la perplejidad que en el de la complejidad»
«La realidad no tiene por qué estar hecha a medida de nuestro deseo. Hace tiempo que Fontenelle dejó dicho que, si poseyera en un puño todas las verdades, se cuidaría muy mucho de abrir la mano, para no hacer infelices a los hombres […] Vivimos más en el momento de la perplejidad que en el de la complejidad. Y mientras lanzamos a la ciencia la pregunta ‘¿Y por qué no?’, el miedo, impertinente, crece y está comenzando a teñir con sus siniestros colores el futuro», se lee en ‘En busca del tiempo en que vivimos’.
“Algo nos pasa cuando el optimismo histórico de nuestros abuelos se ha transformado en pesimismo, en miedo al futuro. Hay quien asegura que vivimos en el tiempo que sabe que puede ser el fin de los tiempos o que somos los humanoides postreros. Lo cierto es que las encuestan señalan que el 75% de jóvenes de entre 16 y 25 años no ve nada tranquilizador su porvenir. Más del 30% duda de si tener hijos. Mientras los progresos tecnológicos han sido notables, la suma de los mismos no nos da para afirmar un Progreso Global, con mayúsculas”, subraya Luri.
¿El aspaviento es mejor que la serenidad a la hora de hacer frente a los peligros del futuro?
“Hoy constatamos una creciente desconfianza del hombre hacia sí mismo, en la medida en que se considera responsable de los nuevos jinetes del apocalipsis: el cambio climático, el agotamiento y la degradación de los recursos naturales y los ecosistemas, el crecimiento de la población mundial, las pandemias, el colapso económico internacional, una guerra nuclear o biológica, el terrorismo, etc. No hay noticia con tintes apocalípticos que no merezca las portadas de nuestros medios. Incluso el presidente del Gobierno en la tribuna del Parlamento se refirió a una supuesta detención del núcleo de la Tierra. El pesimismo está tan asentado en las escuelas que forma parte ya de los contenidos curriculares. Lo que hay que preguntarse es si el miedo al futuro es la mejor manera de ser objetivos con sus potenciales peligros, o si el aspaviento es mejor que la serenidad a la hora de hacerles frente”, agrega.
«Allá, en Ágreda, en un convento de clausura, vivió una monja, sor María Jesús, a la que el rey Felipe IV nombró tácitamente su embajadora en el cielo, intentado conseguir por su intermediación una alianza con El Infinito. Aunque ésta es otra historia, ya que recalamos en Ágreda, recordemos que sor María Jesús solía decir que lo propio del alma es su capacidad para levantarse a sí misma sobre sí misma. Pero tan propio del alma es levantarse como tropezar, caer, postrarse, rebajarse y corromperse».