Redacción Farmacosalud.com
¿Alguna vez se ha preguntado por qué huelen los pedos y qué quiere decir su olor (o a menudo hedor)? La nutricionista y TSD (Titulada Superior en Dietética) Marta Romero explica el porqué del olor de los gases intestinales y cómo influyen en ello nuestras emociones.
El intestino está formado por millones de neuronas que, de forma ‘curiosa’, producen casi los mismos mensajes que el cerebro, lo que le permite encargarse sin ayuda de todas las funciones digestivas y, de paso, influir fuertemente en tus emociones, sentimientos y hasta en los procesos cognitivos.
“El cerebro y el intestino están conectados como una autopista de doble sentido, de ahí que ‘nos caguemos de miedo’, ‘tengamos mariposas en el estómago’ y que los nervios o el estrés condicionen la manera en la que cambias tu forma de comer y de relacionarte con la comida”, explica Romero. Entre otras cosas, el estrés aumenta la motilidad en el intestino delgado y el colon, proceso que tiende a provocar cacas pastosas y diarreicas. En cambio, cuando se reduce la motilidad del estómago, los gases se acumulan en la parte alta del mismo y las heces son más duras.
Dime cómo huelen tus pedos y te diré quién eres
1. Cuando los gases huelen a huevo podrido, vienen causados por el ácido sulfhídrico o sulfuro de hidrógeno. Estos gases no hacen ruido y suelen ir acompañados de heces pastosas y diarreicas. Además, suelen acompañarse por tensión arterial baja, sangrado de encías, colon irritable y dolor crónico, aunque puede ser también que el olor provenga de la fermentación de las heces si se sufre estreñimiento.
2. Los gases provocados por el gas metano no huelen mal, hacen ruido y se relacionan normalmente con estreñimiento y heces flotantes (aunque hay excepciones) y pueden acompañarse, además, de sobrepeso, alteración de lípidos en sangre, diabetes tipo 2, colon irritable con tendencia al estreñimiento y niveles bajos de serotonina (dolor de cabeza, insomnio, irritabilidad, depresión...)
En el caso de gases olorosos, “sería interesante disminuir de la dieta durante un tiempo los alimentos ricos en azufre y sulfitos, aumentar el consumo de vegetales (excepto los ricos en azufre como el ajo, la cebolla, el puerro y los espárragos), grasas saludables (aceite oliva virgen extra, aguacate, frutos secos) y alimentos fermentados (chucrut, miso, kéfir...)”, recomienda Marta Romero.
Y, en el caso de gases sin olor pero ruidosos, “convendría aumentar el consumo de grasas saludables, alimentos ricos en sulfitos, algas y frutos rojos. Así como dejar descansar al estómago 12 horas entre la cena y el desayuno, hacer ejercicio y combatir el estrés con terapia psicológica, yoga o mindfulness, acudir al dietista-nutricionista para revisar lo que nos pasa y comer 3 veces al día si somos capaces en vez de 5, nos ayudará muchísimo”.