Redacción Farmacosalud.com
Las personas con cáncer suelen recibir tratamiento a través de una vena, lo que se conoce como tratamiento intravenoso. Este tipo de tratamiento presenta algunas complicaciones comunes para los pacientes, como molestias o dolor por los pinchazos reiterativos en una misma zona, la inflamación de las venas (flebitis) por el efecto de los fármacos o el endurecimiento de las paredes o la obliteración de las venas debido a la suma de daño por punción, inflamación y trombosis. En ese contexto, los accesos vasculares centrales (la instauración de catéteres en las venas de mayor calibre) permiten garantizar un acceso a la circulación sanguínea del paciente en cualquier momento, sin la necesidad de repetir punciones en los brazos.
Estos accesos constituyen desde hace tiempo un procedimiento común en la práctica médica hospitalaria, y más concretamente en el manejo multidisciplinar del paciente oncológico.
Vías para quimioterapia, transfusiones…
“Poseer un acceso funcional, seguro, cómodo, estable y durable a una vena de buen calibre es una parte primordial para un altísimo porcentaje de pacientes que van a recibir tratamiento con quimioterapia, o que necesitan transfusiones o en pacientes con infecciones, que requieren largos tratamientos con antibiótico, ya que además también permiten la obtención de muestras de sangre o la administración de contraste”, explica el Dr. Andrés Madrid Vallenilla, radiólogo vascular e intervencionista del Hospital Universitario Infanta Sofía (San Sebastián de los Reyes, Madrid) y miembro de la Sociedad Española de Radiología Vascular e Intervencionista (SERVEI).
La instauración de estos accesos vasculares, explica el Dr., constituye una importante parte de la actividad diaria de un radiólogo intervencionista, dado que es este especialista médico el que conoce “todos los fundamentos” que permiten la elección del mejor catéter para cada enfermo: “El radiólogo vascular e intervencionista tiene la capacidad y dispone de las técnicas de imagen y funcionales para valorar a cada paciente, sus venas, su anatomía y garantizar, además, los más altos estándares de calidad y seguridad para su implantación, para así mantener una baja tasa de complicaciones derivadas de su colocación, existencia y uso”.
Concretamente, según los últimos datos aportados por los radiólogos intervencionistas que participaron en el registro de la SERVEI, en el período 2018-2019 los RVI realizaron 53.760 intervenciones para pacientes con necesidad de un acceso venoso.
Reservorios subcutáneos: requieren menores trabajos para su mantenimiento y cuidados
Señala el Dr. Madrid Vallenilla que los accesos vasculares producen “una gran mejora de la calidad de vida” de los pacientes, ya que éstos se ahorran punciones en los brazos, la necesidad de permanecer con el brazo inmovilizado mientras se recibe un tratamiento e, incluso, tienen la posibilidad de evitar el ingreso hospitalario para recibir algunos tratamientos que, con un catéter, pueden recibirse en casa.
En ese sentido, el experto destaca el papel de los reservorios subcutáneos, un tipo de acceso vascular que presenta una gran ventaja: la posibilidad de quedar completamente oculto bajo la piel. “Cuando no se usa, se puede hacer vida completamente normal, como meterse en una piscina, bañarse en el mar o practicar casi cualquier deporte”, explica Madrid Vallenilla, que destaca que diversos estudios recientes han demostrado que estos reservorios, además de ser más cómodos de llevar y de requerir menores trabajos para su mantenimiento y cuidados, “son más coste-efectivos y presentan el mejor perfil de seguridad”.