Joaquín Herrera Carranza, autor del libro ‘Del escorbuto y los navegantes españoles’ (Edición a cargo del Colegio de Farmacéuticos de Sevilla y la Fundación Farmacéutica Avenzoar): Joaquín Herrera Carranza es doctor en Farmacia por la Universidad de Granada y exprof. de la Facultad de Farmacia de la Universidad de Sevilla, a cuya Aula de la Experiencia sigue vinculado. Asimismo, también ha sido miembro del Comité de Expertos de la Agencia Española del Medicamento y Productos Sanitarios (AEMPS), de la Agencia Europea del Medicamento (EMA por sus siglas en inglés) e integrante del Comité de Ética del Instituto de Salud Carlos III y de la Comisión de la especialidad de Bioquímica Clínica del Ministerio de Sanidad. Es también académico correspondiente de la Academia Iberoamericana de Farmacia y de la Academia de Farmacia Santa María de España, de la región de Murcia, y forma parte de la Cofradía Internacional de Investigadores de Toledo, de la Asociación Española de Farmacéuticos de Letras y Artes y del Patronato de la Fundación Farmacéutica Avenzoar.
Redacción Farmacosalud.com
Considerado como la gran pandemia de la navegación, el escorbuto es una avitaminosis (déficit vitamínico) que, sin el tratamiento adecuado, puede matar. Muy temido por los lobos de mar, la sonoridad de su propio nombre ya asusta, si bien también hay que decir que ha inspirado bautizos artísticos, como fue la creación del célebre grupo de música punk Eskorbuto.
A la hora de valorar la lucha contra esta enfermedad, no se trata tampoco de impulsar aquí una especie de Champions sobre los méritos adquiridos por los diferentes protagonistas de la historia de la navegación, pero es que el trofeo y la gloria del tratamiento contra el escorbuto se la llevó en el siglo XVIII el escocés James Lind al servicio de la marina inglesa, mientras que, según describe Joaquín Herrera Carranza, autor del libro ‘Del escorbuto y los navegantes españoles’, fue el Almirante Antonio de Ulloa (natural de Sevilla) quien, en 1758, administró zumo de limón a los miembros de una tripulación, siendo la primera vez que se documentaba esta práctica específica contra la terrible avitaminosis. El almirante sevillano se adelantaba así a los navegantes ingleses… al menos, sobre el papel. Sea como fuere, el caso es suplementar con vitamina C a toda costa… ‘Y añadimos de nuestra propia experiencia haber curado el escorbuto en las islas Marianas con solo el uso de las verdolagas’, dijo Pedro Mª González Gutiérrez, médico-cirujano de la Real Armada.
Una enfermedad de mar… y también de secano
El escorbuto es una patología causada por la carencia o escasez grave de vitamina C (ácido ascórbico) en la alimentación, lo que se manifiesta en forma de debilidad general, anemia, ulceraciones en las encías, gingivitis y hemorragias cutáneas, llegando incluso en algunos casos a producir la muerte.
Fue una afección muy común entre las tripulaciones de los barcos de las grandes expediciones marítimas, como las que protagonizó España desde finales del siglo XV, así como también entre aquellas poblaciones sitiadas y que no tenían aportaciones de alimentos frescos con vitamina C. Así pues, la carencia o escasez grave de este nutriente no es una exclusiva de las aventuras y desventuras marítimas, en tanto que “el escorbuto está documentado por Plinio el Viejo como padecimiento entre los componentes de las legiones romanas; entre los cruzados es el caso documentado, como muestra, de la VII Cruzada, liderada por Luis IX de Francia (San Luís), en el siglo XIII, por citar únicamente casos históricos del pasado remoto”, explica Herrera Carranza.
En general, todos los vegetales frescos, en variables cantidades, contienen y suministran vitamina C en la alimentación. En la dieta mediterránea, habitual en nuestra sociedad, están los tomates, acelgas, coles, coliflor, pimientos, pepinos, etc.; también están las frutas en general, como manzanas, peras, melocotones, ciruelas, cerezas, uvas, piña, etc., sin olvidar los cítricos, naranjas y limones, que tanta importancia histórica tienen en la lucha contra el escorbuto.
Casos esporádicos de escorbuto en España en pleno siglo XXI
Según Herrera Carranza, esta enfermedad se puede curar una vez establecida: “desde el comienzo del siglo XXI se han detectado algunos casos esporádicos de escorbuto en España, con resoluciones totalmente satisfactorias mediante el tratamiento con preparados farmacéuticos de vitamina C y dieta enriquecida en dicha vitamina. Algunos de estos casos se han publicado en revistas médicas de amplia difusión”. Si bien hoy en día la aparición de cuadros de escorbuto en el primer mundo es algo “rarísimo”, comenta el doctor en Farmacia por la Universidad de Granada, no hay que olvidar que es una afección que no está totalmente erradicada y que espera agazapada su oportunidad para poder prosperar, ya que, “lamentablemente, en los campos de refugiados actuales, distribuidos en África, Asia, e incluso en Europa”, se ven con cierta frecuencia algunos casos. La Organización Mundial de la Salud ha establecido unas recomendaciones preventivas para evitar la aparición del temido mal histórico, mediante el suministro de preparados farmacéuticos de vitamina C.
Pero no siempre la ciencia ha tenido, en cada momento, remedios para las enfermedades existentes, de ahí que personajes ilustres de la Historia como el mítico Juan Sebastián Elcano cayeran víctimas de la maldita avitaminosis. Así, no es casual que ‘Del escorbuto y los navegantes españoles’ se edite en el periodo en que se cumplen 500 años de la primera circunnavegación al mundo, liderada por Fernando de Magallanes y Elcano, ruta que tuvo inicio y fin en Sevilla. “Estamos en plena conmemoración del V Centenario de la Primera Vuelta al Mundo y su principal protagonista, Juan Sebastián Elcano, murió de escorbuto. Efectivamente, en la actualidad, ofrece pocas dudas la causa de la muerte, por escorbuto, del gran navegante español -que ostenta el título de Primus circumdedisti me-, hecho que ocurrió en el océano Pacífico el 4 de agosto de 1526, durante la segunda expedición hacia las Molucas, ordenada por el Emperador Carlos V”, detalla Herrera Carranza.
“Lind no vio en vida la orden del embarque de naranjas y limones: murió un año antes”
La gloria del tratamiento contra el escorbuto se la llevó en el siglo XVIII el escocés James Lind (dio naranjas y limas a un grupo de navegantes y recibió el apodo del ‘Hipócrates del mar’). Ahora bien, Herrera Carranza, sin ánimo de “desmerecer” para nada el papel de Lind, reivindica también “las aportaciones que casi dos siglos antes realizaron algunos personajes sevillanos a esta materia”.
Y nada mejor que poner orden histórico: “en 1795, la marina inglesa ordenó el cargamento de cítricos en sus buques de larga navegación... James Lind no vio en vida la orden, por parte de la Royal Navy, del embarque de naranjas y limones en sus buques: murió un año antes. No obstante, es interesante resaltar que el Almirante Antonio de Ulloa (natural de Sevilla), durante su segundo viaje a América (1758), a bordo del buque San Rafael, utilizó zumo de limón puro, administrándolo por la mañana a los miembros de la tripulación… es la primera vez que se documenta el uso del zumo de limón como práctica específica contra el escorbuto, adelantándose así a los navegantes ingleses”, describe el autor del libro.
Extracto de cítricos + alumbre (sulfato de aluminio y potasio) quemado
Otro nombre destacado de la historia sevillana lleva hasta el médico de cámara de Felipe II, Agustín Farfán, quien tras enviudar se fue a Nueva España (actual Méjico) y se hizo fraile. Allí también fue inspector de Farmacia y decano de la universidad local. En el siglo XVI escribió, en suelo americano, algunos de los primeros tratados de Medicina de dicho territorio, en los que, sin mencionar al escorbuto, describe la sintomatología (‘hinchazón de encías, caída de dientes, etc.’) y recoge como tratamiento el ‘extracto de cítrico y alumbre’. Este sevillano renacentista, en resumen, sobresale por dos hechos: 1) por ser el autor del primer tratado sobre Medicina Interna de la época, editado en el Nuevo Mundo, en Nueva España, Méjico, con dos ediciones, en 1579, y en 1592 (Tratado breve de medicina y de todas las enfermedades) muy ampliada con respecto a la primera; y 2) su recomendación del uso de un extracto de cítricos, añadiendo alumbre (sulfato de aluminio y potasio) quemado, para el tratamiento del ‘hinchazón de las encías’ (escorbuto).
“El alumbre recomendado por Farfán, de propiedades astringente-enérgicas, se usó ampliamente a lo largo de los siglos posteriores como antiescorbútico en la curación de las aftas bucales y en la cicatrización de pequeñas heridas, además de tener virtudes como hemostático”, señala.
‘Especialmente eficaz fue una fruta que los nativos llamaban jucoistles’
De la misma época del Renacimiento destaca otro gran navegante comprometido en la lucha contra el escorbuto, como fue el capitán Sebastián Vizcaíno (extremeño o nacido en Huelva), “el primero que describió a la perfección, sin ser médico, el cuadro clínico del escorbuto. Su larga narración de la sintomatología y las manifestaciones clínicas es estremecedora en sus detalles”, remarca el autor del libro.
Pero es que, además, el capitán Vizcaíno consiguió la curación de un grupo de tripulantes afectados del temible mal, cuando desembarcaron en una isla: ‘La llegada a tierra trajo una rápida recuperación de los enfermos, como consecuencia del cambio de alimentación. Especialmente eficaz para mejorar la dolencia fue una fruta que los nativos llamaban jucoistles’ (parecida a una manzana pequeñita). “¡Aquellos afortunados navegantes tomaron, sin saberlo, la salvadora vitamina C!”, exclama Herrera Carranza.
… y llegó la primera expedición de largo alcance sin casos de escorbuto
Es de recibo, asimismo, recordar la figura del sevillano Pedro Mª González, de Osuna, médico-cirujano de la Armada Española y autor del ‘Tratado de las enfermedades de la gente del mar’. Este ursaonense fue el responsable médico de la expedición Malaspina, que entre 1789 y 1794 recorrió las costas de toda América –desde Buenos Aires a Alaska–, Filipinas, Australia y Nueva Zelanda, y en la que no faltaron naranjas por indicación de dicho médico.
“Esta expedición -apunta el académico- se la considera la primera de largo alcance de la historia en la que no hubo casos de escorbuto… ese fue, sin duda, el extraordinario acierto y mérito de Pedro Mª González Gutiérrez”. En sus propias palabras: ‘Y añadimos de nuestra propia experiencia haber curado el escorbuto en las islas Marianas con solo el uso de las verdolagas’.
Su reconocimiento llegó en 1878 en formato de una lápida homenaje que le dedicaron sus compañeros con el siguiente texto: ‘A la memoria del Dr. Pedro María González maestro consultor del Real Colegio de Cirugía Médica de la Armada. Autor del excelente Tratado de las enfermedades de la gente del mar (1805). El cuerpo de Sanidad de la Armada, año 1878’. En la actualidad está muy reconocido por el conocimiento que tuvo del escorbuto y la aplicación de un tratamiento efectivo.
Por todo lo expuesto, Herrera Carranza quiere traer a colación una conferencia pronunciada en 1935 en el Museo Naval de Madrid sobre el escorbuto y algunos de los navegantes españoles que lucharon contra este temible mal de los mares, en la que un erudito, el doctor Gregorio Marañón, “exaltó las intervenciones salvadoras de Sebastián Vizcaíno (con sus frutas frescas) y Pedro Mª González y sus famosas verdolagas”, tal y como citó expresamente Marañón.