Dra. Pilar Muñoz-Calero, autora del libro ‘La embriología del universo’ (Ediciones Luciérnaga): La doctora Pilar Muñoz-Calero es una de las máximas expertas en España en Medicina Ambiental. Graduada en Medicina y Cirugía con honores cum laude, Muñoz-Calero dicta en la Cátedra de Patología y Medio Ambiente de la Universidad Complutense y en los Cursos de Verano de El Escorial conferencias con títulos como ‘O cambiamos de conducta o cambiamos de planeta’ o ‘Tener buena química no es intoxicarse con ella’. Parte de su éxito se debe a la información que ha sabido integrar como especialista en Pediatría, Estomatología, Tratamiento de Adicciones y Medicina Ambiental, y a que lleva décadas hablando de temas urgentes que hoy están en la agenda pública cuando casi nadie hablaba de ellos. Colegiada en el Reino Unido por el General Medical Council, es presidenta de la Fundación Alborada, numeraria de la Ilustre Academia de Ciencias de la Salud Ramón y Cajal y Profª en la American Academy of Environmental Medicine de Estados Unidos.
Redacción Farmacosalud.com
Que la Naturaleza esté protestando desde hace ya mucho tiempo por culpa de la actividad humana y muchos miren -consciente o inconscientemente- para otro lado es muy preocupante; que alguien señale con su dedo la Luna y algunas personas no sean capaces ya de ver ni la Luna ni el dedo, sino únicamente sus móviles, da mucho que pensar; y que haya gente que se comporte como aquellos dos peces que iban nadando y desconocían lo que era el agua cuando otro pez les preguntó que cómo la notaban aquel día, es que es algo así como una tragedia. La Dra. Pilar Muñoz-Calero, autora del libro ‘La embriología del universo’, propone escudriñar el mundo que nos rodea para encontrarnos -y reencontrarnos- con nosotros mismos, que buena falta nos hace. Porque, ¿alguna vez nos hemos preguntado lo que de verdad tiene sentido? Ha llegado el momento de hacer un alto en el camino para poder avanzar un gran trecho.
-Hace 20 años, usted sufrió su primera y más aguda crisis de sensibilidad química múltiple (SQM), hasta el punto de llegar a pesar sólo 35 kilos. ¿Cuándo empezó a darse cuenta de que padecía ese trastorno?
La verdad es que tardé mucho tiempo en darme cuenta de que todos los síntomas que me iban apareciendo estaban relacionados con la misma enfermedad. Como cuento en el libro, comencé con dolores de cabeza, vértigos, taquicardias, dolores musculares, problemas de coordinación, cansancio extremo e inestabilidad. Paralelamente, empecé a tener problemas de memoria y dificultades para prestar atención; perdía el hilo de las conversaciones, me irritaba con facilidad, sufría cambios de humor… y comencé a tener problemas intestinales: lo que comía me sentaba mal. No es que no tuviera hambre, sí la tenía, pero mi cuerpo rechazaba los alimentos. Y así, poco a poco, me fui sintiendo cada vez físicamente más débil y anímicamente frágil.
Como entonces ni siquiera sabía que existía la SQM, ni yo ni prácticamente ninguno de los colegas médicos a los que consultaba, nadie, relacionaba esa diversidad de síntomas con una sola causa y todos acabábamos achacándolo a lo típico: el estrés, las preocupaciones o el exceso de trabajo. Algunos incluso me derivaban al psicólogo o al psiquiatra.
-Según la Sociedad Española de Medicina Interna (SEMI), la SQM es un síndrome crónico de etiología y patogenia desconocidas por el que el paciente experimenta una gran variedad de síntomas recurrentes que implican a varios órganos y sistemas, relacionados con la exposición a diversas sustancias en muy bajas dosis (a concentraciones menores de las que se consideran capaces de causar efectos adversos en la población general), tales como productos químicos ambientales o alimentos. ¿Qué tratamientos existen para el SQM?
El mejor tratamiento consiste en alejarte todo lo posible de los tóxicos y contaminantes ambientales que se encuentran de forma ubicua en nuestro entorno y que no sabemos ni siquiera que existen. ¡Y son miles! Desde los plaguicidas y fertilizantes que encontramos en todas las frutas y verduras de producción industrial, hasta las hormonas y antibióticos que les ponen a los animales de granja criados también de forma industrial, pasando por los metales pesados que acumulan los peces en nuestros mares.
También tenemos la enorme variedad de productos abrasivos que existen para limpiar la casa, lavar la ropa y para nuestra propia higiene personal; los desodorantes, perfumes, colonias, cremas humectantes y cremas solares que nos ponemos directamente en el cuerpo; las pinturas de las paredes y los barnices de los muebles; los conglomerados con que se fabrican esos muebles y las fibras sintéticas con que se hacen las alfombras; el plástico de las botellas de agua, las bandejas de poliestireno y, en general, todos los plásticos de un solo uso, y el wifi y demás tecnologías de comunicación que funcionan con el internet inalámbrico, como el terrible 5G.
En los cursos que doy para estudiantes de Medicina, con títulos como ‘O cambiamos de conducta o cambiamos de planeta’, suelo empezar pidiendo a los alumnos que hagan una lista de los tóxicos y contaminantes ambientales que detectan en el aula, y la mayoría no pasa del paquete de cigarrillos que alguno tiene por ahí. Al final del curso les propongo el mismo ejercicio y… prácticamente todos son capaces de llenar dos folios completos.
En cuanto a la detección y los tratamientos que existen actualmente, es difícil hablar en general, porque la experiencia ha demostrado que cada paciente es un mundo en sí mismo. Hay que tener en cuenta la individualidad bioquímica o los diferentes polimorfismos genéticos, si se trata de metabolizadores lentos o rápidos… hay que conocer muy en profundidad la bioquímica del cuerpo y cómo funcionan todas las rutas metabólicas, ya que no todo el mundo tiene la misma capacidad de desintoxicar. Tanto la SQM, como otras patologías que pertenecen a los Síndromes de Sensibilización Central, están relacionados con los contaminantes ambientales y en muchas ocasiones estos contaminantes se acumulan, dado que son liposolubles y difíciles de eliminar. Por eso, en la mayoría de casos aparece la enfermedad por efecto acumulativo.
-‘La embriología del universo’ nace del sobrecogedor episodio autobiográfico que usted sufrió y narra la metamorfosis que vino después. ¿Quién es actualmente la Dra. Pilar Muñoz-Calero?
No puedo negar que ha sido un antes y un después, y que este proceso me ha cambiado por completo. O más bien diría que ha permitido ‘afinarme’… sí, como se afina un instrumento musical. En el libro explico que venimos al mundo con un potencial y unas capacidades, habilidades y aptitudes, y que, si conseguimos activarlas, dan lugar a por lo menos quince sentidos. Es decir, no sólo los cinco sentidos sensoriales de la vista, el oído, el olfato, etc., como nos enseñan desde la escuela. Son más, tal vez incluso más de quince, aunque en este primer libro me he centrado sólo en ellos, en esos quinze. Lo importante es que debemos conocerlos, descubrirlos y afinarlos como se afinan las cuerdas de una guitarra.
Pensemos por ejemplo en el sentido de la orientación, pero no sólo geográfica o física para guiarnos en el mundo material, sino también en una orientación anímica, psicológica, espiritual. Yo, en realidad, me había perdido en el mundo, me había puesto una serie de disfraces y trataba de cumplir con esmero lo que se esperaba de mí. Pero a través del proceso iniciado con ‘La embriología…’ me reencontré con mi alma perdida (no con el arca perdida) y fue muy grato y emocionante volver a sentir mi esencia, quitarme el corsé, la correa. Me atreví a salir del armario y ahora esto es lo que hay, esta soy yo, una doctora en Medicina, sí, pero no sólo eso, sino mucho más.
-¿Cuál es, a su juicio, la embriología del universo? ¿Podría sintetizarlo en uno o dos párrafos?
He tardado veinte años en plasmarlo en un libro, el libro me ha salido con más de 450 páginas... ¡y tú me pides sintetizarlo en uno o dos párrafos! ¡Qué difícil! A ver, lo diré con las palabras que utilizo en los encuentros que llevan el mismo título y que dieron lugar al libro... por eso digo que ‘La embriología…’ fue un libro escrito inicialmente en el aire, esencialmente oral. En pocas palabras, es una invitación a conversar y a compartir los hallazgos de una investigación que vengo realizando en el marco del encuentro entre la naturaleza y el espíritu.
Siempre me ha apasionado la Embriología física de nuestro cuerpo: como del encuentro entre un espermatozoide y un óvulo va surgiendo todo un milagro de diseño; como el cuerpo humano, mediante invaginaciones y evaginaciones, mostrando un baile de moléculas, logra formar células y a su vez órganos… y al final: ¡ZAS!… ¡este maravilloso milagro de la VIDA!.. Pero no somos un trozo de carne, sino que pensamos, hablamos, sentimos, odiamos, amamos, reaccionamos, lloramos… Así que también me interesó investigar sobre la embriología del alma y del espíritu… sobre lo material, lo físico, lo que es mensurable y se puede expresar en fórmulas matemáticas o químicas, y también lo que es tan sutil y a veces tan fugaz (spiritus significa ‘soplo’ y spirare, ‘soplar, respirar’) que escapa a los sentidos sensoriales y, sin embargo, todos sabemos que existe. ¿De dónde surgen, por ejemplo, energías tan poderosas como el amor, la ira, la compasión o el dolor? Que se sepa, nadie hasta hoy ha podido medirlas ni pesarlas ni calcularlas valiéndose de una tecnología. Pero nadie tampoco se atrevería a negar que somos esas energías y que con ellas movemos el mundo.
-Usted escribe: «¿Qué estamos haciendo, sin embargo, los humanos con la naturaleza? La ignoramos, la destruimos, la despreciamos, la envenenamos. La machacamos sin piedad». ¿Qué les diría a los que niegan el cambio climático y dicen que la Tierra ha vivido en el pasado sus propios ciclos climáticos, marcados unas veces por las glaciaciones y otras por períodos notablemente cálidos?
Efectivamente, no parece haber consenso sobre si existe o no el calentamiento global tal y como lo presentan los medios de comunicación. Pero lo que sí que está claro -y en eso no tengo ninguna duda- es que hay un impacto global provocado por la actividad humana sobre los ecosistemas del planeta. Sin ir más lejos, lo que va a provocar -y ya está provocando- la irresponsable expansión de la tecnología 5G es de una brutalidad que no tiene nombre; hay ya suficientes estudios que lo muestran y cada vez más países están acogiéndose al ‘Principio de Precaución’. Asimismo, hay que tener presente el uso y abuso de multitud de sustancias tóxicas o potencialmente tóxicas que usamos a diario en nuestra vida cotidiana, sin ser conscientes del daño que nos están haciendo. La Naturaleza ya está protestando desde hace mucho tiempo, y ahora la naturaleza humana también lo está haciendo a través de las múltiples patologías que están apareciendo relacionadas con la exposición a estos contaminantes.
-Ahondando en la influencia del factor humano sobre la Tierra, en su obra se lee: «Entregados a la lógica del mundo, y alejados cada vez más de la lógica de la vida, hemos entrado a lo loco y quizá de forma irreversible en una nueva época que algunos llaman el Antropoceno. Es decir, un cambio de era geológica provocado por el impacto global de las actividades humanas sobre los ecosistemas del planeta». Uno puede pensar que, para parar el deterioro planetario, todos tendríamos que conformarnos con un poquito menos de todo. ¿Realmente los humanos en conjunto estamos preparados para esa pequeña-gran renuncia?
No sería difícil hacer esa pequeña-gran renuncia si aprendemos a amar de verdad a nuestro cuerpo, a la naturaleza, a nuestra Tierra. Todavía recuerdo el impacto que me produjo escuchar a una persona que, hablando de los tóxicos que podríamos evitar porque no son necesarios ni básicos ni esenciales, dijo: ‘¿Me va a decir, doctora, que un perfume no es necesario?’ Si esa es la idea que tenemos de lo que es necesario acabaremos, efectivamente, ‘cambiando de planeta’, como dice el título de uno de mis cursos universitarios.
-¿’La embriología del universo’ es una obra eminentemente ecologista?
Es una obra sobre todo humanista, o radicalmente humanista si le quieres poner el adverbio. ‘Ser humano’, con sus dos palabras, significa que somos seres espirituales teniendo una experiencia humana. Y lo humano implica todos los actos de consciencia que nos diferencian de los animales, incluyendo el amor al cuerpo y al planeta que nos acogen. De ahí también que algunos se acerquen al libro por lo que tiene de divulgación médica, otros por lo que tiene de filosofía, otros porque han decidido tomar un camino de cambio vital, y así.
-«La lógica del mundo es una lógica narcisista, y el narcisismo no deja de ser un islote sin vida rodeado de espejos […] La gruesa sombra de ego que nos cubre no solo nos impide ver el bosque; hace mucho que ni siquiera nos deja ver el árbol. Nos hemos empobrecido de tal manera que, si alguien señala con su dedo la Luna, muchos no son capaces ya de ver ni la Luna ni el dedo: miran sus móviles». Pues menudo panorama…
‘Había una vez dos peces jóvenes que iban nadando y se encontraron por casualidad con un pez mayor que nadaba en dirección contraria; el pez mayor los saludó con la cabeza y les dijo: “Buenos días, chicos. ¿Cómo está el agua?”. Los dos peces jóvenes siguieron nadando un trecho. Por fin uno de ellos miró al otro y le dijo: “¿Qué demonios es el agua?”’.
Con esta parábola, contada originalmente por el escritor David Foster Wallace, empieza el capítulo 2 del libro. ¿Sabes que a menudo lo más difícil es ver de verdad lo que tenemos más cerca? En cierto modo, esto es lo que siento que nos pasa con el mundo: estamos tan metidos en él, tan envueltos por su lógica, que somos como ciegos voluntarios incapaces de verlo. No me gusta el pesimismo, ni lo soy en absoluto, pero tampoco me gusta la postura cómoda del que se niega a ver lo que hay porque si lo ve se llena de angustia, porque considera que no verlo le da más fuerza, o porque se ha dejado convencer por esa fórmula de la autoayuda de ser siempre positivo que, paradójicamente, hace que su papel sea absolutamente negativo. Es decir, que, negándose a ver la realidad, es incapaz de afrontarla, reaccionar y actuar. Para cambiar las cosas primero hay que verlas.
-Hay quien cree que la solución a los problemas medioambientales terrestres es mirar hacia la conquista espacial. ¿Qué encontraremos en el espacio que no podamos encontrar aquí, en la Tierra?
Si aún no hemos sido capaces de descubrir nuestro espacio en la Tierra, en nuestro cuerpo, en la naturaleza, ¿qué buscamos más allá? Supongo que ir al espacio es otra forma de huir, es decir, de no querer ver, de negar la realidad.
-Volviendo a lo de los 15 sentidos: «el ser humano posee, en realidad, quince sentidos en total, y para poder emplearlos debemos identificarlos antes que nada a través de nuestras capacidades instintivas e intuitivas». ¿Qué puede ampliarnos acerca de ello?
Que, como decía antes, son quince ‘por lo menos’, puesto que he seguido investigando y profundizando en el tema y de momento ya he llegado a treinta. Puedo decir que hay algunos más relacionados, efectivamente, con la intuición, otros con la inspiración y otros con la imaginación. Y que… me es muy difícil hablar de ellos en tan pocas líneas, porque cada uno daría (de hecho, cada uno da) para escribir el capítulo entero de un libro.
Voy a nombrar algunos de ellos… algunos son sentidos muy importantes, pero lamentablemente no somos conscientes de ellos, ya que están muy desafinados, como: el sentido de la VIDA; de la RELACIÓN; del HUMOR; del EQUILIBRIO; del SER; de la AFINIDAD... el sentido VITAL, el sentido COMÚN... … y algunos más que podremos ir descubriendo a través de la lectura del libro.