Redacción Farmacosalud.com
Uno de los temas debatidos en el 33 Congreso de la Sociedad Española de Alergología e Inmunología Clínica (SEAIC), celebrado recientemente en Zaragoza, remite a la posible potencialidad del test de activación de basófilos (TAB) en el diagnóstico de la alergia a determinados fármacos y alimentos, si bien “está por establecerse, todavía, la sensibilidad y especificidad de esta técnica”, puntualiza el Dr. Juan Fraj Lázaro, co-coordinador del Comité Científico de la reunión. En el encuentro de la SEAIC también se ha abordado el síndrome “emergente” F.P.I.E.S. (food protein induced enterocolitis syndrome) o síndrome de enterocolitis inducida por proteínas alimentarias, mediado inmunológicamente, pero del que se conoce “muy poco acerca de su fisiopatología y mecanismos involucrados”, advierte Fraj. Esta alteración, que afecta fundamentalmente a niños, puede causar cuadros clínicos graves.
El facultativo, asimismo, ha roto una lanza en favor de los preparados vacunales frente al COVID-19: “Es cierto que, al inicio de la campaña de vacunación anti-COVID-19, los medios de comunicación informaron acerca de pacientes que habrían sufrido ciertas ‘reacciones alérgicas’ tras la administración de las vacunas. Sin embargo, tras el trabajo recopilatorio realizado por el Comité de alergia a medicamentos de la SEAIC, y por nuestra propia experiencia, se ha demostrado que las vacunas son seguras y que, salvo rarísimas excepciones, no son causa de reacciones alérgicas”.
-¿Qué técnicas innovadoras en inmunología y alergología se han conocido en el 33 Congreso de la SEAIC?
Lo más destacado, en este aspecto, ha sido la presentación de varias plataformas de determinación y cuantificación de anticuerpos IgE específicos frente a extractos alergénicos completos de venenos de himenópteros (Apis mellifera y véspidos de la familia Vespidae y Pollistinae), así como a sus componentes alergénicos individuales, específicos y genuinos (alérgenos recombinantes). Muy probablemente esto nos permita realizar, en el futuro próximo, diagnósticos moleculares más específicos y disponer de tratamientos más personalizados. En otros momentos del Congreso se habló del potencial papel que pudiera jugar el test de activación de basófilos (TAB) en el diagnóstico de la alergia a determinados fármacos y alimentos, aunque está por establecerse, todavía, la sensibilidad y especificidad de esta técnica.
-¿Qué puede comentarnos acerca de las novedades en alergia alimentaria?
Las novedades en el campo de la alergia a alimentos pasan por dos aspectos fundamentales. Por un lado, el perfeccionamiento de los distintos protocolos de desensibilización a alimentos esenciales durante la infancia, fundamentalmente frente a las proteínas de la leche y del huevo, alimentos básicos durante esa época de la vida, lo que ha hecho posible que niños alérgicos a esos alimentos, incluso habiendo sufrido reacciones graves, tras la desensibilización puedan seguir una dieta normal y adecuada para su edad y necesidades, alcanzando un crecimiento y desarrollo óptimos. De otro lado, se ha abordado, en profundidad, el síndrome emergente F.P.I.E.S. (food protein induced enterocolitis syndrome) o síndrome de enterocolitis inducida por proteínas alimentarias, mediado inmunológicamente, pero del que conocemos muy poco acerca de su fisiopatología y mecanismos involucrados. Afecta, fundamentalmente, a niños, puede causar cuadros clínicos graves y limita la calidad de vida del paciente pediátrico que lo sufre y de su familia.
-¿Qué otros avances y actualizaciones en el manejo y diagnóstico de la alergia medicamentosa se han dado a conocer en la cita congresual?
En uno de los Seminarios, moderado por mí mismo, se discutieron los nuevos métodos y procedimientos en el diagnóstico de la llamada E.R.E.A. o enfermedad respiratoria exacerbada por AINEs. Se evaluó la sensibilidad, especificidad, valor predictivo positivo y valor predictivo negativo del diagnóstico de esta patología en función de si la exposición al fármaco (L-ASA o ketorolaco) era por vía nasal o bronquial, siempre comparándolo con el test de exposición oral, considerado como patrón oro o ‘gold standard’ en el diagnóstico de esta entidad. Igualmente, se evaluó la posibilidad de emplear el test de activación de basófilos en el diagnóstico de la alergia a fármacos, como ya he apuntado anteriormente.
-Alergia e intolerancia: ¿se siguen confundiendo los términos?
Efectivamente, se siguen confundiendo. Son dos conceptos totalmente diferentes. La alergia hace referencia a una reacción inmunológica de hipersensibilidad del organismo frente a una sustancia (alérgeno) inocua, que se manifiesta por la aparición de un conjunto de síntomas y signos (síndrome) característicos, que aparecen cuando ese organismo se expone a ese alérgeno. La hipersensibilidad puede ser mediada por anticuerpos IgE específicos, la más frecuente y mejor conocida, o por células específicas (p.e. linfocitos Th2), tal y como ocurre en la enfermedad celíaca, la esofagitis eosinofílica o en el síndrome F.P.I.E.S.
La intolerancia, sin embargo, se produce cuando el organismo no es capaz de procesar o digerir, enzimáticamente, un compuesto de los alimentos (p.e. lactosa), lo que puede causar problemas digestivos, como náuseas, vómitos, dolor abdominal, diarrea, etc. No es un problema inmunológico. Es normal que los pacientes no sepan diferenciar una de otra, pero sí deberían saberlo los médicos porque el enfoque es totalmente distinto y requieren especialidades diferentes.
-¿Qué conclusiones arroja el Congreso a nivel médico-científico?
Las conclusiones a las que se ha llegado es que nuestra especialidad, como cualquier otro campo de la Medicina, está en constante avance, en constante dinamismo, y que, en pocos años, se ha progresado enormemente en el terreno diagnóstico y terapéutico. Así, los avances en el campo de la alergia molecular, con la aparición de nuevos alérgenos recombinantes, además de los que ya disponíamos, presentes en los laboratorios de Inmunología de nuestros hospitales, hacen que, cada vez más, afinemos en el diagnóstico etiológico de las enfermedades alérgicas, gracias a lo cual podemos tratar a nuestros pacientes con una inmunoterapia más personalizada.
Otro campo en el que se está progresando enormemente en los últimos años es en el de los tratamientos biológicos a base de anticuerpos monoclonales en pacientes con enfermedades alérgicas graves como la dermatitis atópica, la rinosinusitis crónica eosinofílica con poliposis nasal o el asma eosinofílica, lo que está suponiendo una auténtica revolución en las formas más graves e incontroladas de estas patologías. Igualmente, se está mejorando en el tratamiento del angioedema hereditario con la disponibilidad de C1INH sintético, el antagonista del receptor de la bradicinina (RBK) y el nuevo anticuerpo monoclonal anti-calicreína.
-¿Cuál es el impacto del COVID-19 en la Alergología?
Menor de lo esperado. Al principio de la pandemia temimos por nuestros pacientes asmáticos más graves. Sin datos científicos, todavía, a nuestro alcance, creímos que este perfil de enfermos, en caso de que fueran afectados por el virus SARS-CoV-2, causante de la COVID-19, serían especialmente susceptibles a la virulencia del virus y podrían afectarse con mayor gravedad. Afortunadamente, por nuestra propia experiencia y por lo datos publicados en revistas científicas, se ha visto que no han resultado especialmente afectados de gravedad por la COVID, siendo la probabilidad de infectarse y de sufrir un cuadro grave similar al de la población general. Incluso se ha sugerido que las altas dosis de corticoides que inhalan estos pacientes podrían tener cierto grado de protección contra la enfermedad. En nuestro caso particular, en nuestra unidad de asma grave, sólo 1 paciente asmática grave, de un total de 120 (< 1%) padeció una forma grave de COVID-19, precisando ingreso en UCI (Unidad de Cuidados Intensivos), y lo fue más por sus comorbilidades (edad avanzada, obesidad, diabetes...) que por la propia asma.
Estos datos favorables -relativos al poco impacto de la COVID-19 sobre el enfermo alergológico- son extrapolables al resto de enfermedades alérgicas (urticaria crónica espontánea, dermatitis atópica, anafilaxia...). Otro tema distinto es el gran protagonismo que han adquirido los residentes de Alergología y los alergólogos jóvenes en el trabajo asistencial a los enfermos de COVID-19 en las plantas de Medicina Interna, Urgencias y Neumología de nuestros hospitales, lo cual, paralelamente, ha supuesto un diezmo en las plantillas de los Servicios de nuestra especialidad durante la pandemia.
-¿Se han detectado reacciones alérgicas a las vacunas frente al COVID-19?
Es cierto que, al inicio de la campaña de vacunación anti-COVID-19, los medios de comunicación informaron acerca de pacientes que habrían sufrido ciertas ‘reacciones alérgicas’ tras la administración de las vacunas. Sin embargo, tras el trabajo recopilatorio realizado por el Comité de alergia a medicamentos de la SEAIC, y por nuestra propia experiencia, se ha demostrado que las vacunas son seguras y que, salvo rarísimas excepciones, no son causa de reacciones alérgicas.
A raíz de que empezaran a enviar, desde Atención Primaria, personas que habrían sufrido algún de tipo de reacción adversa o con sospecha de que pudieran padecerla, la SEAIC elaboró un protocolo, común, para el estudio de hipersensibilidad a los excipientes de las vacunas. Los resultados, tanto en experiencia propia, como a nivel general, es que estos estudios resultaron negativos en casi el 100% de los pacientes remitidos, habiéndose podido administrar la vacuna correspondiente a prácticamente todos los pacientes. Es cierto que, como cualquier otro fármaco, estos sueros vacunales pueden tener algún tipo de reacción adversa, previsible y esperada, tal y como reflejan sus fichas técnicas, pero esto no hay que confundirlo con una verdadera reacción inmunoalérgica.