Redacción Farmacosalud.com
En el libro ‘Un intestino feliz’ (HarperCollins Ibérica), su autora, la Dra. Mª Dolores de la Puerta, da una serie de herramientas y consejos para mantener una microbiota sana y una buena comunicación del eje intestino-cerebro. En este sentido, cabe resaltar la importancia de la alimentación. “La microbiota se alimenta de lo mismo que nosotros, por lo que desde la dieta contribuimos a conformar el predominio de unas bacterias u otras en nuestra tripa. Los alimentos más beneficiosos son los productos fermentados como el kéfir, kombucha, chucrut, tempeh, etc., también los alimentos ricos en polifenoles como los frutos rojos, la granada, el aceite de oliva, la cúrcuma o el cacao y, por último -y no menos importante-, a nuestra microbiota le gusta mucho la fibra… su preferida es el almidón resistente, que es un hidrato de carbono que encontramos por ejemplo en los tubérculos, patata, boniato, batata y yuca, cocinados o asados y dejados enfriar”, especifica De la Puerta.
“Por otra parte -prosigue-, los alimentos que alteran y más afectan negativamente a la microbiota son los aditivos, conservantes, colorantes, refinados, ultraprocesados, etc”.
“En el intestino, además de tener millones de microorganismos, también tenemos neuronas”
Según la Dra. De la Puerta, existe una estrecha relación entre la felicidad y las bacterias (microbiota) de nuestro intestino. “En el intestino, además de tener millones de microorganismos, sobre todo bacterias, también tenemos neuronas. Hay tantas neuronas en el intestino como en toda la médula espinal, formando el sistema nervioso entérico, también conocido como segundo cerebro. Hay una comunicación continua y bidireccional entre el cerebro, sistema nervioso central y el intestino, el sistema nervioso entérico”, explica la experta.
Este diálogo se establece de muchas formas, principalmente tres: la primera, mediante del nervio vago; la segunda remite a moléculas producidas por el sistema inmunitario, y la tercera, por la acción de muchas de las sustancias derivadas de nuestra microbiota, de las que, “en el contexto de la felicidad, sin duda la más relevante es la serotonina. La serotonina es ‘la hormona de la felicidad’ y la responsable de nuestra sensación de bienestar. El 90% de la serotonina que tenemos en el cuerpo se produce por las neuronas que tenemos en el intestino, modulado por las bacterias”, establece la autora del libro.
Claro que, no es lo mismo felicidad que salud mental. Así pues, ¿cómo ayuda un adecuado tránsito intestinal a tener una buena salud mental? “La salud mental hace referencia al bienestar general que implica la manera en la que piensas, regulas tus sentimientos y te comportas. Sabemos que las bacterias intestinales producen sustancias capaces de hablar con el sistema nervioso. Ya hemos hecho mención de la serotonina como responsable de nuestra alegría y felicidad, pero hay muchas más sustancias producidas directa o indirectamente por las bacterias que condicionan nuestro bienestar afectivo como la dopamina, que estimula la motivación y está asociada al placer, GABA, que nos da calma, acetilcolina, implicada en la memoria, etc”, contesta la facultativa.
“Si las bacterias de nuestro intestino están ordenadas y funcionan adecuadamente, su actividad metabólica es perfecta; pero si están desordenadas, se altera completamente el tipo de moléculas que producen, siendo éstas más proinflamatorias. El tránsito intestinal es un buen síntoma que nos avisa sobre si nuestra microbiota está bien o no lo está, influyendo ello directamente en la estabilidad de nuestra salud física, psíquica y mental”, afirma la Dra. De la Puerta.
¿Por qué sentimos ‘mariposas en el estómago’ cuando estamos enamorados?
En ‘Un intestino feliz’ se explica por qué tenemos dolor de barriga cuando estamos muy nerviosos o por qué sentimos mariposas en el estómago cuando nos enamoramos. “El diálogo que comunica el intestino y el cerebro se establece en tiempo real. En el libro cuento una noticia de abril de 2022, en la que el Instituto Pasteur demostraba que nuestro cerebro tarda pocos segundos en detectar la actividad de nuestra microbiota, constatándose con ello la implicación de las bacterias en la actividad del sistema nervioso. Esta conexión es bidireccional, por lo que también lo que pensamos y sentimos con la cabeza rápidamente afecta a nuestra microbiota y a cada célula de nuestro cuerpo”, expone De la Puerta.
“La gran cantidad de moléculas que se producen en el intestino asociadas al estímulo de los pensamientos hace que la microbiota los multiplique exponencialmente: los buenos, como el amor, percibidos como mariposas en el estómago; los malos, como el miedo, percibidos con el dolor de barriga”, señala.