Redacción Farmacosalud.com
A mayor tiempo de oclusión, mayor posibilidad de que se produzcan reacciones en la piel en diabéticos que usan sistemas de monitorización de glucosa, según determina el Dr. Francisco Navarro Triviño, facultativo del Servicio de Dermatología del Hospital Universitario San Cecilio de Granada. De hecho, el tiempo de oclusión es uno de los factores que pueden explicar la aparición de erupciones o lesiones en la piel en personas que recurren a estos dispositivos, un fenómeno que ha ido creciendo conforme ha ido aumentando la aplicación de las nuevas tecnologías para el control de la diabetes.
A pesar de que no existen registros oficiales de la prevalencia de reacciones cutáneas por la utilización de sensores de glucosa, los dermatólogos y alergólogos están advirtiendo un incremento progresivo de consultas relacionadas con este uso, y prevén que aún sea mayor con la ampliación de la financiación de los sensores a las personas con diabetes tipo 2.
Estado de la función ‘barrera’ de la piel, edad, riesgo genético…
La causa por la que se producen estas alteraciones es una combinación de distintos factores de riesgo. En primer lugar, hay que valorar si la función ‘barrera’ de la piel funciona adecuadamente. En el caso de los individuos con piel atópica, seca, o con otras enfermedades que alteran la barrera cutánea, existe un factor de riesgo relevante para el desarrollo de este problema. La edad puede considerarse otro condicionante: cuánto más pronto se usan estos dispositivos, mayor tiempo de exposición y, por lo tanto, mayor probabilidad de desarrollar erupciones cutáneas, "aunque esto puede ser controvertido dada la escasez de información sobre este tema", dice el Dr. Navarro Triviño.
“Por otro lado, está el riesgo de sensibilización o ‘riesgo genético’ que tiene cada persona de desarrollar una alergia a un producto o ingrediente determinado. Tampoco los factores mecánicos deberíamos olvidarlos, en los que la presión, fricción y oclusión que ejerce el sensor sobre la piel pueden jugar un papel clave en la erupción cutánea. En paralelo, el tiempo de oclusión también es importante; de hecho, las erupciones cutáneas son menos frecuentes con las bombas de insulina que se cambian cada 2-3 días, frente a los sensores que se cambian cada 7-14 días (según el sensor). Por ello, los pacientes que se inician en el uso de los sensores necesitan una curva de aprendizaje sobre su correcta colocación. Si al insertar el dispositivo se produce dolor continuado que no se resuelve en los primeros minutos, es un indicador de que se ha colocado erróneamente. En estos casos, es preferible sustituir este sensor por otro nuevo y cambiar el lugar de inserción”, argumenta Navarro Triviño, quien ha impartido el webinar ‘Reacciones cutáneas a los adhesivos, ¿qué podemos hacer?’, patrocinado por Dexcom.
La combinación de todos estos factores puede dar lugar a reacciones cutáneas adversas derivadas de la aplicación de sistemas de monitorización de glucosa. Además, no hay que olvidar que la composición de estos dispositivos (principalmente la zona de contacto directo con la piel, que es el adhesivo y el filamento) es muy importante. “Existen moléculas de elevado poder de sensibilización que deberían ser evitadas, si bien la mayoría de las erupciones se observan una vez comercializado el dispositivo médico. En este sentido, identificar el alérgeno no siempre es tarea fácil. Por ello, la colaboración entre médicos especialistas en inmuno-alergia y el fabricante es crucial para detectar lo antes posible el alergeno culpable y, según la relevancia y el impacto que tenga, incluso puede ser un motivo para reformular los ingredientes de los materiales utilizados”, señala el experto.
Dermatitis de contacto irritativa o bien alérgica, principales presentaciones
La erupción cutánea secundaria al uso de sensores de glucosa y bombas de insulina que se ve con más frecuencia es la dermatitis de contacto irritativa. En esa situación, la erupción queda normalmente limitada a la zona de contacto del sensor con la piel y el sujeto afectado refiere una sensación de quemazón y tirantez, siendo inusual observar vesiculación. “Sin embargo, cuando el síntoma principal es el prurito, acompañado de vesículas y lesiones que van más allá de los límites de contacto del sensor con la piel, la sospecha diagnóstica debería ser de una dermatitis de contacto alérgica. Estas dos son las principales formas de presentación de las reacciones cutáneas por los sensores”, explica el galeno.
Existen otras formas menos frecuentes como la leucodérmica, en la que se observa una pérdida de pigmentación limitada a la zona de contacto del dispositivo, que bien puede ser por un efecto directo de algún ingrediente sobre los queratinocitos y melanocitos, o bien una forma de dermatitis de contacto no eczematosa. Otra forma también menos frecuente es la forma purpúrica, donde se observa una reacción, normalmente plana, de coloración rojo-violácea, sobre la zona de encuentro. “Se desconoce si es una reacción inflamatoria o una respuesta vascular anormal por la oclusión y otros factores mecánicos sobre la piel”, comenta el médico del Servicio de Dermatología del Hospital Universitario San Cecilio de Granada. “En general, puede ser sencillo diferenciar las dos últimas alteraciones comentadas; no obstante, incluso para expertos en este tema, diferenciar una dermatitis de contacto irritativa de una alérgica se basa fundamentalmente en la realización de pruebas epicutáneas”, añade.
Un problema que puede conducir incluso al abandono de los dispositivos de monitorización
Todo este tipo de reacciones cutáneas pueden suponer el abandono del uso del sensor de glucosa, una innovación tecnológica que ha supuesto un salto cualitativo en la vida de las personas diabéticas. “En efecto -afirma el Dr. Navarro Triviño-, la calidad de vida del paciente diabético ha dado un salto cualitativo al disponer de los sensores de monitorización de glucosa. La principal complicación posible del uso de estos dispositivos es la infección local, que se maneja fácilmente con tratamientos tópicos. Sin embargo, las reacciones cutáneas por los sensores son la principal causa de abandono. A pesar de que la erupción se localiza en la zona de contacto de forma exclusiva, estas reacciones pueden ser intensas, con formación de vesículas muy pruriginosas, y generar un malestar importante en los pacientes que las sufren. Aquellos que desarrollan una dermatitis de contacto alérgica abandonan el uso de estos dispositivos con mayor frecuencia que aquellos que tienen otro tipo de alteración cutánea asociada al empleo de tales sistemas. Esto se debe a que uno de los ingredientes que los componen, principalmente el adhesivo, genera una respuesta inmune de tipo alérgico cada vez que se usa el sensor y, normalmente, con mayor rapidez por reexposiciones repetidas”.
A juicio del facultativo, la coordinación asistencial para la pronta derivación a dermatología es el elemento clave que permite evitar mayores complicaciones y el abandono por parte del paciente del uso del sistema de monitorización que esté empleando. Los profesionales de la salud también subrayan la obligatoriedad por parte de los fabricantes de declarar sistemáticamente los componentes de sus productos sanitarios. En este sentido, sólo un enfoque de colaboración entre médicos, fabricantes y autoridades redundará en beneficio de los pacientes con dermatitis de contacto por productos sanitarios.
Según Navarro Triviño, “el aumento de nuevas tecnologías y dispositivos médicos está inevitablemente conectado a la aparición de nuevos casos de reacciones cutáneas por los sensores y esto nos obliga a estar actualizados sobre el tema. En la misma línea, es fundamental la coordinación entre niveles asistenciales, entre Atención Primaria, especialistas en endocrinología, alergología y dermatología dedicados a la dermatitis de contacto… esa relación debe ser fluida”.
“Un ingrediente desconocido es un ingrediente que no se parchea”
“El conocimiento de los ingredientes con los que se fabrican estos dispositivos es crucial para conocer el papel que juegan en el desarrollo de estas reacciones. Por experiencia, sabemos que hay ciertas moléculas capaces de generar reacciones inflamatorias inmunomediadas con mayor facilidad que otras, aunque es importante recordar que cualquiera puede ser la culpable. Aparte de la coordinación entre especialistas, también resulta fundamental el papel del fabricante a la hora de colaborar en el estudio de estos pacientes”, expone.
“Cuando nos planteamos estudiar mediante pruebas epicutáneas a estos pacientes, la principal limitación es la ausencia de alérgenos comercializados, y esto repercute negativamente en el estudio. Un ingrediente desconocido es un ingrediente que no se parchea, lo que se traduce en una prueba falsa negativa. En lo relativo al manejo de las alteraciones, el cuidado de la piel es fundamental a la hora de favorecer el correcto funcionamiento de la barrera cutánea. Una piel que funciona mal se convierte en una puerta de entrada para moléculas que no deberían atravesarla, lo que conlleva un aumento del riesgo de reacciones adversas cutáneas”, sostiene el Dr. Navarro Triviño.
Varios tratamientos previstos
El tratamiento previsto para todos estos casos parte de 3 escenarios: la piel, el sensor y la reacción cutánea. “En cuanto a la piel, utilizar productos de cuidados básicos como aceites de ducha o jabones syndet sin fragancias es la base, unidos siempre a una correcta hidratación de la piel con emolientes también libres de fragancias”, especifica el experto. Asimismo, el uso de ropa de algodón es un recurso que permite evitar un aumento de la sudoración y la humedad cutánea.
“En relación al tiempo de reemplazo del sensor, es posible que aquellos sujetos con reacción cutánea cuyo sensor se reemplace cada 14 días puedan beneficiarse de reemplazos cada 7 días. Lógicamente, hay que individualizar cada caso. En este sentido, se intentó crear una interfaz con distintos apósitos hidrocoloides, adhesivos y lociones barrera para proteger la piel de la oclusión del sensor. Su uso es bastante limitado, pero eso no quiere decir que en algunos casos no funcione adecuadamente”, apunta.
Con respecto al abordaje terapéutico de la erupción cutánea asociada al sensor -concreta Navarro Triviño-, “se requiere de una buena higiene de la zona, ideal con suero salino, control del exudado con lociones astringentes, control de la inflamación con corticoides tópicos y/o inhibidores tópicos de la calcineurina, y antibiótico tópico en caso de infección de la zona. Por supuesto, el tratamiento debe ser prescrito por un especialista y hay que evitar ‘probar’ primero en casa con productos caseros o medicamentos que se han utilizado previamente para otros problemas. El riesgo de sensibilización a este tipo de productos puede ser un agravante importante para la erupción cutánea.
La prevención primaria de las reacciones alérgicas asociadas al uso de sensores de glucosa se basa en el correcto cuidado de la piel, como se ha descrito anteriormente. Una vez desarrollada la dermatitis de contacto alérgica, la única solución es la evitación del alérgeno en cuestión.
El caso IBOA
“El primer alérgeno que se detectó fue isobornyl acrylate (IBOA), presente en el sensor más utilizado en la práctica clínica. El incremento creciente de casos reportados provocó una presión que llevó al fabricante a cambiar la composición de los ingredientes del adhesivo. Actualmente hay nuevas versiones del sensor que han disminuido el número de casos sobre este alérgeno. La cuestión es que ese ingrediente también está presente en otros sensores, lo que dificulta encontrar alternativas cuando se detecta dicha alergia. En este sentido, se han publicado varios casos clínicos donde se ha propuesto el uso de otros elementos como alternativa a los pacientes sensibilizados al IBOA”, indica el especialista.
Además, no hay que olvidar que conforme crezca la utilización de los sistemas de monitorización de glucosa van a aparecer nuevas moléculas con capacidad para sensibilizar al paciente y provocar una dermatitis de contacto. Este será un punto interesante que dará lugar a una colaboración entre especialistas y fabricantes encaminada a mejorar la formulación y desarrollar ingredientes menos ‘problemáticos’. Asimismo, la incorporación al sistema público de salud de nuevos dispositivos financiados aportará un beneficio importante a los usuarios, puesto que habrá más oportunidades y opciones de poder evitar lo ‘indeseable’ para el paciente, que es el abandono del uso del sensor de glucosa.
“En conclusión, la incorporación de los sensores de glucosa a los pacientes con diabetes ha supuesto un auténtico cambio en la calidad de vida, de modo que obliga al especialista a conocer las posibles erupciones cutáneas y cómo enfrentarse a ellas. Por ello, el trabajo multidisciplinar es positivo tanto para el paciente como para el profesional”, concluye el Dr. Navarro Triviño.