Redacción Farmacosalud.com
“Aunque suene a ciencia ficción, al tiempo que aparecen viviendas 100% saludables también surgirán nuevas figuras profesionales, entre las cuales podemos prever alguna que definiríamos como el ‘dietista de los edificios’, quien, por similitud a los profesionales de la salud, ayudará a mejorar la calidad y las prestaciones medioambientales y de salubridad de los edificios”. Son palabras de Alfredo Sanz Corma, presidente del Consejo General de la Arquitectura Técnica (CGATE), entidad que ha firmado un convenio de colaboración con la Sociedad Española de Neumología y Cirugía Torácica (SEPAR) para el fomento de la edificación saludable.

Alfredo Sanz Corma
Fuente: CGATE
Y es que permanecer en casa no significa estar a salvo de impactos de aire viciado. Por ejemplo: “En un salón en el que se encuentran seis personas, si las ventanas están completamente cerradas se superan las 1000 ppm (partes por millón) de concentración de CO2* en menos de una hora, llegando a límites nocivos para la salud a partir de las tres horas, como es superar valores de 3000-5000 ppm dependiendo del tipo de ventana (3000 ppm para ventanas antiguas, de aluminio con doble acristalamiento, y 5000 ppm para aquellas con altas prestaciones)”, advierte Sanz Corma. La solución a este problema pasa por ventilar adecuadamente la estancia. Claro que, paradójicamente, cuanto más se avanza en eficiencia energética y aislamiento de las viviendas, los edificios se van haciendo cada vez “más estancos al exterior y, por lo tanto, más susceptibles de empeorar en salubridad, lo que, en consecuencia, afecta a sus residentes”, revela el presidente del CGATE. De ahí la importancia del convenio firmado conjuntamente por esta organización y SEPAR.
-El acuerdo entre CGATE y SEPAR para el fomento de la edificación saludable contempla la realización de acciones conjuntas de carácter formativo y divulgativo. ¿Cómo es, en general, la calidad del aire del interior de las viviendas en España?
Con este convenio queremos poner en valor la importancia de que los edificios sean, además de funcionales y sostenibles, saludables para las personas que los habitan y ocupan. Entre el 85% y el 90% de nuestra vida transcurre en su interior, ya sea en viviendas, centros de trabajo, centros comerciales, etc.
Aunque es cierto que en edificios no residenciales y centros de trabajo existe normativa que regula la ventilación necesaria o los límites de concentración de CO2 para mantener unas condiciones del aire interior salubres, en edificios de viviendas, hasta la publicación del Código Técnico de la Edificación (CTE), en 2006, no existían unos requerimientos mínimos de ventilación que aseguraran la calidad del aire interior y la salubridad de los usuarios. Se trata, no obstante, de una exigencia de calidad en la edificación necesaria, y que se ha ido revisando a medida que hay avances en eficiencia energética y aislamiento de los edificios, avances que los están haciendo cada día más estancos al exterior y, por lo tanto, más susceptibles de empeorar en salubridad, lo que, en consecuencia, afecta a sus residentes.
Así, el CTE, en su ‘Documento Básico HS Salubridad, HS-3 Calidad del Aire Interior’, indica que las viviendas deben disponer de un sistema de ventilación que garantice o bien los caudales mínimos exigidos en el propio documento, o bien que la concentración media anual de CO2 sea menor de 900 ppm (partes por millón), según recomiendan los expertos (inferior a 1000 ppm). En este sentido, y aunque hay muchos tipos de contaminantes en el aire interior de un inmueble (CO2, NO2 (dióxido de nitrógeno), óxidos de azufre, formaldehídos, radón, etc.), el nivel de concentración de CO2 se considera un buen parámetro para medir la calidad del aire.

Alfredo Sanz Corma (a la izq. de la imagen) y el Dr. Carlos A. Jiménez Ruiz, presidente de SEPAR, durante la firma del convenio
Fuente: SEPAR / CGATE
-Ustedes han estado realizando diversos trabajos para estudiar el aire del interior de los edificios, en los que permanecemos unas 21 horas de media al día. Según ha dicho usted mismo, ‘nos hemos dado cuenta de que la normativa fija unos límites de salubridad que pueden no reflejar la realidad, ya que la concentración de CO2 puede variar enormemente a lo largo del día y la noche’.
Efectivamente, aunque seguimos trabajando en estos estudios sobre la calidad del aire interior, en el primero de ellos que hicimos público analizamos cómo las altas concentraciones de CO2 y compuestos orgánicos volátiles (COVs) en el aire que respiramos en nuestros hogares resultan perjudiciales para la salud. Este análisis consta de un trabajo de campo en el marco de una campaña de medición de la calidad del aire en viviendas de Madrid, construidas con anterioridad a 1979, año de la entrada en vigor de la primera norma básica de la edificación, que mide las condiciones térmicas de los edificios. Es un estudio que se extenderá por gran parte de nuestro país gracias a nuestra red de 55 colegios territoriales de Arquitectos Técnicos y Aparejadores.
Como decía anteriormente, el nivel de concentración de CO2 es el parámetro de referencia utilizado para medir la calidad del aire en las distintas estancias de una vivienda. Y para la mayoría de los expertos, las concentraciones por debajo de 1000 ppm se pueden considerar como saludables o al menos no dañinas para la salud; una vez superado este umbral, la mala calidad del aire afecta a la salud de las personas, considerándose poco saludable por encima de 1000 ppm, nociva a partir de 2500 ppm y grave a partir de 5000 ppm.
Según los datos obtenidos en las primeras mediciones llevadas a cabo en varias viviendas, en donde se han instalado aparatos muy precisos (en el salón y el dormitorio principal) durante un determinado periodo de tiempo, existen estancias sometidas a concentraciones nada recomendables para la salud de sus habitantes.
Desde el CGATE hemos realizado una simulación real en la que, teniendo en cuenta una serie de variables, como la tipología de la vivienda, sus metros cuadrados, el número de ocupantes, el tipo de ventanas o el sistema de calefacción empleado, se ha estudiado la calidad del aire para una situación concreta como es una celebración familiar o de amigos. Así, en un salón en el que se encuentran seis personas, si las ventanas están completamente cerradas se superan las 1000 ppm de concentración de CO2 en menos de una hora, llegando a límites nocivos para la salud a partir de las tres horas, como es superar valores de 3000-5000 ppm dependiendo del tipo de ventana (3000 ppm para ventanas antiguas, de aluminio con doble acristalamiento, y 5000 ppm para aquellas con altas prestaciones).

Autor/a: Hans
Fuente: Pixabay (free photo)
La solución pasa por mantener de forma permanente una pequeña apertura de la ventana, de manera que no se superen los 1000 ppm, o abrirla completamente durante 5 o 10 minutos cada hora con el fin de conseguir niveles por debajo de 700 ppm, y por lo tanto una calidad de aire excelente.
En estas primeras simulaciones también se ha evaluado dicha condición ambiental en el dormitorio principal en distintas franjas horarias, constatándose que, durante la noche, mientras el usuario descansa, la concentración de CO2 aumenta de una manera progresiva hasta alcanzar valores superiores a las 4000 ppm, rango complemente fuera de los valores que se podrían considerar saludables, inferiores a 1000 ppm. Es decir, esta persona se ve sometida, mientras duerme, a un estrés debido a la mala calidad del aire que puede afectar a largo plazo a su sistema respiratorio o agravar posibles patologías previas como el asma o alergias respiratorias. Esta concentración de CO2 disminuye en cuanto el usuario abandona el dormitorio por la mañana y probablemente lo ventila.
-¿A más calefacción porque hace más frío, mayores problemas con respecto a esa calidad del aire?
Una de las principales fuentes de contaminación del aire exterior, sobre todo en las grandes capitales, como Madrid y Barcelona, procede del mal uso que se hace de la calefacción en los bloques de viviendas, que normalmente disponen de calderas centrales poco eficientes o cuyos combustibles son de origen fósil (gasóleo, gasoil, carbón, etc.) Y, obviamente, el aire que respiramos en el exterior también incide en la calidad del que hay en el interior de los edificios.
Ahora bien, en la actualidad existen nuevas tecnologías más eficientes que se caracterizan por no emitir CO2, como las bombas de calor, que se basan en la electricidad y en el aprovechamiento de los recursos naturales, fundamentalmente el aire, la tierra y el agua subterránea. Se trata de una tecnología respetuosa con el medio ambiente; destaca por su eficiencia en calefacciones en superficie y por su carácter reversible, ya que posibilita que en verano haya una ligera refrigeración del edificio.
-El radón es un gas radiactivo de origen natural que se produce por la descomposición de uranio. Es un gas invisible, inodoro e insípido que se filtra a través del suelo y se difunde en el aire. El potencial cancerígeno del radón es una amenaza poco conocida. ¿También poco conocida para los aparejadores y arquitectos?
Los arquitectos técnicos estamos concienciados con los efectos nocivos que tiene para la salud el gas radón. De hecho, desde el CGATE hemos participado en una iniciativa para que se incluya, en el Código Técnico de la Edificación (CTE), la nueva sección ‘Protección frente a la exposición al gas radón’ incorporada al ‘Documento Básico de Salubridad’ (DB-HS), tratándose de una de las novedades más esperadas de la última revisión del CTE. A través de este documento normativo, se incorpora la exigencia europea de adoptar medidas contra el radón, y por primera vez se establece el nivel de referencia nacional para las concentraciones de gas radón en recintos cerrados y se recogen las medidas reglamentarias para limitar la penetración de este gas en los edificios en función del municipio en que se localicen éstos.

Fuente: CGATE
En la Guía ‘Edificios y salud. Siete llaves para un edificio saludable’, editada por el CGATE en 2020, abordamos el problema del gas radón en uno de los capítulos. Y es que el contenido de esta guía está enfocado a ayudar a los técnicos de la edificación a hacer más comprensibles para los usuarios los distintos parámetros que inciden en la salud de las viviendas.
-¿Cómo será el hogar neumológicamente saludable del futuro?
En un futuro, espero que no muy lejano, todas las viviendas deberían ser, además de seguras, saludables. Al igual que desde 2021 todos los edificios construidos o ampliamente rehabilitados tienen que ser de consumo de energía casi nulo, esta misma eficiencia debe ir encaminada a conseguir hogares saludables. Para empezar, estas viviendas tendrían que estar libres de concentraciones altas de CO2, no superando en ningún caso los 1000 ppm, que sería lo deseable, así como propiciar la reducción o eliminación de NO2, óxidos, formaldehídos, compuestos orgánicos volátiles (COVs), amianto, plomo y otros elementos contaminantes presentes todavía en materiales y sistemas constructivos.
No obstante, como citamos en la ‘Guía Edificios y Salud’, la gran complejidad existente entre los factores ambientales y su asociación con la salud requerirá de muchos cambios que se deberán emprender con cierta urgencia en el sector de la edificación. Los más evidentes apuntan hacia un uso más eficiente de los recursos, además de incorporar mucha información a los productos, como son las declaraciones ambientales o DAP, para poder razonar, justificar y personalizar las decisiones al respecto. Esto deberá calar tanto en los fabricantes, que tendrán que apostar por desarrollar el ecodiseño y la ecoinnovación en su producción, como en los prescriptores técnicos de la edificación, quienes deberán tener una sólida formación sobre los efectos en la salud y el medioambiente de los productos de la construcción.
Aunque suene a ciencia ficción, al tiempo que aparecen viviendas 100% saludables también surgirán nuevas figuras profesionales, entre las cuales podemos prever alguna que definiríamos como el ‘dietista de los edificios’, quien, por similitud a los profesionales de la salud, ayudará a mejorar la calidad y las prestaciones medioambientales y de salubridad de los edificios. También se encargará de valorar, guiar, aconsejar y acompañar para que se elijan los productos más adecuados en cada situación. Para conseguirlo será necesario que se incorpore el etiquetado de productos de forma similar a lo que ocurre con los alimentos, cuyo etiquetado nos informa de las características nutricionales y, de esta forma, un dietista puede prescribir unas pautas para una correcta y equilibrada alimentación. Este camino ya se ha iniciado y algunas empresas ya facilitan información, si bien aún son pocas… y es que el hecho de que sea una acción voluntaria no ayuda a su implantación en nuestro país. Sólo así, con la adopción de todas esas medidas, se estará en disposición de evitar el greenwashing y el healthwashing que una información frívola y no cuantificada puede aportar, como son los términos ‘saludable’, ‘bio’, ‘eco’ o ‘sostenible’ a los que estamos acostumbrados, penalizando la credibilidad de quienes intentan hacerlo bien y enalteciendo a los vendedores de humo.
* CO2: dióxido de carbono o anhídrido carbónico